Daniela le dedicó una esplendorosa sonrisa y Juan Carlos le saltó el corazón. —Entonces déjame poner la mesa... —¿Te ayudo? —Claro, me encantaría. Entre los dos acomodaron la mesa en silencio. Y se sentaron uno al lado del otro, y hasta Juan Carlos llegó el aroma del perfume, que él le regaló tiempo atrás, que combinado con su aroma natural siempre fue un afrodisíaco para él. De repente, Juan Carlos sintió una erección y agradeció estar cubierto con la mesa. "¡Diantres! ¿Por qué se puso ese perfume?" —pensó tratando de controlarse. Daniela para acabar con el incómodo silencio le preguntó. —¿Dolió mucho? —¿Qué cosa?—preguntó distraído. —La recuperación de tu operación en el rostro. Él, sorprendido por la pregunta, le respondió. —Pues si, cómo toda operación, la recuperación es dolorosa... Pero me recetaron analgésicos... —¿Te sientes feliz ahora que recuperaste tu rostro y tu vida? "Dejándome atrás"—pensó ella. —No sabría decirte, supongo que sí... —¿Cómo puedes supone
—¡Un momento! ¿Por qué parar? Ya alcancé la cuarta parte de tu récord... —Juan admítelo, no vas a lograr en una noche lo que yo conseguí en dos años... —¿En dos años? ¡Ja! Te das cuenta de que podría acabar con tu récord en unos días... Daniela puso los ojos en blanco. —Admítelo nena, soy el mejor. Daniela sonrío porque era la segunda vez que le decía nena, se veía más relajado, volviendo a ser el Juan de siempre. —No voy a admitir nada, hasta que te vea superar mi récord. Pero puedes regresar otro día a intentarlo. —Ok, regresaré. ¿Me estás pidiendo que me vaya?—dijo mirándola de arriba abajo. —Yo no he dicho eso. —Ganaste la apuesta, ¿Que es lo que quieres? Daniela se quitó las sandalias y le dijo mirándolo a los ojos. —Que te bañes conmigo en la bañera—ella se dio la vuelta, no sin antes ver la sorpresa en sus ojos, luego se dirigió a su habitación, cuando llegó al baño se desnudó y se metió en la bañera que ya había preparado con antelación con velas, aceite de canela, p
Juan Carlos, inmóvil bajo la ducha, dejaba que el agua cayera sobre él. "Durante unos breves y maravillosos minutos había creído que por fin sería feliz. Había imaginado un futuro dorado, en vez de sombrío. Pero ahora me alegro de no haber tenido la oportunidad de decirle a Daniela lo que siento, por lo menos me he librado de esa humillación final. ¿Qué le diría? Que me he dado cuenta de que era inocente, porque no ha tenido relaciones sexuales con nadie. Se enojaría y me mandaría al diablo. Ella me suplicó que le creyera y yo nunca la escuché. Si era inocente, tenía motivos suficientes para odiarme, pero si embargo buscó un acercamiento. Pero solo porque el imbécil la plantó." La imagen de Daniela y de Raúl juntos le vino a la mente, no por primera vez, y de pronto lo invadieron unos celos insoportables. Dio un puñetazo contra la pared, haciendo que la mampara vibrase, y entonces oyó un ligero ruido tras él. Antes de que pudiera darse la vuelta, dos manos temblorosas le rodearon la
—Lo que desees, por darte gusto. Ella no se refería a que lo hiciera de inmediato, pero resultaba obvio que él comprendió eso. Esa vez fue tan maravilloso como ella recordaba; gentil y tierno al principio, y luego dominado por una voraz pasión que los llevó de nuevo a las alturas de la excitación sensual. Hicieron el amor de nuevo. Su departamento quedó lleno de suspiros y gemidos. No supieron en qué momento terminaron con los cuerpos entrelazados, entre las sábanas de su cama, ni cuando perdieron la conciencia ante el sueño y el agotamiento. No corrieron las cortinas y por la mañana, el sol entró por la ventana e iluminó el rostro de Daniela, despertándola. El brillo dorado cubrió su cuerpo y su mente y permaneció quieta por unos minutos, recordando la noche anterior, al sentir un brazo de él rodearle la cintura, sonrió mientras daba gracias por el milagro que los unió. Juan Carlos todavía dormía. Daniela se levantó con cuidado de la cama y fue a cerrar las cortinas, temerosa de
La señora Castillo se sintió evidentemente complacida por su extravagante, pero obviamente sincero elogio de su cocina. —Soy muy afortunada, porque a todos mis hijos, los he enseñado a cocinar. —Bueno, espero que algún día me enseñe a mí también, hasta ahora solo me considero ayudante de cocina. Experiencia que obtuve cuando su hija me obligaba a cortar cebolla, ajo y perejil.—le dijo divertido. Daniela se sonrió. —Te advierto algo, las mujeres de esta familia cuando se adueñan de la cocina, los hombres siempre terminamos de ayudante.—le dijo Óscar. Todos se rieron. Daniela reconoció que Juan Carlos estaban tan a gusto con su familia. La mañana de un cielo azul pasó a una tarde con un sol brillante, dónde terminaron en el patio de los Castillo, asando parrilla. La señora pidió a Óscar que le sacará la piscina inflable a los niños y Lucas salió corriendo con entusiasmo a ponerse su traje de baño. Mientras Daniela ayudaba a su padre con la carne. Juan Carlos estuvo a la sombra de
—Quizás ese es el riesgo que corren las modelos, por estar maquilladas todo el día. A la piel del rostro hay que dejarla respirar, si no se envejece y se marchita antes de tiempo.—después lo criticó— Pero un hombre que estuvo desfigurado y que se sintió rechazado por eso. No debería haber aprendido la lección de que lo más importante de una persona son sus sentimientos, su forma de ser y no su físico. —¡Esa lección me la enseñaste tú! Por eso eres mejor persona que yo. Si hubiera estado en tu lugar, yo no me hubiera aceptado... —¡Juan! —Es la verdad. Por eso cuando te besé la otra noche te dije que tú "Juan el desfigurado" ya no está solo quedo yo. —¡Creo que estás exagerando!, solo te operaste una parte física. No tus sentimientos, ¡Lo que dices es absurdo! Sergio me dijo que a partir del accidente te volviste una mejor persona, menos egoísta. La prueba está en que me ayudaste a Gabriel y a mí, antes de partir para Nueva Zelanda. Pudiste haber evadido tu responsabilidad, pero la a
Su voz sonó tranquila; la ira de Daniela no lo afectó, tenía total confianza en sí mismo. Sabía que era suya. Solo tenía que dejar que se desahogara, después la besaría, la convencería, la haría admitir que lo amaba. —¡Sí, ¿claro?! ¡Porque yo soy adivina!, ¿Cómo iba a suponer que Gabriela se haría pasar por mí? Yo no tenía idea de que mi mamá la tenía al tanto de nuestra relación. —¿Cómo es eso? —Mi mamá siempre ha deseado que Gabriela, yo nos reconciliemos y cuando mi hermana mostró interés en mí. Ella creyó que ella tenía buena voluntad y le contó que yo no te había revelado que era gemela. —Por eso se aprovechó para sustituirte, porque si aún yo notaba alguna diferencia igual no dudaría que se trataba de ti. ¡Vaya que es astuta! —Pero eso no es de lo que estamos hablando, sino tu presunción de que te voy a aceptar de nuevo con los brazos abiertos—repuso Daniela furiosa. —¿Pero eso no fue lo que ocurrió anoche?—le dijo con malicia. — ¡Ay! Realmente me molesta esa arrogancia.
Llegaron al primer cruce, pero el semáforo se puso verde y poco tráfico de esa hora se lanzó hacia delante, sin tener en cuenta el resto del tráfico, ni a los molestos peatones. Juan Carlos consiguió retener a Daniela mientras miraba al otro lado de la calle. —¡Mira! ¡Allí está! —exclamó Juan Carlos. Daniela vio a Lucas corriendo apresurado, a punto de dar la vuelta a la esquina. —¡Rápido! Cambia de color —suplicó Daniela al semáforo. El semáforo se puso rojo, cruzaron a toda velocidad y giraron. Veían a Lucas delante de ellos, y empezaron a alcanzarlo. Él no miraba hacia atrás y no sabía que lo seguían. Juan Carlos, más adelantado, estaba casi alcanzándolo cuando Lucas llegó al siguiente cruce. El semáforo estaba verde, pero no pasaba ningún coche. Sin esperar, Lucas comenzó a cruzar. —¡Lucas! —gritaron los dos con desesperación al unísono. El niño se detuvo y se volvió. En ese momento apareció una camioneta a toda velocidad, intentando pasar el semáforo antes de que cambia