—¿Y si las cámaras no lo vieron, pero yo sí? La voz de César resonó en el salón cuando salió de la habitación donde Perla se había cambiado. Su comentario era para Natalia, pero su mirada desafiante se fijó en William. Perla… Así que ahora se llamaba Perla. ¿Qué Perla? —¿Por qué salió de esa habitación? —murmuró Bianca, molesta. Perla entrecerró los ojos y miró a César, advirtiéndole en silencio que no dijera nada indebido. Pero César no les quito la vista. ¿De verdad ella tenía tanto miedo de que William sospechara algo entre ellos? ¿Tan cercana era entonces su relación? ¿Sinceramente amaba tanto a William? Cuando Teresa apareció en su vida, ella ni siquiera había intentado luchar por él… El corazón de César se retorcía de dolor. Sin embargo, en su cara no se reflejaba ninguna emoción. William miró a César con ojos molestos, pero, al mismo tiempo, difíciles de leer. Este, por su parte, lo miró con un toque de provocación. ¿Qué más daba William? Él est
A pesar de que había otras personas en el lugar, no podía regañar tan abiertamente a su nieta. —No voy a ir. ¡Es obvio que la culpa no fue mía! ¿Quién le dijo que no mencionara que era la hermana de William cuando entró? —Natalia levantó la barbilla con terquedad. —¿Y encima crees que tienes razón? —Don Bernardo se levantó, levantando su bastón con la intención de golpearla. Bianca corrió a toda prisa para interponerse entre ellos. —¡Papá! ¿Qué hace? ¿Por qué no puede hablar con calma? César sigue aquí. Don Bernardo giró la cabeza, pensando que su nuera solo intentaba encontrar una excusa para detenerlo y evitar que educara a su nieta. Tan enfurecido estaba que olvidó la presencia de César. Dejó caer el bastón con frustración, agotado por la rabia. —César, acaso habrás sido testigo de esta vergüenza… —Don Bernardo, cuide por favor usted de su salud. Me retiro. —respondió César. —Bianca, ve a acompañarlo hasta la puerta. —No es necesario, no es la primera vez que ven
La fiesta había terminado, y la familia Piccolo se reunió en la sala del tercer piso. Las empleadas se mantuvieron lejos, sin acercarse. Emiliano estaba sentado en el sofá principal, con una mirada cortante fijada en Natalia, que estaba en el otro extremo. En sus ojos no había rastro de calidez familiar. Natalia intentó esconderse detrás de su madre. Rodrigo la miraba con desprecio. —No haces nada útil en todo el día y, encima, ¡te la pasas metiéndote en problemas! ¿Eres una buena nada, cuál es tu función en la familia? —Rodrigo, habla menos. —Bianca la defendió. Natalia, aunque asustada, se sentía ofendida y no se animaba a responder. —Mamá, ¡es culpa tuya por haberla consentido tanto de niña! Si no, no sería tan malcriada, tan caprichosa y descontrolada. —Rodrigo la culpó con furia. Todo esto, además, había pasado delante de César. Le había costado tanto invitarlo, y ahora, por culpa de Natalia, todo se había arruinado. —¿Boba y a ti no te he consentido? —Bianca l
Emiliano se levantó después de su padre. —Mamá, no quiero ir a disculparme con esa gentuza. ¡No me pidas esto, por favor! —Natalia se disgustó. En ese momento, Emiliano escuchó las palabras de su hija y se detuvo de golpe. Se volteó y, señalándola con el dedo, la regañó, furioso: —¡Si no vas, mañana te mato a golpes, niña malcriada! Natalia tembló de miedo ante la ira de su padre. El carro llegó al Barrio Las Palmas, y Perla y William entraron a la casa. Andi y Marina estaban en la sala, abriendo cajas de juguetes. Otra montaña de juguetes nuevos. Parece que mientras ellos no estaban, Marina había llevado a Andi de compras. —Mami, esto me lo compró… —Andi estaba a punto de contar su historia, pero Marina rápidamente le tapó la boca sin piedad. El pequeño quedó atrapado en el abrazo de Marina, agitando sus bracitos con fuerza y mirándola con ojos que protestaban. Su tía siempre se aprovechaba de ser adulta para abusar de él. —¡Nahh! Ignorando sus intentos de esca
Después de todo lo que pasó, Andi inclinó la cabeza mientras jugaba con su figura de Ultraman y, de repente, preguntó: —Mami, ¿te divertiste en la fiesta? ¿No te encontraste con alguien raro de casualidad? Durante la cena, había escuchado parte de la conversación entre su tía y Ricardo, pero solo entendió una pequeña parte, así que lo describió como "extraño". Los ojos de Perla, que estaba puesta en la televisión, mostraron un poco de enojo. Marina, que estaba jugando con Andi, levantó la mirada disimuladamente, observando con nervios la expresión de su hermana. William, en cambio, se mantuvo tranquilo, aflojando su corbata con una mano. —¿Qué persona tan rara? En la fiesta solo había un montón de empresarios y políticos desconocidos, nada diferente de otras recepciones. —Perla respondió con indiferencia. Su vista permaneció fija en la pantalla, concentrándose en la telenovela que estaba viendo. Era la serie que Marina seguía. En ese momento, estaban en la escena dond
Perla sacó una botella de vino y una copa antes de volver a su habitación. Abrió las puertas del balcón, tomó la botella y salió. Se sirvió una copa y luego se apoyó en la barandilla, descansando los codos sobre ella. El Barrio Las Palmas estaba en una zona residencial de villas no muy lejos del centro de la ciudad. Con edificios de distintos estilos inspirados en la arquitectura de muchas partes del mundo, este barrio existía desde antes de la fundación del país y tenía una historia larga e interesante. La calle donde vivían llevaba el mismo nombre: Las Palmas. Desde allí se podía ver el paisaje nocturno del centro de la ciudad, con los edificios más conocidos e iluminados de Playa Escondida. Entre ellos, el que más le gustaba a Perla: la sirena de cristal. La brisa nocturna movía sus cabellos, que aún estaban húmedos por la ducha y caían uno tras otro sobre su espalda. Tomó un pequeño sorbo de vino y observó en silencio la ciudad que hacía tiempo no veía. Había cambia
César colgó y se quedó mirando triste la pantalla. Aún no sabía que lo habían bloqueado. No se animaba a llamarla desde su número normal. Tenía miedo de que no le contestara. Desde que salió de la fiesta y volvió al conjunto Los Prados, no había dejado de pensar en cómo hablarle. Se había equivocado en casa de los Piccolo. Estaba demasiado alterado. No debió besarla apenas la vio. Fue su error, y estaba dispuesto a arreglarlo. Si no, ella lo odiaría para siempre. Su corazón latía con fuerza. Era por ella. Porque ella estaba viva. Podía sentirlo tan claramente: ella estaba viva. En su emoción, César olvidó por completo lo que Perla le había dicho hace un rato. "No me busques más".Marina se acostó en la cama, preocupada, jugando con los pelos de su muñeco de peluche. Su mente estaba llena de dudas. ¿Su hermana había visto a César en la fiesta o no? La cara de Perla parecía tranquila, así que probablemente no lo había visto. Pero exista la posibilidad… ¿y si sí? ¡Pues qué probl
¿Natalia vino entonces a disculparse?Que ocasión tan Increíble. ¿No se había negado rotundamente ayer? Perla bajó la vista por un momento y luego dio media vuelta para volver a la sala. —Déjalas pasar. En la sala, Perla usó el asiento principal, mientras Bianca y Natalia se sentaron abajo. Las empleadas sirvieron el café antes de que comenzaran a hablar. —¡Ay, señorita Perla, qué bonita es la decoración de su casa! Tiene un aire tan acogedor y artístico. Es como estar en un palacio. —Bianca miró alrededor, buscando algo con que romper el hielo e iniciar la conversación. Luego, con una sonrisa falsa, preguntó: —¿El señor William no está en casa? Perla la miró sin mostrar emoción y sin intención de responder. —Si la señora Bianca tiene algo que decir, mejor vaya al grano. —Je,je… —Bianca se rio con nervios y bajó la cabeza un momento. —Verá, después de la fiesta de anoche, investigamos bien lo que pasó y descubrimos que, en efecto, mi hija cometió un error. Fue e