Capítulo 389
Ricardo sonrió con aire triunfante, se inclinó un poco hacia adelante y volvió a preguntar:

—¿Entonces sí me aceptas como novio?

—Sí, sí, ¡lo que Dios quiera! —Marina respondió un poco impaciente, repitiendo varias veces la palabra. ¿No era lo suficientemente claro con solo asentir? ¿Tenía que decirlo en voz alta?

—¿Entonces puedo hacer lo que quiero?

—¿Qué diablos? —Marina lo miró, confundida.

Ricardo levantó la mano, la puso detrás de su cuello, se acercó a ella y la besó.

El beso fue tan rápido que Marina no tuvo tiempo de reaccionar. Se quedó ahí, mirando al vacío, sin moverse, mientras él la besaba.

Ricardo levantó una mano y la usó para taparle los ojos, separando un poco los labios.

—Concéntrate en este preciso momento.

La toalla y la ropa cayeron al suelo y la cama empezó a moverse frenéticamente, como si fueran olas chocando contra la costa, una y otra vez.

Cuando la pasión se calmó un poco, Ricardo la levantó con cuidado, como si fuera un bebé, y la llevó al escritorio de su
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