Perla caminó directo hacia William, sin mencionar la advertencia de Natalia. —¿Volviste? Hace un momento no te vi por ningún lado, ya estaba a punto de ir a buscarte. Ya casi es hora de la ceremonia —dijo William, sonriendo con calidez mientras la miraba. —Fui a caminar un poco por el jardín de atrás. Las flores están hermosas —explicó Perla. William levantó la vista. A través de las ventanas podía ver el jardín a lo lejos. —Si te gustan, haré que planten las mismas en el Barrio Las Palmas para ti. En su mente, ya estaba memorizando la forma y el color de las flores. A una hermana siempre hay que consentirla. —No hace falta. De todos modos, no estaremos aquí mucho tiempo. Si pudieran plantarlas en casa, sería mejor. Cuando Perla dijo, casa, se refería a la mansión (hacienda) en Valle Motoso. —De acuerdo, las plantaremos en casa —asintió William. En ese momento, don Bernardo entró al escenario del salón, apoyado en su bastón y acompañado de su hijo Emiliano y su nuer
César volvió al salón de la fiesta. Se quedó al borde de la multitud, con la mirada apagada. Un hombre tan alto y fuerte, envuelto en una sensación de inquietud que no podía explicar. Lorena… Ese nombre había resonado en su mente millones de veces. Dos veces esa noche… Casi la encontró. Casi la tenía… La ceremonia de cumpleaños ya había empezado, y la multitud se reunió en el centro del escenario. César levantó la vista, listo para abrirse paso entre la gente, pero en ese momento su mirada se fijó en una mujer en el escenario y su cuerpo se quedó completamente quieto. Cerró un poco los ojos y se quedó ahí, mirándola una y otra vez. El ruido a su alrededor desapareció por completo. En sus ojos, solo existía esa mujer que estaba en el escenario. Lorena. ¡Era ella! La misma mujer que aparecía en sus sueños cada noche. Había pasado tanto tiempo buscándola… Lorena… realmente no estaba muerta. Las luces del salón la iluminaban, dándole un brillo casi celestial.
Perla no era de esas personas mala clases que aprovechaban para humillar a alguien en frente de todos. Y menos a una persona como Natalia, que para ella no significaba nada. Natalia miró a Perla, y su sonrisa se esfumó. Su expresión se volvió extraña, como si estuviera pensando mucho en algo. Al final, asintió de manera rígida sin decir nada. —Mi nieta es buena en todo, pero es demasiado traviesa —dijo don Bernardo, sin rodeos. —William, ya que estás en Puerto Mar, ayúdame a guiarla un poco. Estaba creando oportunidades para que pasaran tiempo juntos. William sonrió con cortesía. —La señorita Natalia es bastante talentosa e inteligente. Creció bajo su atenta mirada, así que, ¿cómo podría ser traviesa? La respuesta hizo que don Bernardo se riera fuerte. —Siempre sabes qué decir. Natalia, aprovecha esta oportunidad para aprender de tu hermano William. —Lo haré, abuelo —respondió Natalia, sonrojándose mientras miraba a William con timidez. Sin embargo, William no mostró
Natalia dio un paso hacia adelante. Había estado mirando a William todo el tiempo y no se perdió el momento en que él agarró a Perla por la cintura para que no se cayera. ¡Esa vieja es una sin vergüenza! ¡Hasta estaba seduciendo a su propio hermano! ¡Zorra incestuosa!—¡Uy, César, ¡de verdad querías entrar a lo grande! ¡Jajajaja! —don Bernardo aplaudió y se rio. La fiesta de su cumpleaños había ido bien. Todas las personas importantes le habían mostrado respeto, lo que lo dejó muy satisfecho.César apartó rápidamente la mirada de la cintura de Perla y respondió con indiferencia: —Fue solo una coincidencia. Aunque parecía tranquilo mientras hablaba con don Bernardo, en realidad, su mente estaba en otro lado. Toda su atención estaba en Lorena.Después de la ceremonia, los invitados se dispersaron para hablar entre ellos. Perla bajó del escenario y tomó a William del brazo, llevándolo a un rincón más tranquilo. En voz baja, le contó todo lo que sabía. —¿Un matrimonio arreglado? —A W
Apenas dio dos pasos cuando Natalia la agarró fuerte del brazo. —¡Detente ahora mismo! Gritó furiosa, pensando que Perla iba a delatarla. El tirón fue tan fuerte que Perla perdió el equilibrio por un momento y su cuerpo se detuvo de golpe. Pero, lo peor fue lo que pasó después. La copa que Natalia tenía en la otra mano se derramó sobre su espalda. Tenía vino tinto. El líquido rojo resbaló por la piel clara de Perla, manchando el delicado vestido color beige que llevaba puesto. La mancha era obvia. Incluso algunas gotas habían salpicado su pelo. Desde lejos, César lo vio todo. Llevaba un rato siguiéndola sin llamar la atención, manteniendo cierta distancia para no asustarla si se acercaba de repente. Pero, cuando vio cómo Natalia la agredía, su expresión cambió de inmediato. Dio un paso decidido hacia adelante, listo para intervenir. En ese momento, su teléfono vibró en el bolsillo de su traje. Respondió la llamada mientras caminaba. —Jefe, hemos revisado dos vec
Bianca vio a su hija meterse en problemas y rápidamente corrió a ayudarla.—¡Ay, pero qué desastre! ¿Cómo te ensuciaste el vestido? Perla, cariño, ven conmigo arriba a cambiarte. No es bueno que los invitados te vean así. Tengo algunos vestidos de repuesto. Tú y Natalia tienen un cuerpo bastante parecido, seguro alguno te quedará bien.—Le agradezco a usted mucho por su amabilidad, señora Bianca, pero ya trajimos un vestido de repuesto —respondió William con seriedad. Su cara mostraba una expresión firme, sin intención de aceptar su oferta.Luego, le dio unas palmaditas en el hombro a Perla.—Sube, haré que te lleven el vestido.Perla asintió. Si su hermano ya había hablado, no tenía nada más que decir.Lo único que lamentaba era arruinar el vestido que Andi le había ayudado a elegir esa tarde.Siguiendo a Bianca y a una de las empleadas, Perla subió al tercer piso.Entró sola en una habitación y esperó un rato hasta que empleada le entregó su vestido de repuesto.Rechazó su ayuda con
La mucha velocidad sorprendió mucho a Perla. Los labios de César apenas tocaron los suyos por un segundo… Cuando, de repente, un golpe fuerte sonó en la habitación. ¡Plaf! Una cachetada zanjadita en la cara de César. El dolor agudo y caliente se extendió por su mejilla. Pero, en vez de alejarse, él la besó con más fuerza. No era un beso de deseo, sino de desesperación. Un beso de alguien que había buscado sin parar, que había deseado con todo su ser volver a estar con la persona que creía perdida para siempre. César temblaba, su cuerpo y su alma. Su emoción, su angustia guardada por años, eran más fuertes que su capacidad de contenerse. Mientras tanto, la bolsa con el vestido sucio y el bolso de Perla cayeron al suelo sin hacer ruido. Uno de sus brazos estaba atrapado por la fuerza de César, sin poder moverse, pero su otra mano se levantó sin dudar. ¡Plaf! Otra cachetada. ¡Plaf! Y otra más. Perla le zampaba manotazos sin piedad. Una cachetada tras otra, pe
Después de conseguir su número, César no insistió más y la dejó irse. Perla abrió la puerta y, para su sorpresa, no solo William la estaba esperando, sino también varios miembros de la familia Piccolo, incluido el mismo don Bernardo. —Ay, Perla, ¡qué belleza de muñeca! —dijo Bianca, acercándose con una sonrisa falsa. —¡Y madre mía qué cuerpazo! Ese vestido rojo te queda increíble, tan elegante y tan llamativo. Se inclinó un poco, intentando agarrar el brazo de Perla. Pero Perla se puso detrás de William, evitando que Bianca la tocara. —Señora Bianca, sería mejor que nos centráramos en lo más importante —dijo con un tono serio, sin esconder su enojo. —Mi hermano y yo vinimos a esta casa con la mejor intención de celebrar el cumpleaños de su padre y, en cambio, recibimos amenazas, advertencias e incluso agresiones por parte de la señorita Natalia. Su mirada dejaba ver lo que sentía. —Hasta me echó vino encima. Hizo una pausa, mirando a cada miembro de la familia Piccolo