La mujer de alta sociedad dudó y, con algo de preocupación, murmuró: —Pero ella es la muchacha que llevó William a la fiesta… —¿Y qué? ¿Eso la hace importante? ¿Escuchaste a William presentarla como algo más? —Natalia se acercó a su oído y le susurró: —Te lo digo en confianza, mi familia ya está planeando mi boda con William. Si quieres que tu esposo trabaje con él, más te vale saber quién manda aquí. ¡No te equivoques de persona a la que debes acercarte! Esta vez, la mujer de alta sociedad lo entendió perfectamente. —Gracias por el consejo, Natalia. Sin dudarlo más, se dio la vuelta y volvió al salón de la fiesta, buscando a otras mujeres con las que solía hablar. Natalia miró con desprecio a la mujer sentada en el sofá al otro lado de la habitación.¡A lo bien que sí! Se aseguraría de que todos supieran que era solo una amante, que todas las esposas de empresarios y las jóvenes herederas la ignoraran. Esta fiesta la organizaba su familia. Y si quería humillar a alguie
Andi se pasaba el día corriendo, jugando y haciendo varios deportes. En cambio, sus dos hijos eran completamente distintos: uno era bueno en los estudios y el otro en las artes marciales. La diferencia era clara. Orión guardó silencio. Anoche había quedado con su tío Álvaro de hackear la página web de una pequeña empresa como práctica.—¿Aló? —Cuando notó el silencio al otro lado del teléfono, Perla levantó la voz. —¿Me escuchaste? —Sí, mamá, lo sé —respondió Orión, fingiendo que le prestaba atención.De todas formas, su madre no lo sabría. Primero haría su práctica y luego iría a hacer ejercicio. —Voy a colgar. Ve a desayunar, recuerda hacer ejercicio y descansar. Si me extrañas, llámame —insistió Perla, preocupada. —Sí, lo prometo, mamá. La llamada terminó. De repente, un ruido sonó detrás de ella. Perla se giró rápidamente y miró hacia el gran árbol de donde venía el sonido. —¿Quién está ahí espiando? ¡Sal de una vez! —exclamó con voz firme. Una voz femenina, algo fam
Perla no se enojó, sino que sonrió un poco. Su tono era serio mientras caminaba lentamente hacia Natalia. —Estoy esperando el día en que te cases con William. Dicho esto, le pasó por el lado y se fue hacia el salón, pero en una dirección contraria a la que había llegado. Natalia se quedó sola en el jardín trasero, furiosa, pateando el suelo. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Acaso la estaba ignorando? ¿Cómo podía no tomar en serio su advertencia? ¡Se las haría pues pagar! Llena de rabia, Natalia volvió al salón, pero al dar unos pasos, se topó de frente con César, que la estaba buscando. —Señor César… —¿Viste a la mujer que estaba aquí hablando por teléfono hace un momento? —preguntó, apurado. Desde el balcón, la había visto claramente, y había corrido rápido para buscarla. Sin embargo, con tanta gente en la fiesta, le tomó más tiempo del que esperaba. Además, en solo un instante, ella había desaparecido. Natalia, molesta, respondió sin darle importancia: —¿Ella? Se fue.
Perla caminó directo hacia William, sin mencionar la advertencia de Natalia. —¿Volviste? Hace un momento no te vi por ningún lado, ya estaba a punto de ir a buscarte. Ya casi es hora de la ceremonia —dijo William, sonriendo con calidez mientras la miraba. —Fui a caminar un poco por el jardín de atrás. Las flores están hermosas —explicó Perla. William levantó la vista. A través de las ventanas podía ver el jardín a lo lejos. —Si te gustan, haré que planten las mismas en el Barrio Las Palmas para ti. En su mente, ya estaba memorizando la forma y el color de las flores. A una hermana siempre hay que consentirla. —No hace falta. De todos modos, no estaremos aquí mucho tiempo. Si pudieran plantarlas en casa, sería mejor. Cuando Perla dijo, casa, se refería a la mansión (hacienda) en Valle Motoso. —De acuerdo, las plantaremos en casa —asintió William. En ese momento, don Bernardo entró al escenario del salón, apoyado en su bastón y acompañado de su hijo Emiliano y su nuer
César volvió al salón de la fiesta. Se quedó al borde de la multitud, con la mirada apagada. Un hombre tan alto y fuerte, envuelto en una sensación de inquietud que no podía explicar. Lorena… Ese nombre había resonado en su mente millones de veces. Dos veces esa noche… Casi la encontró. Casi la tenía… La ceremonia de cumpleaños ya había empezado, y la multitud se reunió en el centro del escenario. César levantó la vista, listo para abrirse paso entre la gente, pero en ese momento su mirada se fijó en una mujer en el escenario y su cuerpo se quedó completamente quieto. Cerró un poco los ojos y se quedó ahí, mirándola una y otra vez. El ruido a su alrededor desapareció por completo. En sus ojos, solo existía esa mujer que estaba en el escenario. Lorena. ¡Era ella! La misma mujer que aparecía en sus sueños cada noche. Había pasado tanto tiempo buscándola… Lorena… realmente no estaba muerta. Las luces del salón la iluminaban, dándole un brillo casi celestial.
Perla no era de esas personas mala clases que aprovechaban para humillar a alguien en frente de todos. Y menos a una persona como Natalia, que para ella no significaba nada. Natalia miró a Perla, y su sonrisa se esfumó. Su expresión se volvió extraña, como si estuviera pensando mucho en algo. Al final, asintió de manera rígida sin decir nada. —Mi nieta es buena en todo, pero es demasiado traviesa —dijo don Bernardo, sin rodeos. —William, ya que estás en Puerto Mar, ayúdame a guiarla un poco. Estaba creando oportunidades para que pasaran tiempo juntos. William sonrió con cortesía. —La señorita Natalia es bastante talentosa e inteligente. Creció bajo su atenta mirada, así que, ¿cómo podría ser traviesa? La respuesta hizo que don Bernardo se riera fuerte. —Siempre sabes qué decir. Natalia, aprovecha esta oportunidad para aprender de tu hermano William. —Lo haré, abuelo —respondió Natalia, sonrojándose mientras miraba a William con timidez. Sin embargo, William no mostró
Natalia dio un paso hacia adelante. Había estado mirando a William todo el tiempo y no se perdió el momento en que él agarró a Perla por la cintura para que no se cayera. ¡Esa vieja es una sin vergüenza! ¡Hasta estaba seduciendo a su propio hermano! ¡Zorra incestuosa!—¡Uy, César, ¡de verdad querías entrar a lo grande! ¡Jajajaja! —don Bernardo aplaudió y se rio. La fiesta de su cumpleaños había ido bien. Todas las personas importantes le habían mostrado respeto, lo que lo dejó muy satisfecho.César apartó rápidamente la mirada de la cintura de Perla y respondió con indiferencia: —Fue solo una coincidencia. Aunque parecía tranquilo mientras hablaba con don Bernardo, en realidad, su mente estaba en otro lado. Toda su atención estaba en Lorena.Después de la ceremonia, los invitados se dispersaron para hablar entre ellos. Perla bajó del escenario y tomó a William del brazo, llevándolo a un rincón más tranquilo. En voz baja, le contó todo lo que sabía. —¿Un matrimonio arreglado? —A W
Apenas dio dos pasos cuando Natalia la agarró fuerte del brazo. —¡Detente ahora mismo! Gritó furiosa, pensando que Perla iba a delatarla. El tirón fue tan fuerte que Perla perdió el equilibrio por un momento y su cuerpo se detuvo de golpe. Pero, lo peor fue lo que pasó después. La copa que Natalia tenía en la otra mano se derramó sobre su espalda. Tenía vino tinto. El líquido rojo resbaló por la piel clara de Perla, manchando el delicado vestido color beige que llevaba puesto. La mancha era obvia. Incluso algunas gotas habían salpicado su pelo. Desde lejos, César lo vio todo. Llevaba un rato siguiéndola sin llamar la atención, manteniendo cierta distancia para no asustarla si se acercaba de repente. Pero, cuando vio cómo Natalia la agredía, su expresión cambió de inmediato. Dio un paso decidido hacia adelante, listo para intervenir. En ese momento, su teléfono vibró en el bolsillo de su traje. Respondió la llamada mientras caminaba. —Jefe, hemos revisado dos vec