Capítulo 268
—Esta vez, invitaron a Perla a la exposición de arte en Playa Escondida. Dicen que es una mujer muy hermosa —dijo Rodrigo, con los ojos brillando de emoción. Mientras más hablaba del tema, más entusiasmo se le veía.

—No es como esos artistas viejos y canosos. Ella es joven y talentosa. Ojalá pueda invitarla a cenar.

Se rio un poco, claramente encantado con la idea.

—Si lograra que fuera mi novia, sería aún mejor —añadió, soñando en grande. A Rodrigo siempre le habían gustado las mujeres con un aire artístico y elegante.

César lo escuchaba, claramente molesto. Lo miró con desaprobación, pero Rodrigo no pareció darse cuenta.

—Vamos, no me mires así. Entre hombres no hay secretos. Si te gusta, te la dejo —dijo con despreocupación, como si Perla fuera algo que podía regalar.

Su actitud no sorprendía a César. Rodrigo había heredado la personalidad de su padre: un mujeriego sin remedio.

Había tenido tantas novias que ni siquiera podía contarlas.

Aunque las llamaba "novias", e
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