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Capítulo 4: Rania quiero escuchar tu respuesta.

Después de un mes sin saber nada de Rania, Brian decidió plantarse en la puerta de su casa. Sabía que su relación con ella debía mantenerse en secreto así que solo se presentó como un compañero de la Universidad, pero su tío le dijo que ella estaba con su familia y que no volvería tan pronto a casa.

Hamza se negó a decirle a Brian dónde vivía la familia paterna de Rania, el hombre no entendía porque aquel joven tenía tanto interés en su sobrina y eso no le gustó. Por lo tanto, cerró la puerta de casa en las narices de Brian, pero él no se iba a dar por vencido. Algo le decía que en aquel asunto había gato encerrado y Brian estaba dispuesto a accionar a todos los detectives posibles hasta descubrir dónde estaba su novia.

En el palacio de la familia Al Thani, Rania fue bañada por las criadas y tuvo que conocer a Fátima Al Thani la madre de su futuro prometido. La mujer se había quedado cerca desde que ella había llegado y junto con ella había otra más. Una tal Samira Al Maktum que resultaba ser la hija del emir de Dubái.

—¡Quítenle esa mugre que lleva encima, desde aquí me repugna su olor! —Escupió Fátima y Samira se tapó la nariz. —Huele a pobreza y gente sin clase alguna.

—Estoy segura de que Karim no soportará estar ni un minuto en la presencia de esta mujer. — Agregó Samira buscando humillar a la chica, todo para disimular su envidia. Rania no solamente se iba a casar con el hombre que la princesa siempre había deseado, sino que también era una mujer muy hermosa. Pues Samira a pesar de su status carecía de hermosura, ella se veía simple e insignificante al lado de la belleza de Rania.

La chica miró a la princesa con rabia, por sus intentos de menospreciarla. Ella pensaba contestar, pero hizo una mueca de dolor cuando la criada tiró de sus cabellos a propósito peinándola.

De la familia de Rania solo tenía presente en aquel baño a la esposa de su tío Idris, que se llamaba Hana y a su hija que al parecer trataba a la princesa como si fuera una diosa.

—Dudo mucho que esta mujer haya guardado su virtud. Escuché a alguien decir que es hija de una sucia adúltera. —Dijo Samira y Rania percibió esa punzada de desprecio en su voz, pero también había algo más que se notaba en el ambiente.

—Si no es virgen la mataremos por faltar al respeto a la familia Al Thani, pero sí lo es no debes preocuparte mi querida Samira. —Contestó Fátima tomando la mano de la princesa con un gesto maternal. –Esta porquería no se iguala a ti.

Cuando Rania salió de la bañera, Samira se plantó delante de ella.

—Una plebeya como tú jamás será suficiente para satisfacer a un hombre como el príncipe. Por eso yo seré la primera esposa cuando me casé con él y tú quedarás en el olvido. —Escupió Samira con una mirada triunfante.

—Por mí puede quedarse con ese príncipe enterito para usted princesa, porque si necesita comprar una mujer dudo mucho que sea un hombre de verdad. —Respondió Rania y su tía tiró de sus cabellos para reprenderla.

Rania tenía ganas de gritar, de huir y si posible hasta matar a alguien, pero ella sabía que su vida corría peligro entre aquella gente. Entonces solo podía aguantar hasta encontrar la forma de escapar de aquel lugar.

—Contestona, una mujer así se merece tener la lengua cortada. —Habló Fátima despreciándola con la mirada y Rania levantó la barbilla orgullosa, no pensaba tener buenos modales con aquella gente. Demasiado ya tenía con tener que soportarlos.

Después la emira y la princesa salieron de la habitación mientras que las criadas preparaban a Rania para conocer al príncipe. Le prepararon un vestido simple, que no llamaba mucho la atención y el maldito velo que ella tanto odiaba.

Rania estaba impresionada con la belleza del palacio, que supuestamente sería su nuevo hogar, pero para ella nada superaba la casa de sus tíos en Estados Unidos. La chica los echaba en falta y le habían permitido hablar con ellos un par de veces por teléfono. Ella sabía que estaban sufriendo por ella, pero que ellos también tenían sus manos atadas. Poco podía hacer el Gobierno de Estados Unidos para interceder por una ciudadana marroquí en su país, con las leyes que tenían.

En la gran sala de estar Idris esperaba por ella y Rania se puso a su lado por órdenes de su tía. Ella se dio cuenta de que estaban rompiendo con una parte de la tradición. La pedida de mano no se haría en la presencia de su padre, sino que en la de su tío y sin seguir la correspondiente ceremonia, apenas un encuentro rápido entre los novios.

Ella estaba nerviosa y agradecía de verse tan humilde con la ropa que Fátima había elegido para ella, con la intención de no realzar su belleza. Rania no quería llamar la atención de su prometido, ella solo quería ser rechazada por él y así poder volver a casa. Algo que Idris jamás permitiría en verdad, si no la casaba con el príncipe la vendería a algún empresario de Marruecos, pero eso era algo de lo cual la chica no tenía conocimiento.

Entonces de repente unas enormes puertas se abrieron, y bajo el umbral en forma de arco pasó el Emir acompañado de sus esposas y sus dos hijos mayores, uno de ellos su prometido. Rania rápidamente bajo la vista al suelo, ella no quería ver el hombre que la estaba comprando.

Karim miró a su prometida con curiosidad. Llevaba un vestido muy simple para una futura princesa, también se veía pequeña y delicada, pero algo en ella llamó su atención, el velo. Entonces rompiendo el protocolo el príncipe que debería dirigirse únicamente al tío de Rania caminó hasta a ella.

—¿Karim que estás haciendo? –Cuestionó Fátima desconcertada con la actitud de su hijo que la ignoró totalmente.

Rania se dio cuenta de que el ambiente en la sala era tenso y cuando escuchó los pasos de Karim no pudo evitar levantar la cabeza para mirarlo, su curiosidad fue más grande que sus ganas de rechazarlo y se quedó embobada cuando lo vio.

Era hermoso, mucho más de lo que ella se había esperado de un príncipe. Sus cabellos negros, la piel blanca y los ojos claros … un tono azul tan bonito que la dejó hipnotizada. No llegaba a los treinta años, pero su apariencia imponía respeto y se veía muy seguro de sí mismo.

—Me han dicho que te has criado en Estados Unidos, ¿eso es correcto? —Preguntó y Rania se estremeció, su voz eran tan bonita que parecía haberla hechizado.

Rania no sabía que contestar, hipotéticamente ella no podía dirigirle la palabra.

—Dime Rania, ¿es verdad que creciste en Estados Unidos? – Insistió y ella bajó la cabeza nerviosa, pero su mirada era tan dulce que Karim no quería apartar la vista de sus ojos y levantó su barbilla con la mano escandalizando a algunos de los presentes. —Por favor, contéstame.

—Es cierto, he pasado la mayor parte de mi vida en Estados Unidos. —Contestó con firmeza ignorando aquella sensación extraña que él estaba provocando en ella.

Karim la miró con curiosidad, una chica que había crecido lejos de sus tradiciones, pero llevaba el velo puesto. Eso le hizo preguntarse a sí mismo si era una mujer religiosa o si le habían obligado a llevar el velo.

—¿Te han obligado a ponerte el velo o ha sido tu elección? —Indagó y ella levantó el rostro sorprendida por la pregunta, después miró a su tío que le apretó el brazo haciéndola jadear, una actitud que causó desagrado en el príncipe.

Karim no permitiría que nadie maltratase una mujer delante de él. Entonces agarró la mano de Idris apartándola de la chica y el hombre lo miró molesto, pero no podía hacer o decir nada. Él no era quien para enfrentarse al príncipe.

—Rania quiero escuchar tu respuesta. ¿Llevas el velo porque quieres o te lo ha impuesto alguien? —Pregunta otra vez, pero mirando a Idris directo a los ojos.

Rania no entendía el motivo de su interés, supuestamente era lo que querían todos los hombres. Una mujer que fuera obediente, religiosa y recatada, pero ella no era nada de eso. Así que contestó sin miedo a las represalias.

—Me han obligado a llevarlo de la misma manera que me han forzado a aceptar este compromiso. — Declaró con fiereza y el príncipe sin decir nada llevó la mano a su velo.

Su piel rozó con la de ella apenas por un segundo, pero fue suficiente para provocar una corriente eléctrica que recorrió sus cuerpos. Rania dejó de respirar en ese momento y Karim tiró del velo soltando su largo cabello.

Su belleza era sin duda digna de una reina, era perfecta en todos los sentidos de la palabra y Karim se pegó una bofetada mental pensando que no era posible que la belleza de otra mujer lo cautivara tanto, cuando él solo tenía ojos para su novia que estaba en Florida, Amanda.

Pero él no fue el único que se impresionó con lo hermosa que era la joven, su hermano Amín, un hombre caprichoso y que envidiaba a su hermano también se vio encantado por la belleza de Rania.

El corazón de Rania aceleró cuando el velo cayó al suelo y Samira que también estaba presente sintió envidia por la manera como el príncipe miraba a la plebeya y todos se sorprendieron al escuchar sus palabras.

—No quiero que vuelvas a llevar el velo nunca más, a menos que tú decidas hacerlo y si de verdad eres una mujer que sabe lo que vale, espero que jamás lo hagas. —Habló con seriedad.

Karim tomó una cajita de terciopelo roja que estaba guardada en su bolsillo y sacó de su interior un bellísimo anillo de diamantes que llevaba siglos en la familia Al Thani, después lo puso en el dedo de Rania.

—A partir de ahora eres mi prometida y como nuestras familias han acordado dentro de muy poco se realizará nuestra ceremonia de matrimonio. —Dijo mirándola a los ojos y sintió la tristeza en ellos, él la entendía. Estaba seguro de que Rania debía tener unas ganas terribles de huir al igual que él. —Espero que podamos sacar de nuestra unión algo bueno para los dos o por menos intentarlo.

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