Una persona no sabe lo que significa la palabra terror hasta que no ve al mismísimo diablo delante de sus ojos. Eso descubrió Amín Al Thani cuando despertó encontrándose con Derek Anderson. —¡Hola princesa, ya empezaba a preocuparme! —bromeó Derek con una sonrisa que no llegó a sus ojos, pero su satisfacción era evidente. Amín tenía una mordaza en la boca y sus ojos parecían a punto de saltar de sus órbitas. —He traído a unas amigas que te guiarán al infierno. —contó Derek abriendo con Reich una caja llena de serpientes negras. —¿Te gustan los réptiles? A mí me fascinan. —confesó. —¿Sabe una cosa princesa? Hace unos años yo tenía una preciosa Mamba Negra como mascota y todos los días le daba de comer una rata viva. Hoy volveré a hacerlo, como en los viejos tiempos. Amín comenzó a forcejear con sus ataduras desesperado. Tenía la muerte enfrente y sin posibilidad de escapatoria. Bueno, lo cierto es que había una esperanza…El hijo pequeño de Hudad Al Thani vio a su hermano mayor se
Meses después. El Emir expresó aquellas palabras con convicción. No iba a permitir que nadie se interpusiera entre su familia y la felicidad que se merecían, pero unos días después del horrible final que su propio hermano eligió para sí mismo, la vida les quitó al Emir y a su Amira algo que ellos ni siquiera tuvieron tiempo de disfrutar. En el hospital, y tras pasar varios exámenes para asegurar que Rania se encontraba bien tras recibir un disparo, los médicos anunciaron que ella esperaba un bebé de muy pocas semanas, pero apenas un par de días después por todo el estrés vivido, la esposa del Emir sufrió un aborto perdiendo al que niño que sería el tercer heredero de la familia Al Thani.Una mañana Rania miraba los zapatitos rojos con dos lazos de oro que ella guardó en una cajita como si fuera una joya, y al lado puso una prueba de embarazo que había salido positiva. La Emira limpió sus lágrimas pensando en el bebé que perdió unas semanas después de haber sido secuestrada por
El cielo de Nueva York se veía gris y la lluvia bañaba las calles de la ciudad. El día perfecto y el peor para realizar un entierro. En el cementerio Rania entró tomada de la mano de Karim. Ambos robaron la atención de los invitados con su llegada, pues todo el mundo ya conocía el rostro de la realeza saudí, pero lo que no sabían muchos de los miembros de la alta sociedad estadounidense es que la joven marroquí que conquistó el príncipe árabe, también había ganado el corazón del heredero de los Harrisburg. Entre Brian y Rania pasaron una infinidad de sucesos que los separó, rompiendo así todo el cariño que se tenían, y matando las esperanzas de Brian de algún día volver a recuperarla. Pero por todo lo que algún día vivieron Rania sintió que no podía dejarlo solo en un momento tan oscuro de vida. Rania buscó con la mirada ver a su exnovio entre todas las personas que vestían de negro rodeando el lugar donde enterraban a la madre y a la hermana de Brian, pero no lo encontró. -Brian n
El Consejo Supremo de los Emiratos Árabes Unidos estaba roto, todos los emires y jeques, a excepción de Rashid Al Malktum, habían dado por terminadas sus alianzas con Karim Al Thani. Hombres viejos que se negaban a aceptar ver una mujer decidiendo por su vida. En la mesa de su escritorio, Karim podía ver una infinidad de cartas, notas, cajas y objetos enviados para amedrentarlo. Una gran variedad de amenazas de muerte que no servirían para pararle los pies al Emir. Karim Al Thani descubrió y aceptó, al lado de la mujer que amaba, cuál era su misión en la vida y estaba preparado para luchar contra todos sus enemigos y cualquier obstáculo por una justicia que tantas mujeres se merecían. -No tienes porqué hacer esto solo Karim, podemos seguirte y estar a tu lado hasta el final. -dijo Nader angustiado por la decisión que su amigo y socio había tomado.-Por favor, Karim, esta es una lucha de todos y no sólo tuya.-insistió y Jax que estaba a su lado lo apoyó. -Algunas mujeres quieren segu
Dos años después… Rania estaba abrumada con tanta atención por parte de su marido. No terminaba de acostumbrarse a ser consentida como a una reina. Karim no escatimaba a la hora de darle a su esposa los mejores regalos y menos el cariño, el amor y la pasión que le dedicaba. —¡Habibi esto es una verdadera exageración! —se escandalizó Rania mientras Karim cubría su cuerpo de besos después de haberla rodeado con las joyas más caras del mundo. —Tantas joyas para una sola mujer llega a ser obsceno… ¡Esto es demasiado! Karim levantó la cabeza para mirarla, después de haberle dado otro orgasmo con su boca aquella mañana, subiendo a los labios de su mujer para besarla y responder. —Nunca es demasiado cuando se trata de consentir a mi reina, a la mujer de mi vida. No pienso parar hasta poner el maldito universo a tus pies. Para ti todo, Rania Al Thani, porque sin ti no hay nada. Rania ronroneó cuando Karim mordió su cuello antes de llevarla a la bañera de hidromasaje. El Emir había amanec
—Dame otro beso… solo uno más y te dejo ir. —Suplicó Brian con carita de perro abandonado. —Dale otro beso Rania, sino luego se pone insoportable. —Pidió Kate, la mejor amiga de Rania viendo como Brian miraba a su amiga embobado. —No Brian, déjame ir y deja de apoyarlo Kate, eres mi mejor amiga y no suya. Si vuelvo a llegar tarde mi tío me mata y con razón. —Contestó Rania esquivando los besos de su novio. Rania Hassan tenía veinte años, era una bella chica de rasgos árabes, larga melena negra y ojos color miel, la obsesión de su novio Brian Harrisburg, un joven que pertenecía a una familia acaudalada. Era el mejor partido de la Universidad donde estudiaban Ingeniería Petrolera y era el deseo de todas sus compañeras, pero sólo tenía ojos para su reina del desierto… como la llamaba. —¿No estás cansada de trabajar en la tienda de alfombras de tu tío? —Preguntó insistiendo en lo mismo, aunque Rania le daba siempre la misma respuesta. —Para nada Brian, adoro trabajar con mis tíos en
Fueron largas horas de vuelo, un viaje que le ofreció a Rania la oportunidad de arrepentirse unas cuantas veces. Ella no sabía lo que iba a decir a la familia de su padre, ni siquiera recordaba a la mayoría de sus parientes. Entonces pensaba despedirse de Ibrahim y regresar lo más pronto posible a Estados Unidos. En el aeropuerto Rania fue recibida por el hermano mayor de su padre, su tío Idris. Era un hombre muy serio, de aspecto frío y distante. Se notaba que era una persona muy religiosa, pues llevaba el turbante puesto y nada más verla con sus cabellos sueltos gruñó en desaprobación. —Jamás he llevado el velo y no lo haré ahora tío. –Dijo con determinación cuando Idris le entregó la prenda. —No estás en Estados Unidos y aquí incluso las occidentales llevan el velo si es necesario. No vaya a ser que te confundan con una cualquiera… demasiado ya tienes con ser hija de una adúltera. Rania se puso el velo al ver que otras mujeres también lo hacían. Además, solo estaría un par de
Un mes después. —¡No me vas a obligar a casarme, te lo he dicho muchas veces Hudad! –Se negó Karim a aceptar el camino que su padre estaba marcando para él, ni iba a permitir que un hombre tan cruel como el Emir de Arabia Saudí le impusiera algo. Karim no había nacido para doblegarse ante nadie. –Un matrimonio concertado es lo más anticuado que existe y yo no voy a obligar a una mujer a unirse a mí obligada… ¡jamás lo haré! —Pues ese “jamás” ha llegado a su fin. Te casarás con esa joven que elegí para ti y lo harás bajo mis condiciones. —Refutó Hudad con satisfacción. —Amo a otra mujer y pienso vivir mi vida con ella. Por lo tanto tendrás que buscar a otro que acepte tus putas condiciones. —¡Ten mucho cuidado con la manera como te diriges a tu padre, Karim! —Le advirtió Hudad. —Sigo siendo el Emir y otros terminaron muertos por mucho menos. —Lo que no será mi caso, porque según tú yo soy tu heredero y el futuro Emir de este Emirato. —Espetó Karim. —Pero por mí puedes dar ese “ho