—¡Felicidades querida que Alá bendiga tu vientre y puedas honrar a tu marido con un hijo varón sano y fuerte! Esa fue una de las tantas felicitaciones que Rania había escuchado durante la ceremonia de su boda. Le resultaba innecesario la celebración, ellos ya habían firmado el acta de matrimonio ante el Sheikh, el maestro de ceremonia y por supuesto su tío Idris, el Emir y otro hombre más habían sido testigos de su unión con el príncipe. Ella y Karim estaban sentados en tronos hechos de oro, el príncipe hablaba poco y no contestaba a los buenos deseos que le brindaban los invitados. Rania podía ver lo triste y distante que estaba, y tenía la seguridad de que debía verse de la misma manera. Toda aquella hipocresía le daba asco, pero una de las felicitaciones le causó una emoción diferente, no le pareció repugnante, sino que le resultó ser lo más triste que podría escuchar en aquel día. Una mujer de baja estatura se acercó a ella con mucha timidez. Rania ya la había visto algunas ve
El problema no era confiar, era pasar por tal humillación y no salir completamente rota de aquel momento tan degradante. Rania siempre se había considerado una romántica que soñaba con su primera vez de ensueño. Ella no había guardado su virginidad por las creencias de su familia, sino que lo había hecho porque creía de verdad que algo tan especial debería ser vivido al lado de alguien a quien amas, abrir su intimidad para otra persona por primera vez tenía que ser algo memorable. Como otras chicas con sus mismas ideas, ella esperaba a su príncipe encantado… pero allí estaba sintiendo como las manos de un príncipe bajaban despacio el albornoz hasta que cayó a sus pies y el calor del hombre a su espalda. El escalofrío que había sentido cuando Karim lavó sus pies no era nada comparado a todo lo que estaba sintiendo en ese momento. El príncipe la giró muy despacio para mirarla de frente, pero Rania cerró los ojos, ella no quería guardar absolutamente nada de aquella experiencia en su m
—Rania ha demostrado ser digna de su esposo, con eso ya puedes estar tranquilo. –Anunció Hana, la esposa de Idris bajando la cabeza delante de su esposo y él esbozó una gran sonrisa. —Con eso estoy más cerca de lograr todos mis objetivos. –Susurró.Los dos estaban hablando en un rincón del jardín en mitad de la noche. Idris no hablaba sobre sus planes dentro del palacio pues sabía que el Emir lo vigilaba e incluso lo veía capaz de haber puesto micrófonos en su habitación. —Rania solo tiene que dar un hijo al príncipe para afirmarse a su lado. Después de eso obligaré al Emir a darme un puesto en el Consejo Supremo. –Reveló Idris y su mujer lo miró preocupada, en sus ojos había demasiada ambición. —¿No crees que estás presionando demasiado al Emir, mi marido?–Preguntó y Idris la miró molesto. –Él te ha dado muchos negocios, vivimos muy bien en Marruecos y ahora Rania está casada con el principe.Gracias a eso nuestra hija también tendrá un buen esposo. El Emir es un hombre peligroso y
Después de aquella noche Rania no había vuelto a ver a Karim. Cuando ella amaneció en su cama al día siguiente estaba sola con Aisha que le comunicó que el príncipe la había hecho jurar que no se separaría de su esposa en ningún momento, que a partir de aquel instante Aisha era la nueva empleada personal de Rania y eso fue lo único que supo la chica de él durante días. Cuando finalmente se recuperó, Rania tuvo que volver a compartir la mesa con la familia real en las comidas, pero le resultaba raro tener que comer algo preparado únicamente por Aisha pues según la criada ella necesitaba cuidarse después de su reciente enfermedad. También era incómodo estar en la misma mesa que Fátima, pues Rania podía sentir la mirada de su suegra sobre ella, pero también era el único momento del día en que veía a su esposo. Él estaba seguro de que ella debía sentirse incómoda a su lado y por eso había decidido seguir manteniendo la distancia entre ellos, pero no podía dejarla sola pues no confiaba
Estar en un aeropuerto era como ver la puerta de la jaula abierta, desear volar y sentir que tus alas están bloqueadas, que no puedes hacerlo. Rania caminaba al lado de Karim dirigiéndose al jet privado pensando en eso. Detrás de ellos iban Malika y Amín, y alrededor custodiando a los hijos del Emir iban más de diez escoltas. Pero no eran esos hombres lo que le impedían escapar, era el acuerdo que había hecho con Karim. Rania sabía que si decidía huir en aquel momento seguramente el mismísimo príncipe la acompañaría al avión, pero su libertad sería el encierro de por vida de una niña inocente al lado de un monstruo. Entonces por la hermana de su esposo, Rania decidió subirse al jet y ejercer de buena esposa. El viaje le resultó incómodo, durante el vuelo Rania tenía la sensación de que Amín no dejaba de observarla y estaba en lo cierto. El hermano pequeño de su esposo estaba cada vez más obsesionado con ella y ya le costaba disimular. En el hotel los miembros de la familia real fue
—¡Majestad, el chofer ya está esperando en la entrada del hotel! – Le notificó uno de los escoltas y Karim echó un ojo a su reloj para ver la hora. Estaba impaciente y a nada de llamar a la puerta de la habitación de Rania. Todo el equipo que había ido para prepararla ya se había marchado desde hacía más de media hora, pero ella seguía encerrada. —¡Rania! –La llamó con un tono de preocupación. –¿Va todo bien? —¡Sí, ya salgo!–Exclamó la chica y Karim se apartó de la puerta, él no sabía exactamente porqué, pero se sentía ansioso por verla. –¡Ya estoy lista! Rania abrió la puerta guardando un labial dentro de la pequeña cartera plateada y que conjuntaba con el vestido que se pegaba a su piel resaltando su figura. Su cabello recogido en un moño bajo, unos pendientes simples que eran la única joya que llevaba y poco maquillaje. Se veía hermosa y cuando levantó el rostro para ver a su esposo, el príncipe estaba de pie a unos metros de ella embobado. Su sorpresa era tan evidente que Rani
—Rania, por favor dime si estás bien. –Insistió Karim al ver que ella no reaccionaba. Rania parecía tener la mente perdida en alguna parte, y lo estaba, perdida en los recuerdos de su madre, pero se pegó una bofetada mental para volver a la realidad. —Sí me encuentro bien. –Contestó, pero Robert la miraba intrigado y Karim sintió que no decía la verdad.-¿A qué hora empieza la fiesta? —Bueno, ya ha empezado en realidad, pero queríamos tener unos momentos con Jax antes de irnos porque ese cabrón suele divertirse de otra manera. –Dijo Karim echando una mirada cómplice a su amigo que seguramente ya tendría con quien celebrar su victoria entre cuatro paredes. —Y debo decirte que tienes razón hermano, ustedes pueden irse a la fiesta que yo tengo que quitarme de encima toda esta tensión. —¡Jax hijo por favor, no nos interesa saber de tus intimidades! –Lo regañó su madre y él dejó un beso en su mejilla. —Solo quiero que sepan que estaré bien mamita.- Contestó y después se giró para habla
En la piscina del hotel Hilton Doha, Jax se sentó en una tumbona delante de Malika que estaba de pie entrelazando las manos con nerviosismo. La chica miraba hacia los lados con ansiedad evitando la mirada del piloto, pues le daba vergüenza estar allí con él. Estaban solos en aquella parte del hotel, donde únicamente se escuchaba el sonido del mar y de las pantallas que daban al exterior donde los periodistas comentaban la carrera que Jackson había ganado unas horas antes, hablando sobre su gran desempeño. —¿No te quieres sentar? –Preguntó mirándola con curiosidad y Malika se dirigió a otra tumbona que estaba a varios metros de él. –¿Pero por qué te vas tan lejos? —No puedo sentarme al lado de un hombre que no sea mi marido y menos tan cerca. – Contestó con la voz muy baja y Jax tuvo que aguzar los oídos para poder escucharla. —¿Por qué hablas tan bajo, cómo si tuvieras miedo de algo? –Pregunta intrigado y la vio encogerse. —Amín dice que mi voz es muy irritante, no le gusta escu