Rania y Karim salieron del salón para tomar aire después de estar un buen rato animando la fiesta. Definitivamente habían sido los reyes de la noche, juntos habían acaparado todas las atenciones. Los dos se apoyaron en la barandilla de la terraza, respiraron profundamente porque estaban casi sin aire y al mirarse entre ellos empezaron a reírse como dos adolescentes después de hacer una travesura. —¡Por Allá, hacía mucho tiempo que no bailaba tanto y menos en una fiesta como estas! –Dijo Karim con la respiración acelerada. —Pues eres un gran bailarín, me ha costado mucho seguir su ritmo majestad. –Contestó Rania antes de tomar aire y se perdieron en una conexión visual por un minuto entero. Muchos invitados de la fiesta se habían animado a bailar junto con la pareja real, que había disfrutado del momento como nunca. Fue una magnífica noche de diversión y entretenimiento. En la cual los dos se olvidaron de su verdadera realidad, de quiénes eran, de lo poco afortunados que eran en el
Karim se apartó de ella incómodo con su declaración, intentando encajar el golpe de que su esposa le había echado en cara que tal vez estuviera enamorado de la mujer equivocada, cuando para el príncipe era Rania la que se había equivocado. —¿Entonces podría decir que el tuyo también lo hizo? –Cuestionó Karim y Rania lo miró confundida. —¿A qué te refieres? —A que una mujer como tú, que sabe lo que significa que un hombre quiera adueñarse de ella, doblegarla ante su voluntad, no debería amar a un hombre como Brian Harrisburg. –Gruñó y ella se puso de pie molesta para encararlo. —No sabes lo que estás diciendo, no conoces a Brian y no puedes juzgarlo sin más. —¡Escuché lo suficiente aquel día cuando permití que te vieras con él y sinceramente Rania ese hombre no es para ti. Una mujer con tu fuerza, con ese espíritu tan libre que tienes no debe tener a su lado un hombre que solo está preocupado de marcar su puto territorio, que desea tenerte y ser el primero en tu vida para estar se
—Aquí no hay nada en este lugar, Dusán. –Gruñó Karim abriendo la última puerta que estaba cerrada en un palacete abandonado que había pertenecido a su abuelo. –Mi hermana no está aquí y dudo mucho que haya estado en algún momento. —Lo siento mucho, majestad. Estábamos seguros de que esta vez sí la encontraríamos. –Lamentó el asistente personal del príncipe.Karim había descubierto una propiedad antigua de su familia en la frontera con Yemen. El palacete estaba abandonado y por eso podía haber sido un lugar que el Emir podría haber utilizado para esconder a Farah, pero cuando el príncipe llegó a la propiedad con sus hombres perdió por completo las esperanzas. En la entrada del palacete no había nadie y ni en los alrededores. El príncipe con sus hombres irrumpió en el lugar sin ningún problema y eso era una evidente señal de que nadie lo estaba custodiando, pues no había nada que custodiar… la propiedad estaba vacía. —Tengo que encontrarla, necesito salvar a mi hermana de mi padre. –
Risas, chistes, bromas y una complicidad que se notaba en sus miradas, así iban Karim y Rania por el centro de Dubái. Karim había insistido en comprar elegantes trajes para su esposa y carísimos accesorios, ignorando las protestas de Rania, pues para ella todo era una exageración. Las tiendas tenían su hora de cierre y ellos habían llegado un poco tarde, pero por tratarse del príncipe heredero de Arabia Saudí, mantuvieron las tres mejores tiendas de Dubái abiertas especialmente para la pareja real. Todo había sido de lo más divertido, Rania y Karim rompían los esquemas. Él estaba encantado con las compras y ella harta de seguir probándose todo tipo de ropa. Unas horas más tarde Karim reservó para ellos una mesa en el restaurante más alto del planeta, el At. mosphere'. Karim iba a vestido con un Jersey azul oscuro de Tom Ford y vaqueros ajustados negros. Rania a su vez llevaba un vestido blanco de mangas largas, ajustado a su cuerpo y con una fenda lateral que invitaba a perderse en
El príncipe sentía que se iba a volver loco por la desaparición de su esposa. Karim recorrió toda la ciudad buscándola, había movido todos los cuerpos de seguridad e incluso había sacado de la cama al Emir de Dubái. Rashid Al Maktum, el padre de la princesa Samira y un gran amigo de Karim, pero tanto esfuerzo parecía no servir de nada. Rania llevaba horas desaparecida y no lograban encontrarla. —¿Pero qué ha sucedido para que tu esposa se esfumara de esta manera Karim? –Inquirió Rashid viendo como el príncipe daba vueltas de un lado a otro. Rashid lo conocía desde que era un niño y aquella era la primera vez en que lo veía tan desesperado. —Cometí una estupidez Rashid, no pude controlarme y ahora la perdí. No tenía que haberla besado. –Habló con exasperación y Rashid negó con la cabeza. Lo cierto es que el hombre también había pasado por una situación parecida con su segunda esposa, se había enamorado de ella después del matrimonio y tenía claro que aquello le podía suceder a cual
Rania estaba delante de la mesa donde habían dejado la maqueta de la nueva plataforma petrolera. La chica se veía hermosa tan natural, solo llevaba puesta una bata de seda que le llegaba hasta la mitad de los muslos cubriendo su fino camisón y Karim sonrió al verla llevarse el dedo a la boca. Rania no se comía las uñas cuando estaba nerviosa, pero sí mordisqueaba la punta de su dedo índice cuando no tenía cerca un bolígrafo para morder y Karim ya se había dado cuenta de eso. —Deberías estar descansando princesa, mañana será un gran día para su majestad. –Dijo Karim sonriendo cerrando la puerta del despacho y ella se sobresaltó. –Es muy tarde y mañana la reunión será temprano. —Solo estoy mirando los últimos detalles para estar segura de que todo saldrá bien. –Se justificó Rania cerrando un poco su bata con timidez cuando Karim se acercó. —El proyecto es perfecto Rania, has hecho un gran trabajo con Nader y estoy seguro de que los inversores también lo aprobarán. –Aseguró Karim ende
En el momento que el sonido de los tacones invadió la sala de reuniones, todos los hombres que estaban sentados alrededor de la larga mesa de madera maciza se giraron para ver a la hermosa mujer de rojo que entraba por la puerta. Entre ellos habían japoneses, árabes, americanos y europeos. Solo estaban presentes los mejores inversores de la industria petrolera y todos seguían a Karim fielmente en cualquiera de sus nuevos proyectos, pero con Rania la situación era diferente. La chica se presentó y los árabes la ignoraron por completo continuando con su charla como si ella no estuviera mientras que los demás la miraban con curiosidad y expectación. Rania no era solamente muy bella, sino que era también muy joven, algo que para ellos no era habitual en aquel mundillo tan exclusivo de los magnates del famoso oro negro. Entonces cuando ella se sentó en el lugar de Karim encabezando la mesa algunos se quedaron impactados y otros, como los árabes por ejemplo, se levantaron escandalizados.
—¡Rania! –Exclamó Karim desconcertado. Su esposa había entrado en la oficina justo cuando Amanda lo besó después de enterarse de todos los motivos por los cuáles él se había casado… un beso que pilló al príncipe desprevenido y antes de que pudiera apartarse de la chica Rania apareció. Amanda se giró para ver a la mujer y se quedó aturdida mirandola por unos minutos. Las dos se reconocieron mientras que Karim no sabía dónde meterse. La mujer de cabellos dorados había visto algunas fotos de la esposa de Karim en las noticias. Se veía muy bella en todas, pero en persona Rania era mucho más hermosa y en lo único que Amanda pudo pensar era en el hecho de que esa hermosa mujer era la que vivía bajo el mismo techo que el hombre que ella amaba, su mujer ante todos, la que cargaba el anillo en su dedo. Sin saber cómo reaccionar y mucho menos seguir viendo a la bella esposa de Karim mientras que esta los miraba a los dos con tantos sentimientos encontrados. En la noche anterior Karim había