El príncipe sentía que se iba a volver loco por la desaparición de su esposa. Karim recorrió toda la ciudad buscándola, había movido todos los cuerpos de seguridad e incluso había sacado de la cama al Emir de Dubái. Rashid Al Maktum, el padre de la princesa Samira y un gran amigo de Karim, pero tanto esfuerzo parecía no servir de nada. Rania llevaba horas desaparecida y no lograban encontrarla. —¿Pero qué ha sucedido para que tu esposa se esfumara de esta manera Karim? –Inquirió Rashid viendo como el príncipe daba vueltas de un lado a otro. Rashid lo conocía desde que era un niño y aquella era la primera vez en que lo veía tan desesperado. —Cometí una estupidez Rashid, no pude controlarme y ahora la perdí. No tenía que haberla besado. –Habló con exasperación y Rashid negó con la cabeza. Lo cierto es que el hombre también había pasado por una situación parecida con su segunda esposa, se había enamorado de ella después del matrimonio y tenía claro que aquello le podía suceder a cual
Rania estaba delante de la mesa donde habían dejado la maqueta de la nueva plataforma petrolera. La chica se veía hermosa tan natural, solo llevaba puesta una bata de seda que le llegaba hasta la mitad de los muslos cubriendo su fino camisón y Karim sonrió al verla llevarse el dedo a la boca. Rania no se comía las uñas cuando estaba nerviosa, pero sí mordisqueaba la punta de su dedo índice cuando no tenía cerca un bolígrafo para morder y Karim ya se había dado cuenta de eso. —Deberías estar descansando princesa, mañana será un gran día para su majestad. –Dijo Karim sonriendo cerrando la puerta del despacho y ella se sobresaltó. –Es muy tarde y mañana la reunión será temprano. —Solo estoy mirando los últimos detalles para estar segura de que todo saldrá bien. –Se justificó Rania cerrando un poco su bata con timidez cuando Karim se acercó. —El proyecto es perfecto Rania, has hecho un gran trabajo con Nader y estoy seguro de que los inversores también lo aprobarán. –Aseguró Karim ende
En el momento que el sonido de los tacones invadió la sala de reuniones, todos los hombres que estaban sentados alrededor de la larga mesa de madera maciza se giraron para ver a la hermosa mujer de rojo que entraba por la puerta. Entre ellos habían japoneses, árabes, americanos y europeos. Solo estaban presentes los mejores inversores de la industria petrolera y todos seguían a Karim fielmente en cualquiera de sus nuevos proyectos, pero con Rania la situación era diferente. La chica se presentó y los árabes la ignoraron por completo continuando con su charla como si ella no estuviera mientras que los demás la miraban con curiosidad y expectación. Rania no era solamente muy bella, sino que era también muy joven, algo que para ellos no era habitual en aquel mundillo tan exclusivo de los magnates del famoso oro negro. Entonces cuando ella se sentó en el lugar de Karim encabezando la mesa algunos se quedaron impactados y otros, como los árabes por ejemplo, se levantaron escandalizados.
—¡Rania! –Exclamó Karim desconcertado. Su esposa había entrado en la oficina justo cuando Amanda lo besó después de enterarse de todos los motivos por los cuáles él se había casado… un beso que pilló al príncipe desprevenido y antes de que pudiera apartarse de la chica Rania apareció. Amanda se giró para ver a la mujer y se quedó aturdida mirandola por unos minutos. Las dos se reconocieron mientras que Karim no sabía dónde meterse. La mujer de cabellos dorados había visto algunas fotos de la esposa de Karim en las noticias. Se veía muy bella en todas, pero en persona Rania era mucho más hermosa y en lo único que Amanda pudo pensar era en el hecho de que esa hermosa mujer era la que vivía bajo el mismo techo que el hombre que ella amaba, su mujer ante todos, la que cargaba el anillo en su dedo. Sin saber cómo reaccionar y mucho menos seguir viendo a la bella esposa de Karim mientras que esta los miraba a los dos con tantos sentimientos encontrados. En la noche anterior Karim había
Karim no contestó a su pregunta, no le dijo absolutamente nada. Solamente agarró la pequeña maleta con la cual Amanda había llegado a Arabia Saudí, la guardo en el maletero de su Porshe y se fue con la chica de la empresa. Amanda iba sonriendo todo el trayecto, expectante con la noche de amor que esperaba pasar al lado de su príncipe y feliz por creer que Karim aún seguía enamorado de ella, que posiblemente sus celos le habían dado la falsa sensación de que él ya no la amaba. Hasta que empezó a reconocer aquel camino por donde Karim la llevaba, pues ella lo había recorrido aquella misma mañana y entonces entendió que estaba en lo cierto, el amor se había perdido. Amanda miró al príncipe buscando algún rastro del hombre que amaba, de ese amor que habían vivido juntos. Pero cuanto más se acercaban a su destino, más lágrimas salían de sus ojos por la tristeza que se estaba apoderando de su corazón, hasta que finalmente llegaron al aeropuerto donde podrían un final a todo. Karim se fue
—¡¿Qué está pasando aquí?! –Exclamó el Emir asombrado con aquella escena. Su hijo mayor casi matando al menor a golpes, aunque no era la primera vez que sucedía, pero sí era la peor de sus peleas. –¡Sepárenlos! –Ordenó y rápidamente los guardias inmovilizaron a Karim que parecía una bestia. —¡Te voy a matar Amín, esto me lo vas a pagar! –Rugió Karim forcejeando con los guardias, estaba deseando terminar lo que había empezado, ciego y sordo para cualquier cosa que no fuera reventarle la cara a su hermano. La ira en sus venas había sacado al animal que llevaba dentro. —¿Qué le hiciste a tu hermano esta vez? –Interrogó el Emir mirando su hijo pequeño viendo como Amín mal podía levantarse y los guardias tuvieron que ayudarlo. Amín tenía el rostro bañado en sangre. –¿Por qué lo has atacado de esa manera Karim? —¡Encontré a tu maldito hijo intentando violar a mi mujer! –Exclamó Karim con rabia. El Emir hizo una señal a sus guardias que soltaron a Karim y por más que él deseaba s
El Emir se levantó de la silla y se dirigió a la puerta. Karim lo siguió hasta la habitación de Amín y cada uno llevaba consigo su propio equipo de seguridad. Nada más entrar Karim vio a su hermano siendo atendido por un médico y a Malika con un velo blanco en la cabeza conjuntado con su ropa de dormir, le llamó la atención escuchar que estaba llorando. La chica estaba en el suelo sentada arrinconada, lloraba asustada y el príncipe pudo ver una mancha de sangre en el velo. Malika de repente sintió las manos de Karim sujetándola con delicadeza para levantarla del suelo mientras que empezaban a escuchar los exabruptos de Amín que hablaba con el Emir. —Lo siento mucho, siento por lo que Amín le hizo a Rania…ella no se merecía algo así. mi esposo es un hombre muy malo. –Habló la chica nerviosa y Karim levantó su velo para mirarla, y vio que su hermano la había golpeado salvajemente, algo que solo aumentó las ganas que tenía de matarlo. —¡¡Yo también soy tu hijo, no puedes sacarme de
—¿Por qué dice mi madre que no debemos levantar la mirada del suelo mientras esté Jax aquí de visita?–Preguntó Dalia, la hermana de Karim de apenas once años, dando vueltas alrededor de la mesa donde Malika, Aisha y Rania tomaban el té mientras que la esposa de su hermano mayor organizaba los asuntos de su gran proyecto. —Dice la Emira que el señor Jackson Kavanagh es un hombre nacido del pecado y por eso su mirada puede llevarnos a arder en el infierno para toda la eternidad. Ese señor es el pecado personificado y su apariencia física puede llenar nuestra mentes de pensamientos impuros. – Contestó Aisha y la niña empezó a reírse. —Que cosa más tonta, yo no sé lo que es un pensamiento impuro, ¿qué es Rania? –Preguntó la niña con interés y pasó los dedos por sus largos cabellos oscuros como la noche. —Eres muy pequeña para saber estas cosas, más adelante te contaremos, y en cuanto al amigo de Karim no creo que sea cierto lo que dice mi suegra. Conocí a Jackson en Qatar y me pareció