La noche era espesa, cargada de un silencio inquietante. El único sonido en la habitación era el constante golpeteo de las teclas mientras Alexander escribía.Luciana estaba a su lado, pero su atención no estaba en la pantalla, sino en él.Seguía siendo el mismo hombre frío y distante. Su postura rígida, su expresión impasible… pero había algo diferente en su mirada.Algo que lo hacía más peligroso.Porque ahora no estaba escribiendo por obligación, sino por decisión.Pero antes de que pudiera decir algo, el estruendo de un disparo rompió el silencio.El AtaqueEl cristal de una ventana estalló en mil pedazos.Luciana se lanzó al suelo por instinto, sintiendo cómo Alexander la empujaba con fuerza, protegiéndola con su propio cuerpo.—¡Mierda! —gruñó Alexander, tomando su laptop y metiéndola en una mochila.Otro disparo.Isabella apareció en la puerta, con la mirada afilada.—Nos encontraron.Gabriel maldijo entre dientes y sacó un arma de su abrigo.—No podemos quedarnos aquí.Alexand
Alexander se encontraba de pie frente a la ventana, con las manos hundidas en los bolsillos y la mandíbula firmemente apretada. Su mirada estaba fija en algún punto lejano en la oscuridad, como si en ella pudiera encontrar respuestas que no tenía.Luciana lo observaba desde el sofá, intentando interpretar los silencios que se habían instalado entre ellos desde el ataque en el almacén. La tensión parecía haber creado un muro invisible que ninguno de los dos sabía cómo cruzar.Finalmente, Alexander rompió el silencio, aunque sin volverse hacia ella.—Deberías irte, Luciana.Sus palabras cayeron con la fuerza de una sentencia. Luciana sintió una punzada en el pecho, pero mantuvo su voz firme al responder.—No pienso irme. Sabes muy bien que esto también es asunto mío ahora.Él giró lentamente, enfrentando su mirada por primera vez en horas. Su expresión era la misma de siempre, fría e impenetrable, pero sus ojos, siempre tan controlados, mostraban un leve destello de preocupación que él
Alexander permanecía sentado frente al escritorio improvisado, observando fijamente la pantalla de su portátil, aunque en realidad no veía absolutamente nada. Su mente estaba lejos, atrapada en el torbellino de revelaciones que lo atormentaban.Eleanor Graves.La mujer en la que había confiado durante años; su editora, su aliada, ahora se revelaba como una enemiga implacable, involucrada directamente con quienes intentaban silenciarlo. La traición dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir. Alexander había aprendido desde muy joven a levantar muros a su alrededor, pero descubrir que la persona que había construido su carrera también había planeado su caída le había hecho cuestionar todo.—Alexander…La voz suave de Luciana lo sacó abruptamente de sus pensamientos. Levantó la mirada lentamente y la encontró allí, en la entrada del pequeño despacho donde se habían refugiado tras el ataque, observándolo con preocupación. Su expresión era una mezcla de paciencia y determinación. Ella
El cielo comenzaba a cubrirse de tonos anaranjados mientras el sol se escondía lentamente detrás del horizonte. Alexander permanecía en silencio, contemplando la carretera vacía desde la ventana del refugio provisional al que habían acudido tras la confrontación con Eleanor. Su mente era un caos controlado, repasando una y otra vez las palabras que había pronunciado con tanta seguridad frente a la mujer que, alguna vez, había dirigido cada paso de su carrera.Luciana lo observaba desde el sofá, mordiéndose ligeramente el labio inferior. Había notado el cambio en él desde que enfrentó a Eleanor. No se había quebrado, no había mostrado debilidad alguna frente a su antigua editora, pero Luciana sabía que Alexander no era tan invulnerable como aparentaba. Sabía que debajo de ese rostro frío y aparentemente indiferente, había heridas que aún sangraban.—Deja de mirarme así— dijo él sin girarse hacia ella, rompiendo el pesado silencio que se había instaurado entre ambos.Luciana arqueó una
La noche caía lentamente, envolviendo la ciudad en sombras profundas. El apartamento en el que Alexander y Luciana se habían refugiado tras abandonar el último escondite era pequeño y apenas iluminado por la tenue luz de una lámpara. El silencio predominaba entre ellos desde hacía varios minutos, mientras ambos permanecían concentrados en el plan que acababan de trazar contra Eleanor Graves.Alexander revisaba una y otra vez los documentos que revelarían la corrupción y manipulación que Eleanor había ejercido durante años sobre varios autores, incluyendo él mismo. Luciana lo miraba desde la distancia, incapaz de evitar la sensación de que lo que estaban a punto de hacer era tan peligroso como necesario.Finalmente, él levantó la vista de los documentos y clavó sus ojos en los de ella, percibiendo inmediatamente su preocupación.—¿Todavía piensas que es una mala idea?— preguntó Alexander con voz tranquila, aunque su expresión era seria.Luciana negó suavemente con la cabeza, acercándos
La tensión se sentía como una descarga eléctrica en el aire. Alexander permanecía sentado en el sofá del pequeño apartamento, en absoluto silencio, contemplando la pantalla del teléfono que ahora estaba apagado. La última amenaza de Eleanor había sido clara y definitiva; no quedaba ninguna duda de que el peligro era real e inminente.Luciana estaba a pocos pasos, con el corazón latiendo fuertemente en su pecho. Observaba la expresión fría y decidida de Alexander, aunque sabía que, bajo esa máscara, él estaba tan nervioso como ella. Había aprendido a leer cada pequeño gesto en su rostro, cada leve tensión en sus hombros. Sabía que él intentaba ocultarle lo asustado que estaba por su seguridad.—¿Qué vamos a hacer ahora?— preguntó Luciana, finalmente rompiendo el silencio que parecía haberlos envuelto desde que Eleanor colgó abruptamente la llamada.Alexander levantó lentamente la mirada hacia ella, con una determinación que le aceleró el pulso.—Prepararnos para enfrentarla. No tenemos
La atmósfera en la habitación era sofocante, cargada de tensión y peligro. Eleanor permanecía inmóvil, observando a Alexander y Luciana con frialdad mientras sus dos hombres avanzaban lentamente hacia ellos.Alexander sintió cómo Luciana se tensaba a su lado, pero mantuvo firmemente entrelazados sus dedos con los de ella, decidido a protegerla a toda costa. Sabía que Eleanor estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de evitar que la verdad saliera a la luz. Pero también sabía que no podía ceder, no ahora, cuando finalmente había encontrado algo por lo que valía la pena luchar.—Esto no tiene que terminar así, Eleanor— dijo Alexander con voz calmada y firme, mirando directamente a la mujer que había controlado tantos años de su vida—. Todavía puedes detener esto.Eleanor sonrió con fría indiferencia, acercándose lentamente hacia ellos.—¿Detener qué, exactamente? ¿Mi intento de proteger lo que me pertenece?Luciana sintió cómo Alexander tensaba la mandíbula ante esas palabras.—Las per
La luz de la luna se filtraba tenuemente a través de la ventana, iluminando parcialmente la habitación en penumbra donde Alexander y Luciana se habían refugiado tras el último enfrentamiento. Luciana observaba fijamente la expresión distante de Alexander, quien contemplaba la ciudad sumergida en la oscuridad desde aquella ventana estrecha, con la mirada perdida en sus propios pensamientos.Desde que habían escapado de la emboscada de Eleanor, Alexander se había vuelto más silencioso y distante de lo habitual, como si la gravedad de lo ocurrido finalmente hubiera caído sobre sus hombros. Luciana sabía que él cargaba con el peso de haberla puesto en peligro y, aunque había tratado de convencerlo de que no era su culpa, Alexander seguía alejándose emocionalmente, aislándose en su propio tormento.Luciana decidió romper el silencio que los envolvía, acercándose lentamente hasta quedar justo detrás de él.—Deja de castigarte, Alexander— susurró con suavidad, posando delicadamente una mano