Mi amor platónico atacó de nuevo. Sí, sé que suena cursi, y además no soy realmente capaz de amar, eso lo tengo claro, pero lo cierto es que me encanta pensar en el Terror Nocturno. No sé como sea físicamente pero me atrae muchísimo. Es un asesino realmente genial y eso me excita eróticamente. ¡En fin! Tengo un blog en Internet dedicado completamente a los asesinos seriales. Con una frecuencia semanal le introduzco nuevas entradas con información detallada sobre los más famosos asesinos de la historia, algunos políticos como Hitler y Pol Pot, otros que nunca fueron atrapados como Zodiac, Jack el Destripador y nuestro nacional El Psicópata, y otros que si fueron atrapados como el Caníbal de los Andes, Ted Bundy, “Poggo”, etc., cuyas vidas y carreras criminales he estudiado con detalle, dedicación y admiración.
Por supuesto que una de la
—Esto no está funcionando —me dijo Priscilla, y tenía razón. Sus ingentes esfuerzos por producirme el orgasmo con su boca resultaban vanos. Mi mente se encontraba distraída y me había excedido en el nivel del alcohol, como usualmente me sucede al estar ad portas de una depresión. —No importa —le dije, y Priscilla se recostó a mi lado y encendió un cigarro. Ya habíamos tenido sexo antes, no sólo esa noche, sino muchas veces, así que no me preocupaba resguardar mi ego masculino.Priscilla y yo teníamos años de ser amigos. La había conocido en uno de mis frecuentes recorridos por los night clubes de San José en donde ella trabajaba como bailarina stripper. Por cierto que haciendo un excelente trabajo en todos los ámbitos de su carrera, como tuve el gusto de comprobar cuando pagué el primer privado. Luego de un
Convencida de que Perduravo no era el Terror Nocturno continué analizando aquel asunto por horas y horas. Si descubría quien era el Terror Nocturno no lo delataría a la policía de todas formas, pero quería saber quien era. Un mensaje llegó a mi celular diciendo: “Soy Perduravo, quiero mostrarte un cuerpo que acabo de matar. Ven sola a mi apartamento”.Sabía que el perdedor de Perduravo solamente buscaba ligarme pero ¿y si de verdad había matado a alguien para convencerme? Desde que encontré el cuerpo de mi compañera del colegio Aurora no había visto un cadáver y volver a ver uno era demasiado tentador para dejarlo pasar, así que fui de inmediato pero me llevé un cuchillo escondido en mi bolso por si acaso Perduravo trataba de violarme.En cuanto llegué al apartamento toqué la puerta pero esta se abrió como si no
¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces cometiendo una acción estúpida o vil, por la única razón de que 'no debe' cometerla? ¿Acaso no existe en nosotros una eterna inclinación, a despecho de la excelencia de nuestro juicio, a violar 'la ley' simplemente porque reconocemos que es la ley?Edgar allan PoeNadie que no haya conocido en vivo a Meredith Lestard sería capaz realmente de entender la clase de persona a la que nos enfrentábamos; sus capacidades de manipulación y los juegos mentales a los que sometía a las personas a su alrededor. Si, sé que muchos estarán pensando que Lestard era ni más ni menos que una adolescente de 16 años que asistía a un colegio católico privado. Sin embargo, soy poseedor de su diario personal, donde ella misma plasmó sus ideas y motivaciones como una o
Llegué a las oficinas del Poder Judicial, en el conjunto de edificios conocidos genéricamente como “la Corte”, una mañana soleada después de un tiempo de vacaciones obligadas a las que me envió mi superior; Jaime Hernández. Hernández es el jefe de la Sección de Homicidios del Organismo de Investigación Judicial. Lo primero que hice fue conversar largo rato con Mariela, una joven novata recién nombrada investigadora. Mariela es una muchacha bonita de cabello castaño y ojos claros, muy sonriente, o al menos sonríe mucho conmigo. Cuando llegó mi compañera Córdoba me despedí de ella y ambos seguimos con nuestros asuntos por separado.—No perdés el tiempo ¿verdad? —me dijo Córdoba una vez que me le acerqué y la saludé con un beso en la mejilla.—¡Que mal pensada! ¿Tan mala reputaci&oacut
Diario de Meredith Lestard.Hoy tuve una entrevista con uno de los detectives del OIJ que está llevando el caso de Aurora. Era un tipo de nos treinta años, delgado, no era guapo pero tampoco era feo. Tenía algún encanto extraño en su forma de hablar. Cuando intenté seducir al detective y me rechazó me di cuenta de que era mi enemigo.Después de la entrevista no me quedó duda alguna de que soy la sospechosa principal del homicidio de Aurora. Tengo que salvarme el cuello a como dé lugar y la única manera que tengo de hacerlo es resolviendo el caso yo misma. Desde que descubrí mi condición me obsesioné con los asesinos seriales, los sociópatas y las personas como yo. Estudié con detalle todo cuanto pude de las vidas de los peores asesinos en serie, criminales sádicos y de los dictadores más crueles y desalmado
Desperté al lado de Mariela en medio de un caótico desorden de sábanas, cobijas y almohadas en mi cama. Mi bella compañera parecía estar aún bien dormida. A mi mente llegaron fluidamente los recuerdos gratos de la noche anterior. La conversación en una mesa de tragos, los acercamientos, las miradas que decían más que las palabras, las indirectas y los comentarios que componen ese maravilloso juego de la conquista y el galanteo que, de jugarse bien, culmina como anoche; con un placentero goce sexual entre dos personas que casi no se conocen realmente.Claro, nuestra salida fue un jueves y esa mañana de viernes aún tocaba trabajar. Mi despertar ya se había alargado más de lo correcto y era imposible evitar el llegar tarde, pero de todas maneras teníamos que partir ambos al trabajo, así que la desperté con algunos jalones a su brazo derecho. Tras verme sonri&oac
El cuerpo de Marisol Steiner fue encontrado en medio de un matorral en una finca cercana al Colegio Saint Germian. Aproximadamente a dos cuadras de distancia. Pronto acordonamos la zona, los uniformados custodiaban el lugar manteniendo a raya a los curiosos y los forenses empezaron a hacer su trabajo.La víctima era otra bella adolescente. Rubia, ojiazul, de piel blanca como la leche. Parecía salida de una película de vikingos o de un cuento de hadas. La muerte ya había comenzado a darle un aire mórbido como mostraban las ojeras oscuras que se le comenzaban a dibujar. Me estrujó el corazón… siempre me afecta un poco ver víctimas tan jóvenes.—Preliminarmente —nos dijo a Córdoba y a mí el patólogo que examinaba el cuerpo, el Dr. Johnny Bermúdez— podría aventurar a decir que es el mismo modus operandi. No hay ataque sexual, las marcas en el cuello im
—Hernández quiere saber cómo vamos con el caso Santa Eduviges —me dijo Córdoba sentándose en su escritorio, que está al frente del mío y trayendo dos tazas de café, una de ellas para mí.—Pues decile la verdad. Aún no tenemos evidencias que inculpen a Lestard.—¿Qué otros sospechosos podemos sopesar además de Lestard?—Hay una conserje de apellido Vargas que tiene historial de abuso de menores. Fue denunciada ante el PANI por agresiones contra su hija menor, negligencia y consumo de drogas y alcohol, aunque las denuncias nunca pasaron a más. Evidentemente es alguien que tiene comportamiento violento.—No… los asesinatos de Aurora y Marisol no fueron violentos y el perpetrador las acomodó apaciblemente.—¿Alguna monja con delirios religiosos a la que le hablo “Dios” y le ordenó m