Diario de Meredith Lestard.
Hoy tuve una entrevista con uno de los detectives del OIJ que está llevando el caso de Aurora. Era un tipo de nos treinta años, delgado, no era guapo pero tampoco era feo. Tenía algún encanto extraño en su forma de hablar. Cuando intenté seducir al detective y me rechazó me di cuenta de que era mi enemigo.
Después de la entrevista no me quedó duda alguna de que soy la sospechosa principal del homicidio de Aurora. Tengo que salvarme el cuello a como dé lugar y la única manera que tengo de hacerlo es resolviendo el caso yo misma.
Desde que descubrí mi condición me obsesioné con los asesinos seriales, los sociópatas y las personas como yo. Estudié con detalle todo cuanto pude de las vidas de los peores asesinos en serie, criminales sádicos y de los dictadores más crueles y desalmados. Una cosa llevó a la otra y terminé leyendo libros de criminología. Debo saber del tema más que muchos agentes del OIJ. Además tenía dos amigas a mi servicio; Ana y Jessica.
No he mencionado a Jessica Vargas. Mi otra “amiga”. Jessica no estudia en Santa Eduviges pero su madre trabaja allí como conserje. Así logré conocerla. Jessica es más parecida a mí que Ana, pero ella no tiene trastorno antisocial, eso lo sé porque he visto sus emociones constantemente. Llora a menudo y se siente triste. Jessica también está buscando aprobación y eso la convierte en una presa fácil de mi red de manipulación.
Proveniente de una familia pobre y viviendo en un barrio urbano—marginal, Jessica afronta a una madre alcohólica que cambia de amantes como de calzones y que la golpeaba salvajemente cuando niña y creo que aún de vez en cuando lo hace. Su padre está en La Reforma desde que ella es niña, encarcelado por drogas. Jessica es promiscua, viciosa, drogadicta y no muy inteligente. Es adicta a la marihuana, se acuesta con quien sea casi por cualquier cosa (no es prostituta, no aún al menos, sólo es zorra) y ha tenido varios novios todos los cuales le han golpeado. Lo que es lógico ya que la mayoría de sus novios han sido asaltantes o narcos juveniles.
Su amistad conmigo es casi tan dependiente como la de Ana, salvo porque Jessica es más autónoma y no necesita tanto de amigos, pues tiene suficientes. Su necesidad es más bien de tipo económica y de valor. Ella sabe que soy una niña rica y que tengo mucho dinero, y que yo sea amiga de ella es ya en sí un premio. Con frecuencia le regalo cosas, especialmente lo que me sobra en ropa, artículos tecnológicos, etc., y eso la hace feliz.
Pero no me malentiendan, Jessica no aprovecha nuestra amistad por dinero, no. Jessica también busca alguien que supla las carencias emocionales graves que tiene al no haber tenido nunca una familia amoLuisa. Ana y Jessica son mis dos mascotitas bien entrenadas. A ambas las suplo de lo que necesitan a cambio de su servicio leal.
—Necesitamos averiguar quien putas mató a Aurora Velázquez —les dije a ambas en mi habitación. Yo me encontraba sentada en la silla giratoria de la computadora, Jessica fumaba sentada en un sillón y Ana estaba sobre la cama con las manos juntas sobre su regazo. —Esos hijueputas del OIJ me quieren inculpar a mí. Como si yo no hubiera sufrido ya bastante. Aurora era mi amiga —mentí— y la extraño. ¡Quiero que su asesino pague!
Ambas asintieron, como tratando de mostrar solidaridad.
—¿Qué sabemos de Aurora? —pregunté.
—Que era lesbiana —dijo Ana tímidamente. La interrogué con la mirada— todo mundo hablaba de eso. Andaba con esta muchacha… la pelirroja… María Fernanda Alvarado.
—¡Cierto! —recordé— ¡es verdad! Alvarado es hija de un político importante. El actual embajador en Chile. Creo que todo había sido un escándalo.
—Y dudo que a la Madre Clara le haya cuadrado que hubieran dos tortilleras en su cole —adujo Jessica— según mi ma es una hijueputa vieja pandereta.
—Una pandereta —mencioné como para mí misma— he escuchado ese rumor también. Quien haya matado a Aurora no lo hizo por deseo sexual porque Aurora no fue violada…
—¿Cómo estás tan segura? —me preguntó Ana.
—Porque si la hubieran violado yo no sería sospechosa. Si el asesino no tenía interés sexual entonces su motivación debió ser otra.
—¿Y si fue el fantasma de Santa Eduviges? —preguntó Jessica.
—Los fantasmas no existen —declaré pensativa— Ana, necesito que averigües todo lo que podás sobre la relación entre Aurora y María Fernanda, incluso si iban a terminar o habían terminado.
—Ha… haré lo que pueda.
—¿Y yo? —preguntó Jessica.
—Averiguate todo lo que tu mamá sepa sobre la Madre Clara y sus obsesiones religiosas. Mientras, yo estudiaré en persona a algunos sospechosos que tengo en mente.
Pero eso no era todo lo que tenía que investigar en realidad, era también muy necesario que averiguara todo lo posible sobre mi enemigo, David Cortés. Tenía que entenderlo, perfilarlo, conocerlo bien para saber como manipularlo o desacreditarlo en caso que en efecto me acusara del homicidio.
—Ana —le dije— necesito que me lleves con tu tío, Mario Martinelli.
—¿Mi tío Mario? ¿Por qué?
—Él fue ministro de seguridad ¿no? —ella asintió— pues su experiencia nos sería valiosísima. Quiero que me de algunos consejos.
—Claro, entiendo.
Pobre incauta de Ana. Algunos rumores habían circulado sobre Mario Martinelli y su gusto excepcional por las jovencitas. Ana cumplió y nos presentó, le pedí que nos dejara solos.
—Don Mario —le dije— esto le sonará raro pero en realidad vine ante usted por otra razón diferente a la que le dijo Ana.
—¿Y cual es esa razón?
—Bueno, como le digo quizás le suene raro. Necesito saber todo lo que pueda sobre un agente del OIJ llamado David Cortés. Sé que es una petición inusual pero… bueno lo conocí porque me entrevistó para preguntarme cosas sobre un asesinato en mi colegio…
—Sí, escuché del caso.
—Y… bueno… creo que me coqueteó. Sé que puede ser inapropiado por la edad y todo eso, pero él me gusta y quisiera saber todo lo que pueda de él.
—¡Ese Cortés! Nunca cambia. Sí, tiene fama de mujeriego. Pero nunca pensé que se metiera con muchachas tan jóvenes. Lo siento mucho Meredith pero no puedo darte información sobre él. Es confidencial.
—Le diré que podemos hacer, don Mario. Usted me da la información de Cortés y yo me acuesto con usted.
Dicho esto hubo un silencio sepulcral en la habitación. Martinelli estaba pasmado. Era una propuesta sorpresiva, claro está. Pareció pensarlo largo rato, tragó saliva y aceptó.
Desperté al lado de Mariela en medio de un caótico desorden de sábanas, cobijas y almohadas en mi cama. Mi bella compañera parecía estar aún bien dormida. A mi mente llegaron fluidamente los recuerdos gratos de la noche anterior. La conversación en una mesa de tragos, los acercamientos, las miradas que decían más que las palabras, las indirectas y los comentarios que componen ese maravilloso juego de la conquista y el galanteo que, de jugarse bien, culmina como anoche; con un placentero goce sexual entre dos personas que casi no se conocen realmente.Claro, nuestra salida fue un jueves y esa mañana de viernes aún tocaba trabajar. Mi despertar ya se había alargado más de lo correcto y era imposible evitar el llegar tarde, pero de todas maneras teníamos que partir ambos al trabajo, así que la desperté con algunos jalones a su brazo derecho. Tras verme sonri&oac
El cuerpo de Marisol Steiner fue encontrado en medio de un matorral en una finca cercana al Colegio Saint Germian. Aproximadamente a dos cuadras de distancia. Pronto acordonamos la zona, los uniformados custodiaban el lugar manteniendo a raya a los curiosos y los forenses empezaron a hacer su trabajo.La víctima era otra bella adolescente. Rubia, ojiazul, de piel blanca como la leche. Parecía salida de una película de vikingos o de un cuento de hadas. La muerte ya había comenzado a darle un aire mórbido como mostraban las ojeras oscuras que se le comenzaban a dibujar. Me estrujó el corazón… siempre me afecta un poco ver víctimas tan jóvenes.—Preliminarmente —nos dijo a Córdoba y a mí el patólogo que examinaba el cuerpo, el Dr. Johnny Bermúdez— podría aventurar a decir que es el mismo modus operandi. No hay ataque sexual, las marcas en el cuello im
—Hernández quiere saber cómo vamos con el caso Santa Eduviges —me dijo Córdoba sentándose en su escritorio, que está al frente del mío y trayendo dos tazas de café, una de ellas para mí.—Pues decile la verdad. Aún no tenemos evidencias que inculpen a Lestard.—¿Qué otros sospechosos podemos sopesar además de Lestard?—Hay una conserje de apellido Vargas que tiene historial de abuso de menores. Fue denunciada ante el PANI por agresiones contra su hija menor, negligencia y consumo de drogas y alcohol, aunque las denuncias nunca pasaron a más. Evidentemente es alguien que tiene comportamiento violento.—No… los asesinatos de Aurora y Marisol no fueron violentos y el perpetrador las acomodó apaciblemente.—¿Alguna monja con delirios religiosos a la que le hablo “Dios” y le ordenó m
La fiesta de cumpleaños de Córdoba se realizó en su apartamento en San Pedro. Era un lugar sencillo pero espacioso y tenía patio, en donde nos pusimos a asar carne. Algo de música trova de la preferida de Córdoba amenizaba el ambiente. Había estado muchas veces en su apartamento y siempre me llamó la atención lo meticulosa que era ella con los detalles. Además le gustaban los gatos así que —además de tener uno real— Córdoba había decorado las paredes con fotos de gatos y con adornos de distintos estilos colocados sobre repisas. Tenía también una alfombra persa, un buen equipo de sonido y unos cuadros muy bonitos de acuarelas en la sala.Mi cita para esa noche se llamaba Gabriela Loría y era una relativamente conocida presentadora de programas de televisión, principalmente programas juveniles de música. Una joven sonriente, de c
Diario de Meredith LestardCuando leí en las noticias sobre el regreso del Terror Nocturno no pude salvo frotarme las manos complacida. ¡Mi asesino en serie nacional favorito! Tenía mucho más estilo que el Psicópata y no era tan desordenado como el Descuartizador. Por supuesto que me refiero sólo a los asesinos seriales costarricenses pues creo que mi asesino serial preferido de todos es Andrei Chikatilo, aunque siento particular admiración por Elizabeth Bathory.Sí, soy experta en asesinos.La noticia había salido en los periódicos y en la televisión. Conseguí todos los reportajes que pude y los estudié con el mayor detalle. El periódico amarillista La Extra fue el que daba la mejor información con fotografías gráficas, descripciones detalladas e incluso con representaciones de dibujos que mostraban como podí
Nos reuníamos casi todos los días como equipo de investigación. Johnny Bermúdez nos dio un informe de la autopsia. No se había encontrado rastro alguno de ADN en los cuerpos ni en la zona. El asesino sabía lo que hacía. Balística había identificado el arma como una Colt .45. El psicólogo forense Armando Brenes nos hizo un perfil del asesino identificándolo sin aportar nada que no supiéramos más. Básicamente afirmaba que la motivación principal del Terror Nocturno era llevar orden al caos. Limpiar lo que consideraba “sucio” y que probablemente tenía severos problemas sexuales, pues veía el sexo como algo malo y pecaminoso. Siendo así era probable que nunca hubiera estado casado o tuviera una larga trayectoria de matrimonios fallidos e historial de violencia doméstica, pero aunque pudo estar casado cuando era más joven, debe de t
Mi amor platónico atacó de nuevo. Sí, sé que suena cursi, y además no soy realmente capaz de amar, eso lo tengo claro, pero lo cierto es que me encanta pensar en el Terror Nocturno. No sé como sea físicamente pero me atrae muchísimo. Es un asesino realmente genial y eso me excita eróticamente. ¡En fin! Tengo un blog en Internet dedicado completamente a los asesinos seriales. Con una frecuencia semanal le introduzco nuevas entradas con información detallada sobre los más famosos asesinos de la historia, algunos políticos como Hitler y Pol Pot, otros que nunca fueron atrapados como Zodiac, Jack el Destripador y nuestro nacional El Psicópata, y otros que si fueron atrapados como el Caníbal de los Andes, Ted Bundy, “Poggo”, etc., cuyas vidas y carreras criminales he estudiado con detalle, dedicación y admiración.Por supuesto que una de la
—Esto no está funcionando —me dijo Priscilla, y tenía razón. Sus ingentes esfuerzos por producirme el orgasmo con su boca resultaban vanos. Mi mente se encontraba distraída y me había excedido en el nivel del alcohol, como usualmente me sucede al estar ad portas de una depresión. —No importa —le dije, y Priscilla se recostó a mi lado y encendió un cigarro. Ya habíamos tenido sexo antes, no sólo esa noche, sino muchas veces, así que no me preocupaba resguardar mi ego masculino.Priscilla y yo teníamos años de ser amigos. La había conocido en uno de mis frecuentes recorridos por los night clubes de San José en donde ella trabajaba como bailarina stripper. Por cierto que haciendo un excelente trabajo en todos los ámbitos de su carrera, como tuve el gusto de comprobar cuando pagué el primer privado. Luego de un