Era difícil ponerlo en palabras, simplemente no había nada en ella, ni siquiera aquel nerviosismo inicial que tanta gracia le había hecho. La primera vez le había dicho que estaba bien si no quería acostarse con él, que entonces podía marcharse. La segunda vez hasta le había pedido permiso para sentirse como de verdad quería, para hacérselo como de verdad quería. Y como a la tercera va la vencida, por supuesto que en la tercera la había cagado monumentalmente.Y ahora estaba allí, frente a lo que se había ganado y simplemente no podía soportarlo. Aquella resignación, aquella indiferencia… se suponía que no le importara, se suponía que solo quería un bebé, y aun así en algún punto aquello había dejado de ser la maldit@ prioridad.—Blair por favor... por favor perdóname, te juro que quiero arreglar esto, te lo juro, solo dime cómo —susurró apoyando la frente en la suya mientras aquel nudo en la garganta lo hacía apretar la mandíbula—. ¡Maldición, Blair, así no puedo, sabes que no puedo!
En aquel punto Blair ya ni siquiera sabía qué responderle. Si él no estaba seguro de lo que quería, ¿cómo pretendía que ella lo entendiera? Terminó de bañarse y se sentó en aquella ventana viendo cómo llovía afuera; la tormenta estaba en todo su apogeo, así que durante toda la noche el agua no cesó.Blair no tenía idea de dónde estaba durmiendo Nate, ni de que siempre se escabullía en la madrugada para llevarse ropa limpia sin despertarla. Al día siguiente, muy temprano, el clima había mejorado un poco, pero la preocupación de la muchacha solo iba en aumento.Necesitaba saber si todo aquel desastre había cumplido su objetivo, si estaba embarazada o no, así que dejó a Nathalie a cargo de la amable niñera, y después del desayuno se acercó a Adaline para pedirle aquel favor.—¿A la ciudad? —preguntó la mujer sorprendida—. Estoy un poquito ocupada, cariño, y creo que con estas lluvias el resto de los peones también lo está. ¿Es muy urgente?—No... Bueno...—Linda, puedes hablar ¿Necesitas
Había sido solo un segundo, un instante en el que el terror no solo ocurría en el auto de adelante, sino que se extendía a las dos almas que iban tras ellos en la camioneta. Elijah frenó maniobrando para no derrapar, y los dos hermanos se lanzaron en direcciones diferentes. Elijah hacia el tramo destrozado de barandal, y Matthew hacia la cajuela de la camioneta.Sacó cuerdas de enlace y un segundo después, bajo aquel torrencial, su hermano lo veía lanzar un nudo perfecto contra el parachoques trasero del auto de Nate, asegurándolo.Los gritos eran apenas audibles bajo la lluvia, pero los gestos eran suficientes y un instante más tarde ataban aquella cuerda al parachoques de la camioneta y Elijah se apresuraba a retrocederla, porque aquella era la única forma de que el auto no terminara hundido en el río o arrastrado por la corriente.—Qué vas a hacer? —le gritó a Matthew viéndolo alcanzar otro rollo de cuerdas.—¡La corriente está demasiado fuerte! —le respondió su hermano—. ¡Esto no
La carretera estaba limpia. El día era demasiado soleado y aun así Nate sentía que su mente estaba llena de oscuridad. Los gritos a su lado no cesaban, los gritos detrás de él no cesaban, aunque el único que realmente tenía razones para gritar y odiar era él. O al menos eso había creído hasta que aquel camión se había metido frente a su auto.Ni siquiera había visto el árbol mientras maniobraba para desviarse, solo aquel golpe fuerte y luego demasiado silencio. Silencio y oscuridad. Unos que amenazaban con asfixiarlo... exactamente igual que ahora.Su primer instinto fue sacar la cabeza, pero no había un “arriba” dentro de aquel auto, pateó hasta encontrar la puerta, pero no había nada más que falta de oxígeno y oscuridad.No podía ver absolutamente nada frente a él por más que sus ojos lucharan por adaptarse. La crecida no era agua limpia, llevaba todo lo que podía arrastrar la corriente, desde ramas, piedras, animales muertos, pero sobre todo mucho lodo, el agua revolvía el lecho de
Asher tuvo que moverse rápido para mantener a Blair sentada en aquella cama o para al menos asegurarse de que si se iba a desmayaba no se lastimara aún más.Al otro lado del teléfono solo se escuchaba un silencio roto por los gritos y las órdenes lejanas de la policía, murmullos ahogados y la respiración pesada de Sebastián, que tenía el corazón acelerado.Mientras, la puerta del cuarto de hospital se abría y entraba Adaline con el rostro desencajado. No podía participar en las búsquedas, así que el único lugar que le quedaba para esperar era aquel hospital, esperar y rezar a Dios porque llevaran allí a su hijo.—¡¿Qué está pasando, Asher!? ¡Dime qué es lo que está pasando! ¿Por qué tu padre no quiere hablarme?—Mamá...—¡Habla, te digo!—Están esperando... —murmuró el muchacho con los ojos húmedos—. Encontraron un cuerpo en el recodo del cedro, lo están sacando ahora para ver si es él.Adaline ahogó un grito llevándose las manos a la cabeza y de inmediato se giró hacia Blair, apuntán
—¡Lo encontraron! —Aquel grito hizo que Blair se incorporara en la cama respirando entrecortadamente.—¿Está…? ¿Asher...? —Ni siquiera se atrevía a preguntar si estaba vivo hasta que vio en el rostro de su “cuñado” una sonrisa de alivio.—¡Está vivo! ¡Todavía no saben qué tan herido, pero está vivo!—¿Ya lo están trayendo?—Sí, mandaron a una ambulancia. Va a estar aquí en cuestión de minutos, tranquila —le dijo el muchacho, y Blair se cubrió la cara con las manos, sollozando para que toda aquella tensión se liberara.Veinte minutos después las enfermeras habían tenido que mandarla a sentar tres veces porque tenían que cuidar su pie, pero ella simplemente no podía quedarse tranquila.Apenas vio pasar a varios doctores corriendo, se lanzó fuera de su habitación y escuchó angustiada todo lo que decían mientras se llevaban lejos la camilla con Nate.—Trae un hombro dislocado, vamos a acomodarlo...—No, no tenemos tiempo. Vamos la directo a la máquina de TAC, vamos a hacerle una tomografí
La mano de Blair fue instintivamente a retener aquella sangre, pero no era nada extraño, la doctora ya le había avisado que podía convertirse en algo frecuente dada su enfermedad. Simplemente no podía decírselo a Nate.Algo dentro de ella se estremeció por verlo tan preocupado, pero sabía que no podía dejar que la revisaran más allá de los efectos del accidente, y que no podía contarle lo que le estaba pasando, porque entonces todo el embarazo, todo el contrato, toda la protección para su hija desaparecería.El médico entró corriendo y Nate lo increpó asustado.—¡¿Qué es lo que le pasa?! ¡¿Por qué le está sangrando la nariz?! ¡¿No la revisaron cuando llegó?! ¡¿No la atendieron…?!—Señor Vanderwood, por favor cálmese, revisamos muy bien a la señora Sagal, créame, y no encontramos nada que indicara un sangrado así. Pero vamos a volver a...—Tranquilícense los dos, esto no es por el accidente —les dijo Blair, deteniendo el pánico—. A veces solo me sangra la nariz, mi doctora dice que ten
Aquella era una buena pregunta. ¡Demonios, era una excelente pregunta!—¿Y estás seguro de que la res fue tuya? —preguntó Ranger.—¿Y de quién más? Somos los únicos ganaderos en veinte millas a la redonda. No te digo que no haya otros hacendados cerca y que algunos puedan tener alguna vaca, ¡pero vamos, tendría que ser exceso de casualidad y demasiada mala suerte, y sabes que yo no creo ni en lo uno ni en lo otro! —aseguró Nate.—Entonces hay que investigarlo. Hacer un nuevo conteo de reses, y también ir a buscar a esa que atropellaste. Hay que llegar al fondo de esto de una buena vez.Sin embargo, y aunque los dos se pasaron esa noche en silencio, yendo y viniendo sigilosamente desde las vaquerizas hasta el despacho, contando animales y cotejándolos con los registros, parecía que ninguno se había perdido. Y para colmo, a la mañana siguiente, cuando Ranger se fue a la ciudad, se encontró con el extraño suceso de que el animal muerto de mil kilogramos había "desaparecido".—¿Cómo que “