CLARA.Camino alrededor de la casa, sintiendo que uno de los hombres se ha convertido en mi sombra. Su presencia es opresiva, un recordatorio constante de que estoy atrapada en este lugar. El recuerdo de lo que pasó hace unas horas aún me atormenta: el temor que sentí, seguido por una extraña curiosidad por intentar entender de qué va todo esto. La manera en que Zayed habló con el hombre, con esa imponencia de alguien que sabe que ha ganado el respeto de todos, me hace preguntarme: ¿qué clase de hombre es Zayed? ¿Está involucrado en negocios torcidos? Tiene la fachada perfecta para cometer actos ilícitos y que estos sean pasados por alto.Sé que su fortuna es inmensurable, y esa es la misma razón que me llevó a dudar, aunque fuera brevemente, de su honestidad. Jamás pensé que estuviera rodeado de ese tipo de gente. Un hueco enorme se abre en mi estómago al recordar que se llevaron al hombre que golpeé, sabrá Dios dónde. ¿Será capaz Zayed de matarlo? Aunque es un testarudo arrogante, n
ZAYEDLlego a la casa sintiendo el peso de mis decisiones aplastarme. Cada paso que doy parece más pesado que el anterior, como si el remordimiento, algo a lo que no estoy acostumbrado, se colara por cada poro de mi piel. No soy una buena persona, lo sé. No me hago ilusiones de merecer la paz o la redención, y sin embargo, el anhelo de tener algo más, algo que se parezca remotamente a la felicidad, me carcome. Es un deseo egoísta, lo sé, pero no puedo evitarlo.El aire está tenso en la mansión. Karim cumplió mi orden de reforzar la seguridad, y ahora hay guardias en cada esquina. Puedo sentir sus ojos sobre mí mientras cruzo la entrada, pero ninguno se atreve a detenerme. Algo está mal. Lo noto en el ambiente, en la forma en que todos están más rígidos de lo habitual. Sigo mi camino hacia la habitación, con la necesidad de encerrarme y procesar todo lo que ha pasado hoy, pero antes de llegar, uno de los guardias se interpone en mi camino.—Señor, hay un problema —su voz tiembla ligera
CLARAMiles de pensamientos y emociones se agitan dentro de mí mientras doy vueltas en la habitación. El ambiente está en silencio, pero en mi interior, el caos es palpable. La imagen de Zayed, la forma en que me miró cuando dijo que estaba enamorado de mi, no deja de rondar mi cabeza. Me cuesta procesar cómo puedo estar dividida entre dos sentimientos tan opuestos.Lo odio. Lo odio por haberme arrancado de mi vida, por haberme retenido aquí contra mi voluntad. Cada fibra racional de mi ser me grita que lo rechace, que me aleje de él. Pero... algo más profundo, una parte de mí que ni siquiera sabía que existía, lo ansía. Es como si hubiera sido diseñada para reaccionar a él de maneras que nunca había experimentado con nadie más.Camino entre los muebles desordenados, aún enojada por lo que había sucedido antes. ¿Cómo puede alguien tener tanto control sobre mí? Es frustrante. Toda mi vida he sido la que tiene el control, la que decide cuándo y cómo termina una relación, y ahora me encu
ZAYEDGolpeo con mis dedos el asiento en el que estoy sentado, intentando frenar la marea de ansiedad que amenaza con arrollarme. Sé que le dije a Clara que la dejaría ir, porque en el fondo, es lo correcto. Ella tiene derecho a recuperar su vida lejos de aquí, lejos de mí. Aferrarme a ella solo la perjudicaría, y no quiero hacerle más daño del que ya he causado. La he retenido en este mundo y le he impuesto cosas que nadie debería soportar.Sin embargo, la bocina de la sala de espera parece marcar la cuenta regresiva de una tortura que no estaba preparado para soportar. Cada anuncio, cada sonido parece un presagio inevitable de que la perderé. Su vuelo saldrá en cualquier momento, y con él, Clara se irá kilómetros lejos de aquí. Intento convencerme de que es lo mejor. He tenido que luchar contra cada impulso posesivo, contra ese deseo irracional de retenerla a mi lado a cualquier precio. Pero ella... ella me debilita como nadie. Cada vez que está cerca, me vuelvo alguien más vulnerab
CLARARegresar a casa no se siente tan satisfactorio como imaginaba. Al cruzar la puerta, todo me resulta familiar pero extraño a la vez. No hay ningún olor a hogar, ningún ruido de fondo que llene el silencio. Camino despacio hacia la sala, observando cada detalle, desde las cortinas que siempre dejan pasar la luz hasta el sofá donde solía acurrucarme con una copa de vino después de un día largo. Pero hoy, en lugar de sentirme segura, todo se ve deslavado, frío. Es como si esta casa ya no me perteneciera.Saco el teléfono que Zayed me dio y, después de dudar un instante, lo enciendo. Mis dedos pasan lentamente sobre la pantalla mientras reviso mis fotos, mis contactos, los mensajes de amigos… Todo sigue igual, intacto. Es una extraña mezcla de consuelo y desazón. Con un suspiro, marco el número de papá y escucho cómo su voz llena el silencio de la habitación. Se le oye tan feliz, tan aliviado de escucharme, que casi me olvido de esta opresión en el pecho.—Papá, estoy de vuelta.Él p
ZAYEDEl punto rojo en la pantalla titila rítmicamente, una pequeña señal que se enciende y apaga, marcando su ubicación en tiempo real. Ese es su GPS, el chip que le instalé, una medida de protección que ahora se convierte en un recordatorio constante de su ausencia. Perdí la cuenta de cuántas horas llevo aquí, sentado en la penumbra, observando ese punto como si pudiera decirme algo más que simples coordenadas. Clara está lejos, a miles de kilómetros, pero esa luz roja me asegura que aún sigue bajo mi mirada, aunque solo sea en forma de una tenue chispa en la pantalla.Cada vez que veo el punto moverse, se dispara en mí un impulso: tomar el teléfono y llamarla, preguntarle adónde va, con quién está. Pero me contengo, porque sé que sería absurdo. Fui yo quien tomó la decisión de dejarla ir, quien habló con su padre y le exigió que la mantuviera lejos de nuestros negocios. Un intento estupido por mantenerla lejos de mi vida. Decidí apartarla porque es lo mejor para ella, porque involu
TRES SEMANAS DESPUÉSZAYED—Despierta… ¿Por qué no despiertas, gatita?Le susurro suavemente, sosteniendo su mano entre las mías. Llevo ya tres semanas en este hospital, un lugar que ahora parece una extensión de mi propia sombra. Clara continúa postrada en la cama, en silencio, sus párpados cerrados como si estuviera atrapada en un sueño del que no puede escapar. Los médicos le llaman “coma inducido,” pero para mí es una agonía. Día tras día, permanezco a su lado, en espera de ver sus ojos abrirse.Fue herida dos veces. Uno de los impactos perforó su abdomen, afortunadamente sin tocar ningún órgano vital. Pero el segundo fue un golpe cruel, una bala que rozó el lateral de su frente, atravesando su sien y dejando una herida que no solo destrozó parte del cráneo, sino también mi tranquilidad. Han tenido que reconstruir su cabeza, y el cerebro estuvo tan inflamado que los médicos optaron por el coma. Hace unas horas retiraron la medicación, la inflamación ha bajado… y, sin embargo, ella
CLARATodo en mi cuerpo parece pesar toneladas. Intento enfocar mis pensamientos, reunir algún sentido de control, pero cada esfuerzo se siente como escalar una montaña. El aire en la habitación es denso, y la luz de los fluorescentes atraviesa mis párpados como si estuviera hecha de espinas. El frío del lugar se cuela por cada rincón de mi piel, y el peso del dolor late en mi cabeza, pulsante e implacable. Algo en mi estómago arde y me recuerda que sigo aquí, aunque todavía estoy atrapada en esta burbuja de sufrimiento y confusión.Cuando logro abrir los ojos, todo a mi alrededor es una mezcla borrosa de tonos apagados, pero entre esa confusión, distingo una figura familiar, una que me transmite una extraña paz: Zayed. Mi mente intenta entender si se trata de una ilusión creada por mi propio anhelo de verlo o si, finalmente, estoy despierta y él realmente está aquí. Su presencia me calma, pero al mismo tiempo, la frustración de no poder comunicarme me quema por dentro. Intento formar