Reinhardt permaneció inmóvil, de espaldas a Jordan, como si se estuviera tomando su tiempo para asimilar lo que acababa de escuchar. Nunca antes Jordan había tenido la iniciativa, así que le sorprendió por mucho. Poco a poco, giró sobre sus talones, con una lentitud que parecía eterna, hasta que sus ojos serios se encontraron con los de Jordan. La expresión de Reinhardt era inescrutable, un muro impenetrable que impedía a Jordan discernir sus pensamientos.—¿Qué acabas de decir? —preguntó, mostrándose escéptico.Jordan tragó saliva, reuniendo cada fragmento de valor que le quedaba.—Dije que si me besas, daré un mejor espectáculo allá afuera. Tocaré bien —repitió, con una seguridad tambaleante.Reinhardt, que raramente se dejaba sorprender, sintió un destello de asombro interno. Aunque por fuera se mantenía serio, por dentro, las palabras de Jordan resonaban con intensidad. Sin decir nada, comenzó a caminar hacia él, y con cada paso acortaba la distancia entre ambos. Sus pupilas nunca
Jordan lo escrutó por un largo instante, con el rostro congelado en una expresión inmutable. Había escuchado de Reinhardt exactamente aquello que más temía, algo que había evitado enfrentar desde el principio: la idea de que no significaba nada para él. Reinhardt había sido directo, casi cruel, y aunque esas palabras habían perforado el corazón de Jordan, no dejó que nada de ese dolor se reflejara en su rostro. Su mirada permaneció serena y no hubo rastro de tristeza, ni siquiera una mueca de decepción, simplemente lo observó fijamente.Reinhardt aún sostenía su mandíbula con firmeza, pero Jordan, en un movimiento decidido, apartó su mano. Con un gesto rápido, puso su brazo contra el torso de Reinhardt, ejerciendo una leve presión para intentar alejarlo.—Será mejor que vuelva al salón —articuló Jordan con una tranquilidad forzada, mientras que en el fondo luchaba por no quebrarse. Pero Reinhardt no se movió ni un milímetro.—No te he dado permiso para que te vayas —respondió con auto
—¿"Un poco agresivos"? —repitió, resultándole difícil de asimilar—. ¿Por qué tienen que golpearte? Si pagan para que los atiendas, imagino que los complaces, pero... ¿por qué deben llegar a esos extremos? No lo entiendo.Amelia esbozó una pequeña sonrisa amarga antes de responder.—Porque hay hombres que son muy sádicos —confesó, sin apartar la mirada de su reflejo—. Les gusta golpear, usar látigos... o incluso velas.—¿Velas? —Jordan parecía al borde de perder la calma—. ¿Qué es esto? ¿Un trabajo para complacerlos o buscan un saco de boxeo?Amelia no respondió. Su silencio era más elocuente que cualquier palabra. Jordan, incapaz de soportar más, la tomó de la muñeca con firmeza, pero no de manera agresiva.—Esto no puede seguir así —soltó con determinación—. Ven conmigo.La determinación de Jordan era como un fuego que no podía apagarse. Sin darle tiempo a replicar, la ayudó a levantarse de la silla y comenzó a caminar con ella por el pasillo, dando pasos apresurados y con el corazón
—Reinhardt, dime, ¿porqué está pasando esto? —insistió Jordan señalando el rostro de Amelia. Notó que el Jefe no decía nada al respecto y eso lo impacientaba más—. Es un moretón, un maldito moretón en su cara. ¿Sabes lo que eso significa? Que los clientes la golpean. Además, no se trata solo de ella, sino que Jasper también lo tenía. Él no quiso decirme nada, pero estoy seguro de que un cliente lo golpeó esa noche. Reinhardt permaneció callado nuevamente, durante lo que a Jordan le parecieron siglos. Estaba sentado cómodamente, como si la arremetida de Jordan fuera un simple murmullo en medio de un huracán.Finalmente, Reinhardt clavó su mirada en él y contestó con un tono tan indiferente que le caló hasta los huesos.—¿Y? —dijo con frialdad.Jordan se quedó inmóvil por un segundo.—¿"Y"? —destacó con indignación—. ¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿"Y"?—Todos los que trabajan para mí lo hacen bajo su propio riesgo —reveló Reinhardt sin filtro, como si estuviera dictando una ver
Jordan sintió una punzada de asco mientras hablaba, no por lo que decía, sino por cómo lo decía. Odiaba tener que reducir a las personas a simples productos, a piezas de un negocio que debían mantenerse impecables para que fueran rentables. Pero si esa era la única forma de hacer que Reinhardt escuchara, entonces lo usaría a su favor.—Reinhardt, ¿de verdad crees que esto es sostenible? —insistió, dando un paso hacia él—. Si la calidad de lo que ofreces empieza a decaer, si los clientes ven algo que les causa rechazo, eventualmente dejarán de venir. Y no importa cuán exclusivo sea tu cabaret o cuán influyentes sean las personas que lo frecuentan. Todos tienen un límite. Y tú, siendo un hombre tan calculador, tan meticuloso en tus negocios, ¿cómo es posible que no hayas pensado en esto?Todos se quedaron callados mientras el aire se hacía cada vez más difícil de inhalar. Reinhardt lo escrutó detenidamente con aquella mirada grisácea, como si estuviera analizando cada palabra que Jordan
Cuando Reinhardt, en lugar de sacar su arma y convertir a Jordan en otro ejemplo más de las consecuencias de desafiarlo, simplemente les indicó a Amelia y al chico que se fueran, la incredulidad de Charlie no hizo más que crecer. Nadie hubiera esperado tal decisión de alguien como Reinhardt. De hecho, Charlie había temido tanto por la vida de Jordan como por la de Amelia, pues ambos estaban en la mira del mafioso, quien no dudaba en eliminar a quien consideraba un estorbo. Y sin embargo, habían salido de la oficina sin que se hubiera derramado una sola gota de sangre.Después de que Charlie cerró la puerta, se aproximó al escritorio de Reinhardt con pasos dudosos. Pensó que el comportamiento de Jordan había dejado de mal humor al Jefe, así que temía que, en un arranque de rabia, quitara el arma y se desquitara contra él. Sin embargo, trató de no entrar en pánico y de recordar que Reinhardt no lo mataría por los errores de otros.—La verdad, no entiendo qué demonios tiene Jordan en la
Mientras tanto, Jordan había salido de la oficina y vio a Amelia a lo lejos. Pronunció su nombre un par de de veces, pero en lugar de que ella se detuviera, apresuró sus pasos. Jordan frunció el ceño y corrió tras ella, para luego alcanzarla y tomarla de la muñeca. La tiró levemente hacia él, deteniéndola en su camino.—¡Amelia! —pronunció él, a lo que ella hizo una mueca de disgusto.—¿Qué sucede, Jordan? —cuestionó Amelia, mostrándose abrumada. Suspiraba a cada minuto, como si lo que ocurrió en la oficina de Reinhardt la hubiera agotado tanto debido a la tensión que tuvo que soportar.—¿Estás enfadada? —preguntó Jordan, a lo que Amelia respiró profundamente antes de responder, como si estuviera tratando de contener su enojo antes de estallar.—Sí, estoy enfadada —replicó—. Es que lo que hiciste, Jordan... Casi me metes en problemas con el Jefe. ¿No te das cuenta de lo que hiciste? No tenías por qué llegar a ese extremo. No necesito que me defiendas, ni ninguna de las demás lo necesi
Al día siguiente, Jordan se encontró sumergido en un mar de pensamientos. Había sido un día sin rastro de Reinhardt, pues no se cruzaron ni una sola vez y eso llenó a Jordan de una sensación extraña. Se sintió incómodo, además de arrepentido. Había tenido la osadía de hablarle al Jefe de una manera que sabía que no era apropiada, dejándose llevar por su impulso. De repente, el temor lo invadió, pues lo asustaba que Reinhardt tomara represalias por su actitud tan imprudente. Sin embargo, el día pasó sin incidentes hasta que llegó la hora de trabajar.Jordan se preparó como siempre, tocando el piano con su usual destreza, mientras el salón se llenaba de hombres que, como cada noche, acudían al cabaret en busca de diversión. No había nada fuera de lo normal, hasta que, de pronto, durante su descanso, cuando el bullicio parecía alcanzar su pico, Charlie subió al escenario. Con su carisma inconfundible y sus gestos delicados, el animador tomó el micrófono, buscando ser el centro de atenció