Con el paso de los días, Jordan se fue adaptando a la vida del cabaret. Trabajaba sin descanso, especialmente en las veladas más concurridas. Aunque su habilidad principal era tocar el piano, terminó siendo de utilidad en diversas áreas, ayudando en cualquier cosa que se necesitara. A veces, hasta el detalle más pequeño era crucial para que la noche fluyera sin problemas.Al no poder salir a la calle sin el permiso de Reinhardt, el mundo de Jordan se limitaba a las paredes del cabaret. En ese encierro, se volvió parte del engranaje de aquel lugar, donde cada quien tenía su rol bien definido, y aprendió a desenvolverse entre sus compañeros.En ese ambiente, comenzó a forjar una inesperada amistad con Jasper. Poco a poco, entre charlas fugaces, se dieron cuenta de que se entendían de una forma que ambos apreciaban.Jordan también entabló una amistad especial con las bailarinas. Al principio, las observaba desde lejos, fascinado por su energía y la forma en que se movían con gracia en el
Reinhardt, con una expresión rígida y una mirada que era capaz de atravesar a cualquiera, dio unos pasos hacia Jordan, en silencio, mientras lo escrutaba fijamente. El chico sintió la manera en que la rabia que lo había impulsado a hablar comenzaba a ceder ante la incomodidad y el nerviosismo de la cercanía del jefe. Finalmente, Reinhardt se detuvo justo frente a él, tan cerca que Jordan apenas pudo sostener la mirada. En un movimiento lento y deliberado, Reinhardt alzó una mano, tomó el sombrero de paja de Jordan y lo lanzó a un lado, haciéndolo volar hasta que chocó contra el suelo. Esto lo hizo para quedar cara a cara con el chico que se había atrevido a desafiarlo.—No me interesan tus quejas —dijo Reinhardt con una frialdad cortante—. Me da igual si estás cansado o si el trabajo te abruma. Odio escuchar protestas, pero, lo que más odio, es que ignores mis advertencias. ¿No te dije que no quería volver a escucharte chasquear la lengua?Jordan tragó saliva, con el corazón latiendo
Jordan apenas pudo asentir con la cabeza. El sudor le corría por la frente mientras Reinhardt le soltaba bruscamente la mandíbula. El chico se quedó ahí, inmóvil, con el miedo aún estampado en su cara. La amenaza de Reinhardt le pesaba, cada palabra parecía reverberar en su mente, casi como si pudiera ver en su cabeza la imagen de esa lengua siendo cortada y de esos golpes cayendo con el cinturón.Con pasos lentos y cautelosos, Jordan se acercó a su sombrero de paja, lo tomó y se lo puso sobre la cabeza, como si quisiera cubrirse de la tormenta que acababa de pasar. Mientras tanto, Reinhardt empezó a recorrer con la mirada el espacio a su alrededor, y sus ojos notaron que todo estaba en orden. Cada botella estaba perfectamente acomodada… exactamente como a él le gustaba.Eso le sorprendió. Generalmente, tenía que estar vigilando y corrigiendo el trabajo de los demás. Pero con Jordan no fue necesario decirle cómo debía estar ordenado todo. Recordó entonces cómo, en una ocasión anterior
Reinhardt y Jordan salieron del cabaret y afuera los esperaba un coche. El jefe subió primero, pero Jordan se quedó de pie y sin moverse, mostrándose confundido. Reinhardt lo miró a través de la ventana y su expresión denotó impaciencia.—¿Qué esperas para subirte, campesino? —cuestionó.Jordan se acercó, frunciendo el ceño.—¿Quieres que suba al coche contigo? ¿Es en serio? —agregó, sorprendido.—Sabes que no tolero que me hagas perder el tiempo, y mucho menos que me hagas preguntas tontas —fijó la vista en su reloj de mano—. Ya han pasado cinco minutos y aún no subes.El chico hizo una mueca de inquietud, pero finalmente se decidió y subió al coche con lentitud. Lo que estaba sucediendo era sumamente extraño para él y la intriga invadió su alma. Por su parte, Reinhardt arrancó el motor y empezó a conducir.Cuando comenzaron a moverse entre las calles, Jordan sintió que el aire fresco lo envolvió. Observó a su alrededor, asombrado por todo lo que lo rodeaba. Había pasado un mes encer
Jordan parpadeó varias veces, incrédulo. No se esperaba una asignación tan importante, y menos aún que le encargaran un trabajo que parecía estar reservado para alguien que tenga la confianza de Reinhardt.—¿Y no se supone que esto es algo que debería manejar alguien en quien confíes plenamente? —preguntó, con cierta cautela.—Te estaré observando en todo momento —respondió—. Así que no hay por qué desconfiar. No podrás hacer nada a mis espaldas y menos aún intentar pasarte de listo. A la primera señal de que quieras hacer algo estúpido... —dijo mientras tocaba disimuladamente su arma, para luego mirarlo con seriedad—, resolveré el problema con rapidez.Jordan tragó saliva y asintió, un tanto nervioso.—Quedó bastante claro —replicó, intentando sonar seguro.Desde entonces, cada vez que llegaban cajas nuevas de licor, Jordan tenía claro que le tocaba organizarlas.Esto ya se había vuelto una rutina, aunque no era algo diario, pues las cajas solo llegaban cada quince días. Al pasar el
Charlie se quedó callado por un instante.—Habrá situaciones donde tendrás que elegir entre tu vida y la de otra persona. Y en ese momento, tendrás que tomar una decisión. ¿Cuál elegirías? —lo colocó en una posición complicada.De pronto, Jordan empezó a sentir una inquietud que le calaba hasta los huesos. Una gota de sudor frío le corrió por la frente y tuvo que secarla con la mano mientras sus pensamientos se enredaban en algo que prefería no recordar. Algo en la pregunta de Charlie le había sacado de su aparente calma y lo había llevado a pensar en su pasado, ese pasado que nadie conocía del todo y que era precisamente la razón por la que ahora estaba en la ciudad.Sin darse cuenta, sus ojos se perdieron en algún punto indefinido, como si su mente se estuviera hundiendo en algo sombrío y profundo, en recuerdos que no estaba listo para enfrentar.—Si tengo la opción de salvar ambas vidas, la mía y la de la otra persona, elegiría ese camino. No quiero matar a nadie.Charlie soltó un
Jordan aceleró para darse a la fuga y ni siquiera se dio cuenta de que su sombrero había volado de su cabeza. En medio del bullicio, Charlie alcanzó a verlo justo cuando subió a la motocicleta y un grito de alarma salió de su boca.—¡Jordan! ¿A dónde demonios vas?Pero Jordan ya estaba demasiado lejos para escuchar. Charlie solo pudo ver cómo el sombrero del chico cayó al suelo. Se aproximó a éste y lo recogió, mirando el camino por el que Jordan había huido, maldiciendo en voz baja y tratando de entender qué había llevado al joven a escaparse de esa forma.Mientras tanto, Jordan esquivaba a la multitud en el mercado, tocando la bocina y gritando con desesperación.—¡Fuera de mi camino! ¡Apártense, por favor!Aceleraba cada vez más, lanzándose a calles desconocidas y doblando esquinas sin detenerse. Su único objetivo era perder de vista al hombre que lo había reconocido. Sin embargo, el dueño de la moto había llamado la atención de una patrulla de policías que se hallaba en la zona, p
El policía también reconoció a Charlie y lo miró sorprendido. ¿Qué hacía allí? ¿Porqué apareció de repente? Éste levantó una ceja y lo miró con suspicacia.—¿Este joven es algún pariente tuyo o qué clase de relación tienes con él? —preguntó.—Trabaja conmigo, es un empleado nuevo en el cabaret —respondió con naturalidad y sin demostrar inquietud alguna.Charlie lo mencionó sin ningún temor, pues en la ciudad se sabía sobre la existencia de un cabaret en donde los espectáculos estaban permitidos, pero no el alcohol. Cualquiera que lo escuchara, pensaría que se refería al salón legal que todos conocían. Sin embargo, Charlie y el policía sabían que hablaban del cabaret subterráneo. El policía estaba al tanto debido a que era uno de sus visitantes habituales y era bien recibido en dicho lugar. Es por eso que se reconocieron al instante.El policía miró a Charlie y, manteniendo su postura profesional, le explicó la situación.—Jordan Miller fue arrestado por el hurto de una motocicleta —s