Después de que salí del consultorio del doctor le conté mi mala suerte a Amanda, enseguida me abrazó y lloró conmigo.Amanda se ha convertido en un ángel para mí. Saber que no estoy sola, que alguien me incita a continuar, que cuento con un consejo, una mano amiga e incluso un abrazo me reconforta y me llena el alma. —¿Qué piensas hacer?—me pregunta.—Venderé mi casa y, si tengo que prostituirme, vender mis órganos o lo que sea, voy hacerlo—digo desesperada y convencida al mismo tiempo—, si mi hija se muere por no poder pagar esa maldita operación, siento que no podré seguir sin ella—mis ojos se llenan de lágrimas—. Es la única razón por la que vivo. —Tranquila, nada de eso va a suceder porque no lo permitiremos, recuerda que estamos juntas en esto. Tan solo pensemos en positivo, ¿sí?—me tranquiliza—. Ahora vuelvo. Amanda salió de la habitación con el teléfono en la mano, supongo que fue hacer una llamada. Yo no tengo cabeza en estos momentos para pensar en nada más, toda mi atenci
—Me he pasado dos minutos—digo y no me deja continuar. —En realidad fueron tres, pero te los perdono porque has quedado muy bien. —Gracias. Ahora mi pregunta es, ¿de qué trata el trabajo que tengo que hacer? Porque no creo que solo tenga que acompañarlo y disfrutar de la fiesta como una invitada más. —Me gusta que seas directa—sonríe con malicia—. Tienes carácter y eso me encanta, supongo que por lo que haz tenido que pasar te has vuelto así. —¿Qué sabe de mí?—De ti, lo sé todo Erin. Sé que tienes un precioso lunar en tu seno derecho y unos más hermosos en otras partes de tu cuerpo—me sorprendo—, como también sé, que tienes un expediente bien largo por carreras ilegales de autos. Lo positivo de todo esto es que en todas has sido bastante escurridiza y no han podido atraparte, eso me gusta. Todo lo que te queda es tu hija, una casa que no vas a poder vender porque no es tuya y…—¿Cómo que no es mía? La compré con el que era mi esposo y acordamos que es para nuestra hija. —Lament
18 de diciembre de 1996.°AXEL COX°—Mamá, papá ya llegué. A medida que caminaba lo único que me acompañaba era un total silencio, podía escuchar mi propia respiración y palpar con mis manos el miedo latente que había en mí. Podía sentir que la muerte me respiraba en el cuello y algo no terminaba de convencerme.Mi hermanita de cinco años siempre está pendiente de mi llegada pegada en la ventana y sale a recibirme cuando llego de la universidad, pero esta vez no lo hizo y me hace estar alerta. Mi padre desde una temprana edad me enseñó todo lo que sé, desde el manejo de armas blancas y de fuego hasta caminar sin hacer el mínimo ruido, mi padre dice que soy como un gato astuto, sigiloso y desconfiado. No es secreto que mi familia pertenece a uno de los grandes carteles de la mafia Neoyorquina y que estamos en el ojo del huracán como dice mi padre. El poder y la ambición por estar en la cima de este bajo mundo tiene un alto precio que pagar, es simple; vives o mueres y yo no estoy di
10 de Abril del 2010. AXEL COXMi vida desde entonces, no ha sido nada fácil, tener que lidiar con los altos, bajos y el peso en tus hombros de lo que un imperio puede significar y hacerte ver ante el mundo es avasallante.Me siento encadenado a cumplir, a vivir una maldita condena, a llevar a cabo una venganza que, hasta que no vea caer el último peón, el último alfil y la última torre no tendré descanso. Es la única manera de sentir que la muerte de mi familia no fue en vano.Tener empresas textiles, de comunicaciones y clínicas en varios países claves donde el negocio es bastante favorable, no es tarea fácil de llevar, no cuando llevas el peso de más de setecientas mil familias inocentes sobre tus hombros. Quise abrir estas empresas con el fin de proporcionar trabajo a los más necesitados, donde sean muy bien remunerados y obtengan todos los beneficios de ley.Aunque me dejan excelentes ganancias es la manera de rendir tributo a mi madre. Sé que a ella esto le habría encantado, l
Saco mi teléfono del bolsillo del pantalón y veo la hora 10:00 pm, luego alzo la vista y veo el letrero en rojo neón del local para el que trabajo «The Moment», un suspiro largo y pesado sale de mis labios. Entro rápidamente en el local y me cambio de ropa, aunque odio con todo mi ser este tipo de sitios, ya que la mayoría de los hombres que vienen aquí son unos completos depravados, me toca aguantar para no mandarlos a la mierda. La necesidad es más grande que el asco que siento noche tras noche en este lugar. Me maquillo con agilidad y cuando logro estar lista me veo en el espejo. Odio y repulsión es lo que siento al verme exhibiendo las piernas, el abdomen y parte del pecho. Lo único positivo de este lugar es que si no quieres, no te obligan, es una de las principales reglas. «¡Vamos Erin!, ¡tú puedes! Eres fuerte. ¡Tú puedes! ¡Tú puedes!».—¡Erin es hora!—me grita Amanda desde la puerta—. ¡Estás hermosa!, esas propinas son nuestras, tan solo aguantemos la ronda de tragos. Sal
La mañana llegó rápidamente a mí, ni siquiera me di cuenta cuando me quedé dormida en el mueble de la sala. Me levanto con pesadez y me adentro en el baño para hacer mis necesidades y poder asearme. Al estar lista me hago un desayuno rápido y lo acompaño con café, necesito la cafeína para mantenerme despierta. Justo cuando termino de desayunar se escucha la bocina del auto de Amanda, tomo mi bolso y unas cosas que preparé para llevarle a mi niña y salgo a toda prisa de la casa. Desde el auto le doy una última mirada a mi hogar, ese que estuvo cargado de risas y sueños alguna vez, para luego sumirse en la tristeza, desolación y dolor.—Buen día, Amanda. Gracias por venir a recogerme.—Buen día, Erin. Dije que te ayudaría y es lo que voy a hacer.—Lo sé, Amanda. Solo que no he tenido ninguna clase de ayuda los últimos meses y me parece sorprendente que tú lo hagas sin esperar nada a cambio. Es decir, nos conocemos desde hace poco, no hemos hablado mucho y…—Y se te hace difícil confia