Ella misma

Regina bajó la mirada, su mirada expresiva y generalmente alegre, ahora se frustró distante, casi sombría.

“Él dijo que me amaba” recordó preocupada la joven, una sensación caliente y dolorosa le apretó el pecho; sus ojos temblaron y una sensación extraña le erizó la piel al mismo tiempo.

—¡Señorita! – la voz de una mujer entrada en años la hizo alzar su vista.

—¿Eh? – mencionó al verla mientras la misma le entregaba un embace de leche.

La mujer sonrió —También me cobra esto, por favor— le dijo insistiendo para que lo tomara.

Regina vio extrañada a la mujer y al embace por un segundo, luego respingó —L-lo siento— se disculpó— ¿Algo más? – le preguntó al marcar el producto.

La mujer negó sin borrar su sonrisa —Eso es lo único— dijo y comenzó a escarbar en su bolso buscando su cartera luego de ver el total de su compra en la pantalla del computador -. Si me permite un consejo, cariño, intenta no distraerte tanto, otros clientes podrían molestarse y causar problemas en tu trabajo, y no q
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