86. Te amo

La lluvia se llevó su borrachera, pero no el dolor en su pecho. Era una tonta y tenía mala suerte, porque no quería hablar y el taxista no dejaba de parlotear sobre lo parecida que era a una actriz de cine para adultos, cliente suya.

Tuvo el impulso de bajarse en cualquier lugar y dejar de escucharlo, pero eran las tres de la mañana y la zona por la que iban no era nada segura a esa hora. Además, Cassandra le aseguró que lo conocía y que era un hombre de confianza.

Subió las gradas, furiosa, al darse cuenta que el ascensor no estaba funcionando y su mal humor provocó que empezara a despotricar en contra de la mujer que no hizo nada más que coquetearle a un hombre soltero.

Por su culpa, porque de ella dependía sacarlo del mercado. Y aunque le doliera el estómago de solo pensarlo, reconoció que Javier era libre de acostarse con quien le diera la gana.

Al cerrar la puerta de su apartamento se deshizo de su ropa mojada con el deseo de darse una ducha y luego irse a la cama. Tomó una toal
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