El sonido de un objeto chocando contra la cama sacudió a Javier de su sueño profundo. Sus ojos se abrieron de golpe, pero la habitación estaba sumida en la penumbra del amanecer, y por un momento, se sintió desorientado.—Mierda —murmuró Andrea, cojeando mientras luchaba por ponerse un zapato de tacón al mismo tiempo en que metía su brazo en la manga de un saco.Su cabello, siempre impecable, lo llevaba enrollado de cualquier manera sobre su cabeza. Y a pesar del caos, a Javier le pareció la mujer más hermosa del mundo.—¿Estás bien? —preguntó aun somnoliento, miró su reloj de puño y se sorprendió por haber dormido tanto. Nunca lo hacía, aunque reconoció que la noche fue larga y satisfactoria, acabó con sus reservas de energía.Ella lo miró, y no respondió de inmediato. Eso hizo que se incorporara despacio.—¿Andrea? —insistió, esta vez más alerta, aunque su mente intentaba procesar qué había cambiado en unas horas.—Sí, sigue durmiendo —respondió Andrea sin mirarlo—. Ya se me hizo ta
El aroma dulzón de las rosas asaltó a Andrea apenas entró a su nueva oficina, pero una sensación extraña se apoderó de ella cuando vio el ramo de rosas con ese rojo tan oscuro que parecía negro sobre su escritorio. Con dedos temblorosos, abrió la tarjeta adjunta y leyó: —Por un nuevo comienzo juntos, chiquilla. Alberto.Las piernas de Andrea temblaron, porque justo venía de la estación de policía por el asalto que sufrió su apartamento y del que se avergonzó admitir que solo faltaba su ropa interior y sus camisones de seda. Andrea arrugó la nota con rabia y la arrojó a la papelera, junto con las flores. El gesto brusco hizo que se lastimara con uno de los tallos, y se dio cuenta de que algunos llevaban espinas. Alberto Villanegra seguía siendo el mismo enfermo de siempre y aunque había luchado por olvidar los momentos que sufrió a su lado, la atacaron como una ráfaga que le revolvió el estómago.—¿Señorita García? La están esperando en la sala de juntas —anunció la recepcionista,
El murmullo de voces y pasos apresurados al otro lado de la puerta le recordó que el momento había llegado.Javier se acercó por detrás, y colocó sus manos cálidas sobre sus hombros tensos. —¿Cómo te sientes? —preguntó con suavidad. Andrea cerró los ojos, permitiéndose disfrutar del contacto. —Como si un millón mariposas estuvieran de fiesta en mi estómago —respondió con una risa nerviosa.Él se inclinó y sus labios rozaron su oreja. —Vas a brillar ahí fuera, Andrea.Ella se giró, encontrando en sus ojos esa mezcla de admiración y ternura que aún la desconcertaba y buscó su mano para apretarla.—Gracias por estar aquí.Entrelazaron sus dedos y Andrea se permitió imaginar un futuro donde gestos como este fueran cotidianos y el miedo no acechara en las sombras de su mente.Un golpe suave en la puerta rompió el hechizo. —Andrea, cinco minutos —anunció la voz de Cassandra.Ella se puso de pie, alisando arrugas imaginarias en su vestido azul noche, pero antes de que fuera hacia la pue
Con mucho esfuerzo, Andrea y Javier superaron la barrera humana que formaron los ponentes y sus compañeros de trabajo, quienes la halagaban sobre la fuerza y el mensaje de su intervención, pero su atención estaba fija en la figura que los esperaba al final del pasillo.Un escalofrío recorrió la espalda de Andrea, porque la calidez que sintió durante la estadía del padre de Javier en el hospital parecía haberse evaporado por completo. Se preguntó qué cambió, qué hizo para provocar este repentino distanciamiento.Javier, ajeno a la tensión, le dio un breve beso en la mejilla a su madre antes de alejarse. Por un instante, se sintió traicionada. ¿Cómo podía dejarla así, desarmada frente a la mirada escrutadora de su madre?La cobardía, una vieja conocida, amenazó con apoderarse de ella, pero se obligó a permanecer firme.—Señora, espero haya disfrutado del congreso. —Se atrevió a decir, rompiendo el incómodo silencio que se había instalado entre ellas.—Para ser sincera, estoy sorprendida
Javier ajustó su corbata mientras observaba a Andrea despedirse de algunos invitados. La forma en que ella brilló esta noche, con esa confianza renovada, solo confirmaba que era el momento perfecto. Incluso el inesperado anuncio sobre su asistencia a la cena de Acción de Gracias. Todo encajaba como si el universo conspirara a su favor.Apretó el pequeño estuche en su bolsillo y sus dedos rozaron el terciopelo que lo cubría por enésima vez, un gesto que se volvió casi un tic nervioso desde que lo recogió de la joyería la semana pasada.El murmullo de la fiesta se desvanecía tras ellos mientras Javier guiaba a Andrea y el aire fresco de la noche les dio la bienvenida cuando salieron del casino. Las luces de la ciudad convertían la vista en el telón de fondo perfecto para su plan esta noche. Sin embargo, la anticipación y las copas de más que bebió con el fin de calmar sus nervios estaban haciendo estragos en su autocontrol.Cuando el auto llegó al estacionamiento, reconoció a uno de sus
Andrea nunca imaginó que su noche perfecta terminaría con ella escondida en el baño, con el vestido arrugado y la cara ardiendo de vergüenza. El espejo le devolvía una imagen desconocida: cabello revuelto, labial corrido y ojos desorbitados por el pánico. El contraste entre el frío mármol del lavabo y el calor que aún sentía en su piel le recordó lo cerca que estuvieron de hacerlo frente a la casa.Un escalofrío recorrió su espalda por las miradas de sorpresa y desaprobación que los recibieron cuando abrió la puerta principal.—No sé qué sucede contigo —murmuró, tras otra risa de Javier, lo hacía aumentar más su mortificación.—Andrea, ya, cálmate. No es para tanto. Somos adultos y a estas alturas, no pretenderemos ante nadie que llevamos una relación platónica. Solo fue un incidente.El tono de obviedad de sus palabras, lejos de ablandarla la sacó de sus casillas del todo. —¿¡Incidente!? En este momento y a partir de ahora, para ambas familias seré una cualquiera, Javier. ¡Tu madre
Andrea se sintió diminuta ante la penetrante mirada de Angélica Herrera, y temió que por ese desliz fuera de la casa, en lugar de avanzar, la hiciera retroceder ante ambas familias. Sus dedos buscaron los de Javier, pero él parecía ajeno a su tormento, porque la soltó para llegar hasta Alexander, quien estaba a un extremo del salón, debido al espacio que ocupaba su silla especial.Ambos intercambiaron unas palabras, dejándola a la deriva bajo el escrutinio general, y los vio sonriendo cómplices, mientras Javier tomaba una pequeña caja blanca del interior del saco de su hermano mayor y el corazón de Andrea dio un vuelco al encajar las piezas en su mente.La mirada de ambos se cruzó mientras Javier iba hacia ella, serio, con mil dudas reflejadas en su rostro. La sujetó de la cintura, sin acercarse demasiado, y le preguntó en voz alta, frente a todos: —Sé que esta noche ha estado llena de altibajos y momentos… inesperados.Una risa nerviosa escapó de los labios de Andrea, recordando el
Javier se acomodó en su despacho, incapaz de digerir aun que acababa de comprometerse con Andrea, que aceptó. La dejó ir a regañadientes, pero de esta reunión también dependía un futuro a su lado sin sombras. Así que miró a su padre, a Alexander y se conectó con su abogado, la fiscal y los detectives que llevaban el caso. —Gracias a los documentos proporcionados por el señor García —dijo uno de ellos haciendo que Javier volteara hacia su amigo Efraín—, logramos identificar una red más amplia de lavado de dinero internacional de la que forma parte Villanegra. Pero no es todo…Javier se enderezó en su asiento.—Martha Villanegra ha estado usando sus contactos en ciertos niveles del gobierno y la banca para entorpecer la investigación —continuó la fiscal en tono sombrío—. Su influencia es…—Casi impenetrable —dijo Alexander. Ellos asintieron y Javier resopló. —¿Y cómo afecta esto a nuestra familia? —preguntó su padre.Se dirigió a uno de los abogados de Herrera´s Group, quien se asegu