El anillo perfecto

Aquiles

Entramos en la pequeña, aunque exclusiva joyería Grimaldi y el dueño cerró las puertas a nuestras espaldas. Me sorprendió, saber cuándo llamé para concretar una cita, que ya tenía un horario apartado. Al preguntarle quién lo llamó para decirle que iría. Dijo que la señora D’Amico se comunicó con él, la mañana anterior, para reservar una cita para mí.

No podía creer que hubiese adivinado mis intenciones con tanta facilidad.

Con lentitud comenzó a colocar seis manos de plástico sobre el mostrador, cada una de ellas llevaba una sortija de oro y diamantes.

El teléfono comenzó a sonar nuevamente en mi bolsillo, mientras observaba un tanto impaciente como se llevaba a cabo el minucioso proceso. No había parado de sonarme luego de la discusión con Romeo y el despido de Lorena. Mis abogados se encontraban a un paso de sufrir un colapso nervioso y algunos de los directivos comenzaban a hacer preguntas sobre como los afectaría todo aquello.

Solo esperaba que nada de todo lo o
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