El lobo negro se transforma en una Hanna tan sonriente y calmada, que no parece la líder de una organización, si no, la Hanna con la que comía palomitas de maíz en la sala de la casa o corría bajo la lluvia porque si tomábamos un transporte, nos quedábamos sin dinero para la comida.

La mujer que veo, es la Hanna que yo recuerdo, la mujer que era tierna conmigo y me daba tanto apoyo que era el único refugio en el que pensaba incluso después de morir. Por lo que, sonrío a la mujer que se muestra frente a mí sonriéndome.

— No lo puedo creer. — dice el señor Cassano, recordándome que está presente.

— Así que, todo es tuyo, úsalo como quieras, creo que tenemos el mismo pensamiento sobre la mafia, pero, si quieres usarlo para ser parte de ella, no te juzgaré ni ellos lo harán. Porque al final del día solo quiero que de