Lilia Estaba esperando en mi habitación que Chris viniera con el médico que me atendió el día anterior. Los nervios me tenían mal porque me mandarían a hacer una prueba de embarazo. ¿Por qué no simplemente me traían el test y ya? Tenía que saberlo el médico… Abrieron la puerta y yo me levanté a toda velocidad. El señor traía su típico maletín con sus cosas. —Señorita Lilia —habló—. Ten. Me entregó ese test de plástico que me hizo tragar saliva. Chris me miraba con diversión y ambos brazos cruzados. ¿Él estaba emocionado por tener un hijo? Uff, vaya tonto. —De acuerdo… —No tarda más de cinco minutos en dar el resultado —sonrió el señor, acomodándose en el mueble. —Ánimos, preciosa. Le saqué el dedo grosero y fui al baño con las manos temblorosas. ¿Qué haría si resultaba estar embarazada? Bueno, por lo menos a mi bebé no le faltaría nada porque Chris le compraría todo. No íbamos a sufrir… Inhalé hondo y oriné. Apreté los labios cuando sostuve la prueba de embarazo en mis
Chris. —¿Cómo que no han traído las sillas? —le pregunté a Deus. —Oh, bueno, no tengo la culpa de que hayas contratado a la compañía más cara solo por unas sillas —Rodó los ojos—. Quieren que le des todo el dinero completo antes de traerlas. —Estamos a dos días de la boda y todavía tengo que llevar a Lilia al ayuntamiento hoy. Ya aceptaron la solicitud de matrimonio —comenté, dejando unos papeles listos sobre mi escritorio—. Y sí, compré al oficial del registro civil. —Tú siempre logras salirte con la tuya —bromeó—. Será fácil usar tu nombre entonces. —Exacto. No tendré que actuar como Christian, aunque para el ojo público lo verán así —resoplé, cansado por tanto ajetreo. —Bueno, yo dejé a los cabecillas encargados de los próximos cargamentos de drogas que hay que transportar —informó, caminando de un lado a otro. Puse mi mano en forma de pared. —Deus, no quiero saber nada de trabajo durante este tiempo. Sabes que quiero estar relajado cuando vaya a casarme —aseveré, mirándolo
Lilia. —Hasta que por fin vienes —Le dije a Samira, viéndola entrar con una sonrisa piadosa. —Lo siento, señorita… —Se rascó la nuca—. Samuel vendrá en unos minutos para arreglarte. Yo te ayudaré con el vestido. —¿No me vas a decir nada? —Me hice la dura. Ella pasaba tanto tiempo con Deus, que se olvidaba de mí. Chris le redujo el trabajo a petición de su hermano, y por eso ya no era mi sirvienta personal. Aun así, seguíamos siendo amigas. Moví el pie repetidas veces. —Usted debería entenderme… El amor hace que nos volvamos locas en todos los sentidos —Se mordió el labio, buscando el vestido de novia—. Se verá hermosa, digna de ser la reina de la mafia. Me reí. —Oh, vamos. Tampoco es para tanto. Será una ceremonia sencilla y sin muchos invitados —Sacudí mi mano, quitándome la ropa. —La familia Benett es grande. Todos están invitados. Me ayudó a colocarme la prenda. Tenía que admitir que estaba nerviosa porque me casaría frente al público. Me emocionaba poder ver a mis padr
Lilia. Deus tuvo que leer varios artículos de la ley para que mis padres no tuvieran sospechas ni los demás invitados inocentes. Había olvidado que mi tío Zack también estaba en el público. Miré al cielo, recordando a mi abuelo Rafael y las enseñanzas que me dio también. Él me consintió incluso más que mi padre, así que estaría eternamente agradecida. Ojalá me estuviera viendo. Mis ojos se aguaron al devolver mi vista hacia Chris. Lo amaba, me había enamorado perdidamente de él. —¿Van a decir sus votos o prefieren que continúe? —cuestionó Deus—. Los anillos, por favor. Mi madre acudió a nosotros con torpeza. Se quedó a un lado en silencio, esperando. —Diremos nuestros votos. Tengo mucho para decir —Chris me guiñó el ojo, pícaro. Mis mejillas ardieron. ¿Qué podía decir yo? No habíamos planeado nada de eso. ¿Me dejaba llevar por lo que dijera mi corazón? Uy, que vergonzoso. —De acuerdo. Él agarró un anillo y lo deslizó con lentitud sobre mi dedo. Me quedé pasmada porque ese m
Lilia. —Felicidades a los dos —La voz neutral de Ethan me sorprendió. Chris me tomó de la mano y entrelazó sus dedos con los míos, un poco más fuerte de lo normal. Bueno, estábamos hablando de que invité a mi ex a la boda y también a su actual pareja. A pesar de que en el pasado fuimos buenos amigos, el ambiente se tornó incómodo. Liz llevaba un vestido suelto y holgado, todavía no se le notaba mucho la panza. Me dedicó una sonrisa que no sentí hipócrita. —Gracias, veo que ustedes también disfrutan de su vida en pareja —comentó Chris, al ver que me quedé callada. ¿A él no le parecía extraño? Estaba actuando normal. —Sí, nunca imaginé que un hijo sería capaz de unirnos. Aunque ya estaba sintiendo algo por Liz —La rodeó con su brazo y ella lo miró con ternura. —Lilia, quería disculparme si hice que me vieras como una malhumorada —expresó la morena, con calma—. Ahora me siento avergonzada, todo lo hice para quedarme con Ethan. Lo último fue más como una broma, ya que ella rio y
Chris. Estábamos en el balcón del hotel y al aire libre. El viento nocturno nos golpeaba, sobre todo el cabello de Lilia. La vista era directa a la playa, por mucha oscuridad que hubiera, la luna se reflejaba en el mar. —Te quería hablar sobre un tema serio —Rompí el silencio y junté ambas manos sobre la mesa. Ella bebió un sorbo de jugo, mirándome con una ceja alzada. —¿Ahora qué pasó? No me digas que se trata de algo malo… —No, nada que ver. Desde que Viktor y los Rosset murieron, el dominio completo del territorio lo tenemos nosotros —expliqué, para dejarla tranquila—. Ahora sí soy el puto amo. —Sin groserías, Chris. —Lo siento, era para que lo tengas en cuenta —reí—. En fin, es sobre nuestros hijos. Ya sea que tengamos uno, dos o tres. —¿Qué tienen? —Van a tener que ser parte de mi mundo y lo sabes… —Me puse más serio. Por eso Charles adoptó a dos… Su hijo murió y necesitaba un sucesor para que controlara a la familia Benett. Y así continuaba por el resto de l
Deus. Caminé de un lado a otro en la oficina de Chris. Estaba muy nervioso porque jamás me vi poniéndome de rodillas ante una mujer. —¡¿Y si me dice que no?! —exclamé, exaltado. Estaba ansioso. Chris alzó una ceja y sirvió un poco de vino en dos vasos de vidrio que tenía sobre su escritorio. El sonido del líquido solo me alteró más. —Di algo, por favor. —Deus, no entiendo por qué te mortifica tanto. Samira te ama tal y como eres —resopló, tomando su vaso—. Llevan siete meses juntos, es la primera vez que llegas tan lejos. ¿Quieres dejarla? —¿Es que no entiendes? ¡Quiero casarme con ella! —Me senté, cubriendo mi rostro por completo—. Hasta he dejado el cigarro solo porque odia ese olor. —Eso sí me sorprendió mucho —bromeó. —Me costó, aunque no lo creas. Fue un proceso tedioso —bufé—. En fin, siento que cuando esté de rodillas frente a ella, las palabras se me van a enredar. Estábamos hablando de mí, ¿cuándo había intentado tener una relación seria? Nunca. Después de siete me
Ethan. Mi pequeña niña estaba cumpliendo su primer añito, y en vez de una fiesta, decidí sacarla a pasear junto a mi esposa.Enamorarme de Liz fue más fácil de lo que pensaba. No tenía idea de la excelente mujer que me acompañaba todos los días.Escalé bastante como CEO, logrando ocupar el puesto número tres, incluso superando a las empresas que vendió Jax.—¡Ethan! ¡Está dando sus primeros pasos! —exclamó Liz.Mi hija, Samantha, salió idéntica a su madre. Su piel era café con leche y sus oscuros ojos brillaban por su inocencia. Tenía el cabello negro y lacio, bastante corto.Liz la estaba sujetando de ambos bracitos con cuidado, ayudándola a caminar. La niña todavía no podía, pero lo intentaba con ayuda de su madre.Sonreí al verlas.—¡Tú puedes, Sam! —La animé, apoyando mis manos sobre mis rodillas.Una risa divertida salió de su boca, ella era muy fácil de alegrar. Casi no lloraba, a menos que tuviera hambre o el pañal sucio.—P-pa —balbuceó como pudo.—¿Escuchaste eso? Quiere dec