Chris. Estábamos en el balcón del hotel y al aire libre. El viento nocturno nos golpeaba, sobre todo el cabello de Lilia. La vista era directa a la playa, por mucha oscuridad que hubiera, la luna se reflejaba en el mar. —Te quería hablar sobre un tema serio —Rompí el silencio y junté ambas manos sobre la mesa. Ella bebió un sorbo de jugo, mirándome con una ceja alzada. —¿Ahora qué pasó? No me digas que se trata de algo malo… —No, nada que ver. Desde que Viktor y los Rosset murieron, el dominio completo del territorio lo tenemos nosotros —expliqué, para dejarla tranquila—. Ahora sí soy el puto amo. —Sin groserías, Chris. —Lo siento, era para que lo tengas en cuenta —reí—. En fin, es sobre nuestros hijos. Ya sea que tengamos uno, dos o tres. —¿Qué tienen? —Van a tener que ser parte de mi mundo y lo sabes… —Me puse más serio. Por eso Charles adoptó a dos… Su hijo murió y necesitaba un sucesor para que controlara a la familia Benett. Y así continuaba por el resto de l
Deus. Caminé de un lado a otro en la oficina de Chris. Estaba muy nervioso porque jamás me vi poniéndome de rodillas ante una mujer. —¡¿Y si me dice que no?! —exclamé, exaltado. Estaba ansioso. Chris alzó una ceja y sirvió un poco de vino en dos vasos de vidrio que tenía sobre su escritorio. El sonido del líquido solo me alteró más. —Di algo, por favor. —Deus, no entiendo por qué te mortifica tanto. Samira te ama tal y como eres —resopló, tomando su vaso—. Llevan siete meses juntos, es la primera vez que llegas tan lejos. ¿Quieres dejarla? —¿Es que no entiendes? ¡Quiero casarme con ella! —Me senté, cubriendo mi rostro por completo—. Hasta he dejado el cigarro solo porque odia ese olor. —Eso sí me sorprendió mucho —bromeó. —Me costó, aunque no lo creas. Fue un proceso tedioso —bufé—. En fin, siento que cuando esté de rodillas frente a ella, las palabras se me van a enredar. Estábamos hablando de mí, ¿cuándo había intentado tener una relación seria? Nunca. Después de siete me
Ethan. Mi pequeña niña estaba cumpliendo su primer añito, y en vez de una fiesta, decidí sacarla a pasear junto a mi esposa.Enamorarme de Liz fue más fácil de lo que pensaba. No tenía idea de la excelente mujer que me acompañaba todos los días.Escalé bastante como CEO, logrando ocupar el puesto número tres, incluso superando a las empresas que vendió Jax.—¡Ethan! ¡Está dando sus primeros pasos! —exclamó Liz.Mi hija, Samantha, salió idéntica a su madre. Su piel era café con leche y sus oscuros ojos brillaban por su inocencia. Tenía el cabello negro y lacio, bastante corto.Liz la estaba sujetando de ambos bracitos con cuidado, ayudándola a caminar. La niña todavía no podía, pero lo intentaba con ayuda de su madre.Sonreí al verlas.—¡Tú puedes, Sam! —La animé, apoyando mis manos sobre mis rodillas.Una risa divertida salió de su boca, ella era muy fácil de alegrar. Casi no lloraba, a menos que tuviera hambre o el pañal sucio.—P-pa —balbuceó como pudo.—¿Escuchaste eso? Quiere dec
Chris. —¡¿Por qué Lucían está llorando?! —exclamé, reprochando a la niñera que lo cargaba. Estuve unos días lejos de la mansión y le pedí a una de las sirvientas que ayudara a Lilia con los niños. Ambos tenían un año y medio, se portaban terrible. —¡L-la señorita Lilia ya no puede más! —se excusó—. Creo que se desmayó en el baño... Me horroricé. Mi boca se abrió en una ligera "o" y caminé directo al baño de nuestra habitación. Estaba cerrado con llave, y del otro lado se escuchaban las carcajadas de Orión. Tener gemelos no había sido nada fácil, ambos solían llorar al mismo tiempo, e incluso cagar a la vez. Estaba preocupado por haber dejado varios días a Lilia con ellos, sabiendo lo terribles que eran esos dos. —¿Lilia? ¿Puedes escucharme? Soy yo, Chris.—¡Chris! —chilló, del otro lado. Abrió la puerta y lo que vi me dejó pasmado. El cabello de Lilia tenía hasta un chicle pegado en un costado, y su ropa estaba toda sucia, las ojeras bajo sus ojos se marcaban. —¿Cariño? —Me ag
Lilia.*Unos años después...*—Oye, Chris. ¿Podemos hacerlo? —Jalé su camisa.Llevábamos días sin tener relaciones, no sabía si él ya había encontrado a otra, mi mente me estaba traicionando.Además, quería compartir una nueva noticia con él. Hace un día me hice una prueba de embarazo ya que no me bajaba, y salió positiva.¿Estaría feliz? —Lilia, ¿por qué pones esa cara? —Sobó mi mejilla.Estábamos en nuestra habitación, los gemelos se habían quedado dormidos y tenían su propio cuarto al lado de nosotros para poder escucharlos.—Dime la verdad, ¿ya no te parezco atractiva? —Me quité la bata que tenía puesta.Quedé completamente desnuda ante él. Me levanté para que pudiera ver mi cuerpo, se notaba un poco mi panza, aunque no lo suficiente para que se diera cuenta.Claro que me quedaron algunas estrías por el embarazo, pero él siempre me decía que eran hermosas.—¿De qué hablas? —resopló—. ¿Por qué piensas eso, cariño? —Negó con la cabeza, divertido.Se rodó en el colchón hasta llegar
Lilia.Hace cinco años había sido mi boda con Chris. Él se volvió mucho más poderoso de lo que era, pues tenía el dominio completo incluso de la ciudad de Colorado.Me había reunido con mis padres ese día y llevé a los niños conmigo, Chris decidió quedarse en casa para terminar un trabajo importante.—¡Mamá, papá! —Los abracé.Ellos se la pasaban yendo a su isla privada y viniendo de visita cada cierto tiempo. —Oh, Lilia —soltó la mujer, con una enorme sonrisa—. ¿Qué tenemos aquí?Se agachó un poco para ver a la pequeña Evelyn, estaba dentro de un coche rosado y jugaba con una muñeca. Ella tenía a penas un año y salió con mi cabello negro oscuro, pero con los ojos de Chris.Tenía dos moñitos diminutos.—¡Abuelo! —Los gemelos corrieron al ver a mi padre.Adoraban los regalos que él siempre les llevaba. Los cargó con sus dos brazos con dificultad, pues papá ya estaba bastante mayor y se notaba por las arrugas en su rostro.—Lucían, Orión, ¿quién quiere un juguete nuevo? —interrogó, en
Lilia.Estaba agotada, ya no podía más. Le canté una canción de cuna a Evelyn y después de media hora fue que se quedó dormida.Salí de la habitación, le ordené a una sirvienta que la mantuviera vigilada, y caminé directo al comedor. Iba a llegar tarde al almuerzo.Suspiré.Cuando crucé una esquina, Samira iba en la misma dirección que yo y con su pequeña hija de cinco años al lado.—¡Samira!Se giró.—Oh, Lilia. ¿Vas al comedor?—¿Qué comes que adivinas? —bromeé, dándole un leve golpe en el hombro al llegar a su lado.—¡Hola, tía! —exclamó la niña.Era una copia exacta de Deus. Cabello negro y ojos oscuros como el carbón, y yo que pensaba que iba a heredar los ojos de su madre. Tenía dos coletas que la hacían lucir adorable.Me incliné un poco y despeiné su cabello como de costumbre.—¿Cómo estás, Diana? —Amplié la sonrisa.—¡Bien! —respondió, con entusiasmo—. ¡Quiero jugar con Orión y Lucían!Infló las mejillas. Me reí porque las expresiones enojadas en los niños eran demasiado tier
Lilia.El cumpleaños de los gemelos llegó en un abrir y cerrar de ojos. Mis pequeños estaban listos para ir a la primaria con sus seis añitos.Chris había preparado todo con ayuda de Deus. La habitación de eventos de la mansión estaba decorada con los Avengers, pues era la saga de películas favorita de los niños.—¡Mamá! Quiero ver a Samantha —Lucían Arrugó la boca, me sorprendí.Después de aquel encuentro que tuvimos con Ethan y su familia, él no ha podido olvidar a la morenita. Me recordó tanto a mí y a Chris.Puse una mano en mi mejilla, nostálgica.—No los invité, hijo. Lo siento —Me disculpé.—Yo sí lo hice a petición del cumpleañero —Apareció Chris de la nada.Tenía una sonrisa de oreja a oreja, me rodeó de la cintura y me plantó un suave beso en los labios. Pude ver que Lucían reaccionó con asco ante la escena.—¿L-los invitaste?—¡Papá es el mejor! —El pequeño estiró sus brazos—. ¡Hurra!—¿Verdad que sí? —Se echó el cabello hacia atrás, con aires de grandeza. Yo rodé los ojos—