Lilia. Llegamos. Una sirvienta nos dejó entrar, habían pocos invitados en la casa de los Watson. Hace mucho que no iba, desde que me comprometieron con él. —Oye, Chris, ¿y cómo harás en nuestra boda si no crees en Dios? —le pregunté, curiosa. —No te preocupes por eso. Te sorprenderás. Me rodeó con su brazo, demostrando que éramos pareja. Nuestro objetivo era ir al patio, no quedaba lejos. La mayoría iba para allá, ya que todas las sillas estaban ahí. Debajo de un gran árbol, los vi a ellos dos. Mis queridos padres, esos que me criaron con tanto amor y cariño, no se habían dado cuenta de mi presencia. Ambos estaban hablando entre sí. —Ve con ellos, yo te alcanzo —sugirió Chris, soltándome. —No tienes que decírmelo. Me apuré, casi me tropecé en el camino con mi tacón. Mamá abrió los ojos y cubrió su boca con ambas manos, sus cejas se hundieron al verme. Yo comprimí una sonrisa, apenada. —¡Mi niña! —exclamó, casi en un sollozo. Estiró sus dos brazos para atraparme con su calor
Lilia. Ethan y Liz se habían casado, yo estaba hablando tranquilamente con mi padre y una copa en mi mano. El patio de esa casa era lo suficientemente grande para llevar a cabo el banquete. Una vez me encontré con Ximena y Eric, pero ellos no estuvieron encantados de verme. —¿Y a qué te dedicas ahora? —cuestionó papá, intrigado. Chris estaba buscando dulces en una mesa a lo lejos. —Ah, bueno —reí con nervios—. Suelo ayudar a Chris. Ya sabes, soy su mano derecha. Mentí. No podía decirle que no hacía mucho y estaba rodeada de lujos sin tener que trabajar, con todo el tiempo libre del mundo.—¿Y estás bien con él? Cuéntame, ¿te trata como a una princesa? —interrogó. Papá siempre me había dejado en claro que un hombre tenía que idolatrar a su mujer, ponerla en un pedestal como él puso a mi madre. De hecho, si lo pensaba mejor… Chris era así. Me daba atención, se preocupaba por mi bienestar, era pícaro, entre otras cositas. —Es un amor de hombre, papá —admití—. Sin dudas, Zoe y
Chris. Seguí a Lilia al ver que su piel palideció más de lo que estaba. Ella se tambaleó y entró como pudo al baño a vomitar. Me quedé extrañado, tal vez le había caído mal la comida. ¿Qué le habían echado? Porque estaba dispuesto a matar al cocinero si me enteraba de algo. —¿Lilia? —La llamé. Ella levantó la cabeza. Se ruborizó y ocultó su rostro hasta llegar al lavabo y limpiar el resto de vómito que había quedado en su boca. Se enjuagó. —Preciosa, ¿qué sucede? —Masajeé sus hombros, estando detrás de ella—. ¿Te sientes mal? Podemos irnos ya. —S-sí, por favor… Creo que será lo mejor —Bajó la cabeza, apenada.—Vamos a despedirnos de tus padres primero. Haré que el médico de la familia te revise. La abracé para calmarla. Se veía agitada y preocupada por su ceño fruncido. La acompañé de vuelta al banquete, donde ya las personas estaban festejando. (...) Una vez que el médico revisó a Lilia, ambos salimos de su habitación y ella se quedó descansando. Había quedado agotada. —Cu
Lilia. —Oye, Chris… —Jugué con mis dedos—. Ya que estamos en esto. ¿Puedo probarlo? Lo miré con timidez. Nunca me vi diciendo ese tipo de cosas, pero si se trataba de él, poco a poco la confianza aumentaba. Ambos estábamos desnudos sobre la cama, su miembro erecto me llamaba de una forma nueva que quería experimentar. —¿Q-quieres usar tu boca? —Se sorprendió, sus labios temblaron. Asentí. —No me parece justo que tú me hayas hecho orales y hasta el día de hoy yo no te he hecho ninguno —Arrugué la boca. Tampoco era nada del otro mundo, ¿o sí? Él sonrió con ternura. —De acuerdo. Dejaré que tú domines esta noche —Se acomodó en la cama. Sus brazos quedaron detrás de su nuca, simulando ser la almohada. Me moví para quedar a la altura de su prominente miembro que me hacía tragar saliva. No era enorme, pero… ¿Iba a caberme en la boca? —¿Te aterra? No tienes que hacerlo si no quieres, Lilia —comentó, hundiendo las cejas—. No te obligues, ¿vale? Yo estaré bien con tal de hacerte sen
Lilia Estaba esperando en mi habitación que Chris viniera con el médico que me atendió el día anterior. Los nervios me tenían mal porque me mandarían a hacer una prueba de embarazo. ¿Por qué no simplemente me traían el test y ya? Tenía que saberlo el médico… Abrieron la puerta y yo me levanté a toda velocidad. El señor traía su típico maletín con sus cosas. —Señorita Lilia —habló—. Ten. Me entregó ese test de plástico que me hizo tragar saliva. Chris me miraba con diversión y ambos brazos cruzados. ¿Él estaba emocionado por tener un hijo? Uff, vaya tonto. —De acuerdo… —No tarda más de cinco minutos en dar el resultado —sonrió el señor, acomodándose en el mueble. —Ánimos, preciosa. Le saqué el dedo grosero y fui al baño con las manos temblorosas. ¿Qué haría si resultaba estar embarazada? Bueno, por lo menos a mi bebé no le faltaría nada porque Chris le compraría todo. No íbamos a sufrir… Inhalé hondo y oriné. Apreté los labios cuando sostuve la prueba de embarazo en mis
Chris. —¿Cómo que no han traído las sillas? —le pregunté a Deus. —Oh, bueno, no tengo la culpa de que hayas contratado a la compañía más cara solo por unas sillas —Rodó los ojos—. Quieren que le des todo el dinero completo antes de traerlas. —Estamos a dos días de la boda y todavía tengo que llevar a Lilia al ayuntamiento hoy. Ya aceptaron la solicitud de matrimonio —comenté, dejando unos papeles listos sobre mi escritorio—. Y sí, compré al oficial del registro civil. —Tú siempre logras salirte con la tuya —bromeó—. Será fácil usar tu nombre entonces. —Exacto. No tendré que actuar como Christian, aunque para el ojo público lo verán así —resoplé, cansado por tanto ajetreo. —Bueno, yo dejé a los cabecillas encargados de los próximos cargamentos de drogas que hay que transportar —informó, caminando de un lado a otro. Puse mi mano en forma de pared. —Deus, no quiero saber nada de trabajo durante este tiempo. Sabes que quiero estar relajado cuando vaya a casarme —aseveré, mirándolo
Lilia. —Hasta que por fin vienes —Le dije a Samira, viéndola entrar con una sonrisa piadosa. —Lo siento, señorita… —Se rascó la nuca—. Samuel vendrá en unos minutos para arreglarte. Yo te ayudaré con el vestido. —¿No me vas a decir nada? —Me hice la dura. Ella pasaba tanto tiempo con Deus, que se olvidaba de mí. Chris le redujo el trabajo a petición de su hermano, y por eso ya no era mi sirvienta personal. Aun así, seguíamos siendo amigas. Moví el pie repetidas veces. —Usted debería entenderme… El amor hace que nos volvamos locas en todos los sentidos —Se mordió el labio, buscando el vestido de novia—. Se verá hermosa, digna de ser la reina de la mafia. Me reí. —Oh, vamos. Tampoco es para tanto. Será una ceremonia sencilla y sin muchos invitados —Sacudí mi mano, quitándome la ropa. —La familia Benett es grande. Todos están invitados. Me ayudó a colocarme la prenda. Tenía que admitir que estaba nerviosa porque me casaría frente al público. Me emocionaba poder ver a mis padr
Lilia. Deus tuvo que leer varios artículos de la ley para que mis padres no tuvieran sospechas ni los demás invitados inocentes. Había olvidado que mi tío Zack también estaba en el público. Miré al cielo, recordando a mi abuelo Rafael y las enseñanzas que me dio también. Él me consintió incluso más que mi padre, así que estaría eternamente agradecida. Ojalá me estuviera viendo. Mis ojos se aguaron al devolver mi vista hacia Chris. Lo amaba, me había enamorado perdidamente de él. —¿Van a decir sus votos o prefieren que continúe? —cuestionó Deus—. Los anillos, por favor. Mi madre acudió a nosotros con torpeza. Se quedó a un lado en silencio, esperando. —Diremos nuestros votos. Tengo mucho para decir —Chris me guiñó el ojo, pícaro. Mis mejillas ardieron. ¿Qué podía decir yo? No habíamos planeado nada de eso. ¿Me dejaba llevar por lo que dijera mi corazón? Uy, que vergonzoso. —De acuerdo. Él agarró un anillo y lo deslizó con lentitud sobre mi dedo. Me quedé pasmada porque ese m