Lilia.Chris estaba muy ocupado con los preparativos de la fiesta en su bar. Sería la primera vez que yo pisaría ese terreno.Yo andaba caminando por todos lados, buscando a Deus junto a la única amiga que tenía en ese lugar. Ojalá Chris me devolviera mi celular... Ni siquiera le había preguntado qué hizo con él.—S-señorita, más despacio —jadeó Samira.Me detuve al ver su agitada respiración porque casi que la arrastré conmigo.—Lo siento... Más bien, no deberías acompañarme si te sientes incómoda por culpa de Deus —Me encogí de hombros.Después de que él le haya coqueteado a Samira, ella se hacía la tonta cada vez que lo mencionaba y su voz temblaba.—N-no... D-Deus no tiene... —Se enredó con sus palabras.—Samira, él no es un hombre adecuado para ti —Negué con la cabeza al ver sus mejillas rojas—. Deus no te tomará en serio.Juntó sus manos sobre su delantal, bajando la cabeza con tristeza por lo que le dije. ¿De verdad se había encaprichado?—Lo sé —respondió, en un hilo—. No es l
Lilia —La fiesta es en una semana, ¿no? —pregunté, aprovechando que Chris había llegado hace un rato a la habitación. —Sí, discúlpame si he estado muy ocupado para verte seguido —Se dejó caer en la cama, justo a mi lado. Su brazo rodeó mi vientre, ya que yo estaba acostada boca arriba. La simple presencia de Chris me hacía sentir en paz, como si su compañía me brindara la calma que siempre quise y no sabía cómo obtener. Sonreí. —No ha estado tan mal encontrarme solo a Deus en el comedor —me reí. Eso me servía para planear nuestros encuentros a escondidas de Chris, y no, jamás me metería con Deus de forma romántica. Me daba asco de solo pensarlo porque estaría traicionando de la peor manera a Chris. Simplemente quería aprender a defenderme y a usar un arma por si en algún momento las cosas se complicaban. Ellos tenían muchos enemigos, ¿no? Acaricié el cabello de Chris cuando se acostó sobre mi pecho. —Confío en Deus, por ahora lo dejé a cargo de ti para que se asegure de que e
Lilia. Después de escuchar sus palabras cerca de mi oído, una ola de calor me invadió. Mis manos se aferraron a la sábana de la cama, suplicante. No quería que se detuviera. Ese hormigueo intenso predominaba en mi cuerpo y no cesaba. Era como si su miembro estuviera jugueteando en el punto exacto dentro de mí.. —S-Sigue, por favor… —No me detendré hasta acabar con esto, Lilia —dictaminó, decidido. No podía ver su rostro, pero me bastaba con oír su voz ronca y gruñona. Él no dejaba de moverse, y sus manos se deslizaron por toda mi espalda hasta rodearla y encontrar mis dos pezones. Definitivamente, era un placer indescriptible. Chris activó distintos botones al mismo tiempo que me hacían gritar por lo bien que se sentía. Su miembro estaba duro y palpitaba en mi interior, me decía que era suya. —¡Qué rica estás! —jadeó, aumentando mucho más la velocidad. Me quedé con la boca abierta y algo de baba salió de ella, no pude evitarlo. ¿Qué clase de cables tenía mi cuerpo para activ
Ethan. Después de enterarme que sería padre, le pedí un tiempo a Liz para pensarlo. No planeaba abandonar a mi bebé, eso era seguro. Habían pasado unas dos semanas de ese encuentro, y yo decidí comentárselo a mis padres en horas de la cena.Aunque, ya tenía claro lo que me iban a decir: debes casarte con ella, Ethan. —¿Estás bien? Te noto un poco tenso —preguntó mamá, ella me conocía mejor que nadie. Yo deslicé mis manos por encima de mi pantalón para quitarme el sudor. Estaba nervioso porque no imaginé que me sucedería algo así, como al propio adolescente sin control. —T-tengo que darles una noticia que puede s-sorprenderlos —hablé, apretando los labios. ¿Por qué era tan difícil que mi lengua se enredaba? Mamá picó un trozo de pollo asado y se sirvió en su plato, hizo lo mismo con papá. —Cuéntame, ¿ya has conseguido a una mujer? —interrogó mi viejo, dejando de lado su celular. Su mirada se clavó en mí. Ni ellos, ni el mundo se habían enterado de la aparición de Lilia. Supus
Chris. —¿Y bien? ¿Está todo listo? —le pregunté a Elisa. —Bebidas, aperitivos, música, entre otros —Anotó en una lista que tenía en sus manos—. No falta nada. Estaba en el bar junto a ella y otros cabecillas que encargué para que descargaran los camiones con todo lo que usaríamos en la fiesta. —Perfecto, ¿el barman qué carajos hace que no llega? —Moví el pie repetidas veces—. Deus también se está tardando. —¿Por qué no nos relajamos un poco tú y yo? No hemos descansado nada —habló, mordiéndose el labio. La mujer caminó a pasos lentos y con una pose sensual hasta mi posición. Se bajó más de lo normal el escote, y yo volteé mi rostro haciendo una mueca de asco por verle las tetas. —Deja de actuar como una zorra, Elisa. —¡¿Por qué ahora me llamas así?! —refutó, avergonzada. Subió de nuevo su escote y cubrió ambos pechos con sus brazos. No sabía cuándo iba a cansarse de estar detrás de mí, si ella bien sabía que yo era un hombre comprometido y fiel a mi mujer. —Es la visión que
Chris. —Por suerte, usó una pequeña dosis en la bebida o pudo haber sido mortal para ti, Chris, ya que mezcló diferentes sustancias —informó Deus. Yo había sido atendido por el médico esa mañana y habían logrado sacar el medicamento de mi cuerpo después de varias horas con un suero. —No voy a perdonarla por esto. Acomodé mi saco. Iba a buscar a Lilia porque se le haría un juicio a Elisa esa tarde por lo que hizo. Cabía resaltar que no sería nada legal como tal, la misma familia Benett iba a juzgarla y Deus tomaría la decisión final. Nunca se perdonaba a los traidores, era una pena de muerte segura. Simplemente hacíamos el juicio para que todos entendieran que la traición no era un juego, y para decidir cómo iba a morir el culpable. —¿Crees que me ablandaré? —bufó, negando con la cabeza—. Tal vez me acosté con ella en el pasado, pero no le perdonaré la vida a alguien que trató de violarte, hermanito. —Cállate, Deus. Me haces sentir un inútil por esas palabras —Salimos de mi ofi
Lilia. Elisa estaba muerta, y no le di tanta importancia. Me estaba acostumbrando a ese mundo y ya el horror no me atormentaba como antes. Gracias a Deus, había aprendido a defenderme sola y por supuesto, a disparar un arma. El último día de mi entrenamiento, pegué cada bala en la cabeza de los muñecos de cartón. Estiré mis brazos. Estaba esperando a Samira porque ambas íbamos a arreglarnos. El día de la fiesta había llegado y yo estaba emocionada porque ella también iría. La puerta se abrió. —Sigo pensando que es una mala idea —habló, llena de arrepentimiento. —Ya escogí el vestido que usarás —sonreí, agarrando la prenda que reposaba sobre la cama—. El color verde te quedará perfecto. —Estoy muy nerviosa, ¿sabes? Será la primera vez que salgo de la mansión sin mi uniforme —confesó, sentándose en el sofá. —Tranquila, yo estaré a tu lado. Después de dos largas horas de arduo trabajo para cambiar por completo a Samira, lo logré. El vestido se pegaba tanto a su cuerpo, que me
Lilia. Moví mi cabeza al ritmo de la música. Tomé un sorbo del trago que pidió Deus y terminé tosiendo como loca por lo caliente que fue.Mi garganta picaba. Necesitaba ir por un poco de agua, y vi que la barra no quedaba lejos. Deus seguía bailando con Samira, no quise interrumpirlos. Me levanté para ir a la barra y sentarme en una de las sillas disponibles. Apoyé ambas manos sobre el mesón. —¿Desea algo? —preguntó el barman. —Agua, por favor. Es urgente —hablé con la nariz arrugada. El hombre asintió y me sirvió un vaso que me bebí en segundos. Por fin, estuve más aliviada después de eso. —Hola, señorita, ¿qué hace tan sola en un lugar como este? —cuestionó una voz desconocida. Me giré a verlo. Un hombre gordo y con las mejillas infladas se había sentado a mi lado. Sus lujuriosos ojos estaban clavados en mí, me hizo sentir incómoda y asqueada a la vez. Fruncí el ceño. Su papada ocultaba gran parte de su cuello, y una porción de su barriga se salía de su camisa por la parte