Lilia.—Y recuerda, no vayas a quitarte los audífonos hasta que despiertes —indicó Samira, entregándome el reproductor en las manos.Yo parpadeé.Estaba loca por creer que iba a recordar un evento de cuando tenía cuatro años. ¿Cómo podría? Y peor aún, ¿cómo es que Chris también lo veía posible?En cualquier caso, ¿qué cambiaría si lo recordaba...?—Gracias, no le tengo mucha fe a esto, pero es mejor intentarlo y fracasar, que no haberlo intentado nunca —argumenté.—Sé que piensas que es una tontería —Arrugó un poco los labios—. Mírame, señorita, ¿me ves capaz de mentir? —Puso ambas manos encima de su delantal—. Una de las razones por las que me molestaban en la cocina, es porque me dejo "dominar" por así decirlo.—Me di cuenta de que eres sumisa —afirmé, sin sorprenderme.Ella abrió la boca con horror.—Tampoco lo diga de esa forma, señorita —Cubrió sus mejillas—. Puede sonar vulgar.Negué con la cabeza, divertida.—Recién nos conocemos, pero empiezas a caerme bien —Palmeé su hombro y
Chris.Tuve que esperar que Lilia saliera de su habitación, me quedé afuera, apoyando la espalda de la pared y revisando mi celular.En ese tiempo, recibí una llamada de Deus.—Jefe, me temo que tengo malas noticias —habló, su voz salió rasposa por la estática.—¿Qué sucede?A esas alturas, ya nada me daba miedo, simplemente tenía que prepararme para cualquier evento peligroso que se me viniera encima.—Perdí el rastro de Alexander —confesó, tal vez se estaba mordiendo una uña—. Y-yo... Ni siquiera me descuidé. Él se metió en un callejón, y cuando me acerqué, había desaparecido. Él tenía que ir a su trabajo, pero se desvió.—¿Exploraste bien la zona? Tal vez había alguna puerta cubierta con los propios bloques —expliqué, moviendo el pie repetidas veces.Según Deus, Alexander no había hecho nada extraño durante los días que lo había estado siguiendo. No le quitaba el ojo de encima, a menos que el hombre estuviera en su trabajo o en su departamento.—No, no hay nada de eso. Es extraño,
Ethan.Pasar mucho tiempo con Liz se estaba volviendo un poco extraño. Ella buscaba estar cada día conmigo en nuestro tiempo libre, ya que terminó consiguiendo un trabajo en la empresa de mi padre, en donde yo pronto sería el jefe.—Oye, Ethan, ¿qué tal si vamos al bar hoy? Necesitas relajarte y dejar de pensar en Lilia —Ella se posicionó detrás de mí y masajeó mis hombros.Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al sentirme terrible porque mi corazón le pertenecía a Lilia. Sabía que Liz tenía sentimientos por mí, por lo que no podía darle entrada.Moví la silla rodadiza para que ella se apartara.—Liz, no descansaré hasta encontrarla —dictaminé, juntando ambas manos sobre la mesa.—Solo te pido que la olvides por un día, ¿está mal relajarse? Porque te saldrán arrugas más rápido si andas estresado todos los días —bufó, caminando hasta su puesto.Sus tacones resonaron por la reluciente cerámica del suelo, dejándome pensativo porque en cierta parte tenía razón.Buscar a Lilia me tenía agi
Ethan.Desperté somnoliento y con un dolor de cabeza descomunal. Tuve que restregar mis ojos porque no recordaba nada del día anterior.¿Qué había hecho?Estuve trabajando... Y luego Liz.Oh.—¿L-Liz? —balbuceé, al ver que la mujer estaba debajo de las sábanas.No tenía dudas de que esa era una habitación de hotel por la moderna decoración. Me senté en la orilla del colchón blanco, tratando de no despertarla porque no quería que me viera.¿Qué habíamos hecho?Pronto, miles de imágenes generaron una punzada en mi cabeza. Sobé mi sien, concentrado en cada detalle...El cuerpo desnudo de Liz dominó mis pensamientos, esos grandes y firmes pechos que llegué a chupar con mi boca... Me levanté de golpe para darme cuenta de que yo estaba desnudo.—No puede ser —susurré, buscando mi ropa a toda velocidad.Recordé por fragmentos lo que hice la noche anterior. Mi cuerpo estaba todo tembloroso por el miedo que sentí al saber que había engañado a Lilia, y eso que me dije a mí mismo que no la engañ
Lilia.—¿Cómo que Boulevard? —Fruncí el ceño.Chris estaba jugando con sus dedos porque me quería llevar al cine a ver Boulevard. Parecía un niño pidiendo su dulce favorito.—Por favor, Lilia... No pensé que habías leído ese libro —Hizo un puchero infantil.Rodé los ojos.—Fue bastante malo el final, digo, pudieron haber acabado con el protagonista de otra manera —bufé, negando con la cabeza—. Pero ya que insistes y eres el que pagará todo, acepto. Necesito salir de aquí.Chris se lanzó sobre mí y terminé acostada boca arriba en la cama. Él me estaba abrazando como si le hubiera dado permiso para ir a una fiesta en su adolescencia.Parpadeé varias veces.—¡No sabes cuánto te amo, Lilia! —exclamó, restregando su cabeza en mis pechos.—¡Oye, oye! ¡Mira dónde tocas! —Traté de empujarlo con mis manos para quitarlo de encima.Uff, ¿por qué se comportaba como un niño conmigo? Se suponía que era un aterrador mafioso que cargaba una pistola al lado de su pantalón todos los días.Vaya psicópat
Chris.Lo que vi me dejó frío, pasmado y pálido por no poder creerlo. Mi mente se había quedado en blanco, hasta que Lilia me hizo reaccionar y la saqué a la fuerza de ese lugar antes de que me volviera débil.Mi corazón estaba latiendo más rápido que nunca, y al mismo tiempo mis manos temblaban de pudor. ¿Qué hacían ahí? ¿Por qué no estaban muertos?—¡Me estás lastimando! —se quejó, la solté de golpe.Definitivamente, yo era el peor por no haberme dado cuenta de que hice mucha presión en Lilia por la rabia que sentía.Mi mundo se desmoronó, y antes de poder llegar a mi auto, me dejé caer de rodillas en el duro suelo de cemento. Por suerte, no habían personas pasando por el estacionamiento.—¡¿Chris?! —Lilia se agachó, con su mano en mi espalda.Su ceño estaba fruncido y se veía asustada. Yo no podía formular alguna palabra porque, ¿cómo le decía que vi a unas personas que tenían que estar muertas? ¿Ya estaba delirando?Cubrí mi rostro con ambas manos, encogido para más seguridad.—Y
Chris.***Todavía recordaba con claridad el día que fui adoptado por ellos, una familia que me mostró una sonrisa amigable, haciéndome creer que de verdad me darían amor.Yo tenía once años, cuando me sacaron del orfanato.—Hola, Chris, a partir de hoy seremos tus padres —expresó una mujer de cabello negro, se inclinó un poco para llegar a mi altura.Los nervios por no saber cómo me tratarían al ser adoptado, me invadieron. Yo extrañaba mucho a mis padres biológicos, todos los días lloraba por volver a verlos. —Nuestro querido Robert quiere un hermanito, y casualmente eres el único de su edad —comentó el hombre—. Yo soy Elliott, y ella es mi esposa Rebeca. Señaló a la mujer a su lado. —Serán tu nueva familia, Chris. La señora ya no puede tener más hijos... Y quieren adoptarte a ti —informó la cuidadora—. ¡Felicidades! No tenía idea de que esa familia se convertiría en mi perdición... Durante los primeros dos años, todo fue color de rosas y me llevaba muy bien con Robert, mi herm
Chris.Quedé casi destruido por culpa de mi padre ese día. Me utilizó como si yo fuera un saco de boxeo, hasta sentí que me rompió una costilla por el inmenso dolor e hinchazón generado en esa zona.—Vuelve a tocarle un pelo a Robert, y te irá peor —amenazó, esculpiéndome al final.Mi ojo estaba hinchado, no podía abrirlo por completo. Lo miré una última vez, agonizante y solo arrugó la boca con asco.Él se marchó, dejándome tirado en el suelo casi inconsciente. Necesitaba ir al hospital o podía morir... La golpiza que me dio fue la peor de todas, estaba sangrando por distintas partes del cuerpo.Me levanté con mucha dificultad y con mis piernas temblando. Ya no podía seguir en ese lugar. Esa noche, había decidido escaparme.—L-Lilia... —Recordarla me mantenía estable.En cierto punto llegaba a crear una Lilia imaginaria que me animaba en los peores momentos. Ella me decía que siguiera mi corazón, que me fuera de esa casa o terminaría muerto y rompería nuestra promesa.Me senté en la