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José Luis siguió manejando y aunque se ve muy relajado, pero en el fondo siempre está preocupado por pensar en lo que hará si Clara Isabel no le cree y decide seguir con la estúpida idea de un divorcio.

— ¿Por qué me traes a la empresa? —preguntó ella, cuando se dio cuenta de que iban entrando al mismo estacionamiento privado del que salieron hace unas horas.

— Porque quiero mostrarte algo, esposa mía.

— Pero si no es hora de estar trabajando.

¡Ay no! Tú me has traído a que haga horas extras por las que perdí por la tarde, verdad, eres un animal con la madre de tus hijos, ¿no me tienes piedad ni porque estoy embarazada? —dijo la chica haciendo sus famosos pucheros que le sirven para derretir y manipular a su marido.

— Clara Isabel, por favor, ya deja de estar suponiendo cosas que no son, relájate por favor.

— Es que tu actitud me pone de los nervios. Me has traído prácticamente a rastras contigo y me tienes en ascuas.

— Por favor, entra a la habitación y, ya que estamos completamente
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