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Poco tiempo después llegó la joven Yeni, ella anda sola porque su esposo Alberto desde hace mucho rato se ha unido a la búsqueda del pequeño Toni. Ella aún no puede creer que haya otra persona con el mismo rostro de José Luis, y por ello le ha dado una buena insultada desde que entró a la mansión.

—¡Por Dios, José Luis! ¿Eres tú? —exclamó la chica al ver al hombre sentado en el sofá, y es que podemos decir que él, ni se reconoce, ya que tiene vendado una parte de su rostro y en la otra parte hay una marca que apenas está cicatrizando.

—Pues claro, ¿o es que acaso también creíste que yo soy el que se robó a mi propio hijo? —dijo el hombre, sonando irónico.

—Perdón, es que no sé qué más pensar, todos están como locos repitiendo que es idéntico a ti el hombre que se lo llevó. ¡Ay, no qué confusión la que se tienen! Pero tú mejor cuéntame que fue lo que te pasó y por qué andas como pata de zopilote golpeado y cojeando con esa pierna enyesada. —la chica le ha causado gracia ver así al homb
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