—Automáticamente, señora Luz —respondió Hiz—. Sólo necesita firmar usted y todo su núcleo familiar queda dentro del seguro.
—Ay, niña, muchas gracias —soltó la mujer mientras firmaba.
Otras de las vecinas cercanas a la casa de Hiz se acercaron a ella para saludarlas y en vista de la noticia del seguro, no lo pensaron dos veces para firmar. De hecho, se fueron llamando unas a otras para que se acercaran a firmar los papeles.
Así fue como Hiz sin antes de llegar a su casa logró reunir a un grupo algo grande de vecinos para que firmaran los papeles.
Cuando todos terminaron de firmar y le agradecieron que pensara en ellos, en esos momentos, Hiz vio a lo lejos que Ben se acercaba en la calle.
—¡Ben! —llamó Hiz bastante sonriente.
—Niña, ahorita te llevo una taza de sopa —dijo la anciana y se despidió de l
Hiz sabía que era una muy mala idea que los Triángulos se reunieran en su casa. Lo confirmó cuando las dos mujeres quedaron pálidas.—Buenas tardes —saludaron los jóvenes.—Buenas tardes —respondieron las mujeres intentando ocultar su nerviosismo.La hermana de Dane salió del interior de la casa y corrió hasta abrazar a su mamá.—Siéntense, por favor —ofreció Hiz.En total eran diez muchachos (contando a Ben) y, cuando ocuparon los pocos muebles que había en la pequeña casa, quedaron cinco de pie.Hiz corrió a buscar algunas butacas del patio y así los demás muchachos pudieron sentarse, aunque la mayoría eran altos y quedaban con las piernas alzadas casi a la altura del pecho (se veían muy graciosos).Las mujeres quedaron de pie. Ben ofreció su sillón para alguna de el
—Los Plumas, si ellos se enteran de ella… ¿no sería malo?Todos en la sala rieron.—Claro que sí, se van a enojar mucho si se enteran de que replicamos parte de su poder —comentó Ben—. Pero la única, fuera de nosotros que sabrá de ella, eres tú; bueno, y los Mandos Superiores de los Diamantes.—Y si te cuenta esto es porque confía demasiado en ti —dijo Aspen.—Nunca te traicionaría con algo así —confesó Hiz mientras veía a Ben.El joven desenvolvió una sonrisa de esas bobaliconas que siempre le mostraba en privado.—Hiz, ¿es cierto que estás atendiendo a los Plumas? —preguntó Asben con curiosidad.Hiz irguió su espalda y tornó su rostro serio.—Ay, relájate —chistó Asben y sonrió tranquilo—. Só
—Crees que sólo porque él está interesado en mí ya eso te ayuda a que yo sea tu informante —Hiz se levantó de su puesto—. ¿Quieres que me maten, Ben?Todos se levantaron e intentaron tranquilizarla.—¡No, esto es entre él y yo! —Los apartó y volvió a encararlo—. ¿Así es como tanto dices amarme? ¿Haciendo que yo quiera revisar entre los papeles de Dober y encuentre algo que te pueda ser útil como saber el por qué ellos están aquí? ¿Quieres que me maten?, ¿eso quieres?, ¿no se supone que yo seré tu mujer y que nos iremos a vivir juntos? ¿Cómo puedes manipular así a tu mujer?Hiz trató de calmarse tomando aire y respirando lento, pero sintió que esto sólo sirvió para ahogarse y volvió a respirar agitado.—Dober me tiene lástima —mintió con soltura—, por eso me ayudó cuando me enfermé. Se enteró que un Diamante me maltrató y tuve la descompensación nutricional, le di tanta lástima que mandó a pedir que trajeran al médico para ayudarme porque estuve por un tiempo muerta y me regaló el parc
Hiz se quitó la camisa y la olió, ¿cómo podía Dober oler las energías de las personas? No lo comprendía, aun así, se quitó la ropa y rebuscó en el bulto de ropa desparramado por la cama algo decente que pudiera vestir.—¿Cómo que sabes mucho sobre Dober? —preguntó la madre de Dane—. ¿Qué tanto te ha dicho él?—No me ha dicho, lo he visto —respondió Hiz, caminó hasta una esquina, donde había una silla con una toalla colgada en su espaldar—. Dober me tiene mucha confianza; bueno, por algo soy su mujer.Su mamá soltó un pequeño grito de impresión.—Hiz, si es así, ¿por qué viniste a la aldea sola? —preguntó—. Estás corriendo mucho peligro aquí, ¡no debes volver más!, ¿por qué viniste?—Vine porque… —Hiz se detuvo, su pulso estaba muy acelerado—, necesitaba terminar de llenar el documento de Protegidos y quería verte.Su mamá se levantó de la cama.—Ay, niña, bueno, ve a bañarte, ¡corre! Debes irte de aquí lo más pronto posible.Hiz caminó a grandes pasos hasta el baño, con la toalla blan
Aquel abrazo la reconfortó, para su sorpresa. Rodeó la cintura de Dober e inspiró hondo, llenando sus pulmones del aroma de aquel hombre; olía a lavanda, pero era un olor muy sutil y bastante fresco.Su temblor se detuvo (llevaba horas con aquel miedo).—Tranquila, tu mamá está protegida, no le harán daño —calmó Dober—. ¿Puedes contarme qué pasó en la aldea?—Había un grupo de Exterminio —dijo Hiz con voz temblorosa—. Ellos sospecharon de mí.Dober la abrazó con mayor fuerza y esto a Hiz la reconfortó mucho.—Hiz, no vuelvas a salir sin guardias —pidió el hombre—. Es demasiado peligroso.—Me di cuenta de eso.El doctor Ramson tuvo que estabilizar el parche nutricional de Hiz porque la adrenalina que tuvo por la situación la alteró y le hizo desestabilizar.Pasó dos horas monitoreada y le dieron un tranquilizante. En todo ese tiempo Dober estuvo a su lado, acostado a su derecha de la cama.A ella le pareció bastante curioso el verlo sin zapatos y con pijama (pantalón gris y una camisa
Dober estaba dormido a su lado, con un brazo rodeando la cintura de Hiz. Estaban acostados a medio lado, con sus rostros cerca; un poco más y las puntas de sus narices se rozarían.Las pestañas de Dober eran largas y tupidas, haciendo un arco ascendente. No eran del todo negras, se veían un poco violetas.Es un ser de otro mundo, pensó.Su piel parecía porcelana. Y sus labios rosados claros, delicados; Hiz no podía creer que la noche anterior los había besado.Mientras lo contemplaba, se dio cuenta que él nunca le haría daño: ella era una de las debilidades de Dober Momson, la única debilidad que ella conocía de él hasta el momento.Vio aquellos ojos violetas asomarse entre las largas pestañas y Hiz le sonrió.La primera vez que Hiz lo veía dormir. La primera vez que se despertaba y lo primero que veía era el tranquilo rostro de aquel Pluma.Él la atrajo con su brazo y la piel del rostro de Hiz tocó la de Dober. Sintió todo su cuerpo erizarse y la unión volvió a aparecer en su brazo i
Ella supo que, a aquel ritmo, pronto se encariñaría con Dober. Así como era consciente que, si se apartaba de Dober, quedarían los recuerdos de esos días fríos que pasó a su lado y aquella protección que él le daba.—Señor Dober —llamó ella, una vez habían acabado de desayunar y él se disponía a cambiarse con su abrigo largo y oscuro.Hiz se levantó del comedor y caminó hasta él. Estando los dos de pie, cerca del closet, se miraron fijamente.El violeta y rosado. Dos colores de iris totalmente opuestos que comenzaban a acercarse poco a poco.—Hiz —Dober terminó de ponerse el abrigo—, ¿sucede algo?—¿A dónde va todos los días? —Llevó las manos a su pecho.—Debemos hacer revisión por el área.—¿Están buscando algo?—Sí, ¿recuerdas los hombres que viste en el bosque?Hiz sintió su pulso alterarse.—S-sí, claro.¿Cómo podría olvidarlo? Ese día creyó que iba a morir.—Esos hombres son del grupo Exterminio, asesinaron a los Infinitos y los colgaron por todo el territorio —explicó Dober—. Va
Fue la primera vez que Hiz se vistió con uno de los vestidos nuevos de su madre: uno rojo fuego. También usó uno de los abrigos azul turquí de Dober y guardó en uno de los bolsillos internos un Vigilante (según, debía ir muy bien protegida, porque el lugar era muy peligroso).La custodiaron una docena de guardias de los Plumas. Salió del hotel al lado de Dober y él la llevaba de su brazo.Así que todos los Infinitos oficializaron sus sospechas: ella ahora era uno de ellos. Era la mujer de Dober Momson: esa noticia se expandiría como la pólvora y llegaría hasta los Triángulos.Así que Hiz daba por terminado toda relación con Ben y sus amigos. Así como, si algún día llegaba a encontrarse con alguien que defendiera a los Exterminio, su vida peligraba.En el camino se topó con la mirada de Dane que parecía tener demasiadas preguntas.Subieron a una nave gris, de las militares y los llevaron tan lejos que Hiz ya no lograba reconocer los alrededores.Habría llorado del miedo, pero sabía que