Capítulo 63 —CaosNarrador:El primer golpe en la puerta fue firme, seco, haciendo que Lorena diera un pequeño respingo.—Lorena, abre la puerta. —La voz de Luigi sonó seria, con ese tono de autoridad que usaba cuando no había espacio para discusiones.Lorena soltó un suspiro exagerado y rodó los ojos.—¡Estoy ocupada, Luigi!Segundo golpe. Más fuerte.—No me hagas entrar ahí.Lorena bufó y revisó su reflejo una última vez en el espejo.—No te atreverías.Tercer golpe.—Tengo órdenes directas de Franco de llevarte a la casa en este preciso instante. Sal de inmediato o te saco yo.Lorena cerró los ojos con frustración, sintiendo que su diversión acababa de terminar de golpe. Mal*dito Franco y su manía de controlarlo todo. Suspiró pesadamente, recogió sus cosas y, con toda la calma del mundo, se acomodó el cabello antes de abrir la puerta. Luigi estaba de pie justo frente a ella, con los brazos cruzados y una expresión de absoluto fastidio. —Ya salí, ¿Contento?—Nos vamos.Lorena se ap
Capítulo 64 —Infierno en la oscuridadNarrador:El chirrido de los frenos hizo que el corazón de Lorena diera un vuelco. La camioneta se detuvo bruscamente, levantando polvo a su alrededor.—Voy a mear —gruñó uno de los hombres desde el asiento del copiloto.—Yo también —dijo otro, con voz despreocupada.Los dos bajaron, cerrando las puertas de golpe. El tercero, el que había hablado con un tono burlón desde que la metieron en la camioneta, se quedó con ella.Lorena respiró con dificultad, su cuerpo aún temblaba con el rastro del pánico. Franco vendría. Tenía que venir. Pero entonces sintió la presión de unas manos ásperas aferrarse a su cabello y su mundo se fragmentó.Un tirón brutal la arrancó del asiento y la arrojó contra el suelo pedregoso. Su piel desnuda debajo del vestido ligero se raspó al contacto con la tierra áspera, pero ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar.—Voy a divertirme un rato contigo mientras esos dos terminan —susurró el hombre, su aliento apestando a tabaco y
Capítulo 65 —¿Dónde está Lorena?Narrador:El sonido insistente del teléfono retumbó en el despacho de Franco, pero él ya lo estaba esperando. Desde que sintió que algo estaba mal, desde que su pecho se tensó con un presentimiento que no podía explicar, supo que esa llamada llegaría.Tomó el móvil con rapidez, viendo el nombre de Luigi parpadear en la pantalla.—Dime que todo está bien —soltó de inmediato, su tono grave, exigente, pero en el fondo suplicante.El silencio al otro lado de la línea fue la primera señal de que nada estaba bien.—Jefe… —la voz de Luigi estaba tensa, entrecortada, con un tono que Franco nunca le había escuchado antes.El corazón de Franco se detuvo por un segundo antes de volver a latir con furia.—¿Dónde está Lorena?—Nos atacaron —soltó Luigi, su voz ahora con un filo de rabia contenida —Nos emboscaron cuando salíamos de la tienda. Uno de los nuestros está muerto.Franco sintió cómo el mundo a su alrededor se volvía rojo.—¿Dónde está Lorena? —repitió en
Capítulo 66 —No puedo perderlaNarrador:La bodega olía a óxido, sudor y muerte inminente. La única luz provenía de una bombilla desnuda colgando del techo, proyectando sombras alargadas en las paredes de ladrillo húmedo. El silencio era denso, pesado, como si el aire mismo se hubiera detenido en anticipación a lo que estaba por suceder. Franco entró con paso firme, su rostro era una máscara de pura oscuridad. Luigi lo siguió de cerca, manteniendo la distancia justa, porque sabía que en ese estado, Franco Mancini no era un hombre, sino un depredador. El prisionero estaba atado a una silla en el centro de la bodega. Tenía el rostro cubierto de sangre seca y nuevos cortes frescos en los labios partidos. Su cuerpo temblaba, no solo por el dolor, sino por el pánico absoluto que lo invadía al ver a Franco Mancini detenerse frente a él.—¿Cómo te llamas? —preguntó Franco con una voz que parecía tallada en hielo.El hombre tragó saliva y alzó la vista con dificultad.—No… no tengo que decirt
Capítulo 67 —Sabía que vendríasNarrador:Franco cruzó la puerta como una tormenta, con el rostro endurecido y los músculos tensos. El dolor, la culpa y la desesperación se transformaron en pura furia. Furia fría, metódica, letal.Luigi apenas podía seguirle el paso mientras él avanzaba por la bodega con la determinación de un hombre que ya había decidido cómo acabaría la noche.Sus hombres estaban reunidos, esperando. El aire estaba cargado de expectación, de una tensión silenciosa que solo podía preceder a la guerra.Franco se detuvo en seco frente a ellos, sus ojos claros ardiendo con una ira contenida que hacía que incluso los más curtidos en batalla evitaran sostenerle la mirada por mucho tiempo.—Escúchenme bien —su voz era baja, pero cada palabra retumbó en el silencio como una sentencia de muerte —. Quiero encontrar a D’Alessandro antes del amanecer. Quiero saber quién lo ayudó, quién le dio información sobre nuestros movimientos, quién fue el hijo de pu*ta que le facilitó el
Capítulo 68 —No puedo hacerlo sin tí...Narrador:Franco sostenía a Lorena en su regazo con desesperación, su agarre firme pero tembloroso. Su piel estaba helada. Su vestido destrozado. Su respiración entrecortada. Cada sacudida de la camioneta hacía que su cuerpo se estremeciera con espasmos involuntarios, incluso en la inconsciencia.Luigi conducía con una mano en el volante y la otra en el teléfono, gritando órdenes a los hombres para limpiar el desastre que habían dejado atrás. Pero Franco no podía escuchar nada de eso. Solo podía mirarla a ella. Tan frágil, tan jodidamente rota.—La llevamos a casa —gruñó, sin apartar la vista de ella.Luigi lo miró por el espejo retrovisor y apretó los dientes.—Jefe… ella necesita un hospital.Franco cerró los ojos un segundo, su mandíbula se tensó con tanta fuerza que sintió que le dolían los dientes.—Dije que la llevamos a casa.—Si la llevamos a casa y algo le pasa, jamás te lo perdonarás.Franco sintió una punzada en el pecho. Como una lan
Capítulo 69 —Y entonces la vio...Narrador:Franco no supo cuántas horas habían pasado. El tiempo dejó de existir para él en esa habitación, donde Lorena yacía inmóvil, conectada a los monitores que emitían un pitido constante, el único sonido que rompía el silencio sepulcral.No la soltó, no dejó de sostener su mano ni un solo instante, aferrándose a ella como si eso bastara para retenerla en este mundo, para impedir que se le escapara. Su pulgar acariciaba la piel fría de sus nudillos, y de vez en cuando, inclinaba la cabeza para besarle los dedos con una devoción rota, desesperada.—Te amo, Lorena… —susurró, su voz ronca, desgarrada por el dolor —Mie*rda… te amo tanto. —Se inclinó hacia ella, apoyando la frente sobre su mano. Su cuerpo temblaba de pura impotencia. No podía verla así. No podía aceptar que la mujer más fuerte que conocía estuviera reducida a esto, atrapada en una quietud que no le pertenecía. —Perdóname… —Su voz se quebró. Cerró los ojos con fuerza, como si eso pudie
Capítulo 70 —Estás a salvoNarrador:Lorena ha despertado, pero está débil, su voz apenas es un susurro. Franco se aferra a su mano, su corazón latiendo con tanta fuerza que le duele el pecho. Quiere hablar, quiere decirle tantas cosas, pero no quiere abrumarla.La mirada de Lorena es pesada, su parpadeo lento, pero cuando intenta moverse, una mueca de dolor cruza su rostro. Franco reacciona de inmediato.—No te muevas, amor —murmura, acariciando su mejilla con el dorso de los dedos—. Tienes que descansar.Lorena traga saliva con dificultad, sus ojos recorriendo su rostro con esfuerzo.—¿Dónde… estoy?—En el hospital —su voz es ronca, pero intenta mantenerse calmado por ella—. Estás a salvo, mi amor.Ella frunce ligeramente el ceño, como si intentara recordar. Su mano débil se aprieta un poco más contra la de Franco.—D’Alessandro…Franco siente que la ira lo recorre de inmediato, pero la reprime. No ahora, no con ella en este estado.—Ya no puede hacerte daño —susurra con un tono pel