Capítulo 115

De repente todo estaba en silencio.

Corría en su forma de lobo, con los sentidos agudizados, incluido el olfato, tras su presa.

Captaba todos sus movimientos, oía los latidos de su corazón a kilómetros de distancia, podía oler su cuerpo.

Y cómo latía desesperadamente el corazón del ciervo, el animal debía saber que no tenía escapatoria.

James atravesó el bosque corriendo tras su presa, John y Henry estaban a su lado, y ambos creían que atraparían al ciervo, James sabía que lo haría.

El lobo blanco surcó el aire, dejándole atrás durante unos minutos, hasta que James consiguió emparejarse con él.

Los ojos azules de John eran una luz intensa en la oscuridad del bosque.

De repente, ambos olieron humo y oyeron gritos a lo lejos.

La presa había desaparecido, y James y sus compañeros se miraron, intentando comprender lo que significaba.

Fue entonces cuando James percibió, mezclado con el olor a humo, un aroma familiar.

El olor que había anhelado, con el que había soñado todo este tiempo...

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