—¿Qué demonios estoy haciendo aquí? —murmura Bianca sentada en uno de los sillones de la mansión de la familia Alfa, mordiéndose el labio con nerviosismo, no sabe por qué decidió volver, una vez que vio a Kayla debería haber vuelto a su hogar. Ahora que César ya no está, y que quien llevará a la manda adelante será un beta de Julio no hay razón para no hacerlo. —Te estuve buscando luego de la reunión con los ancianos, hasta que caí en cuenta que este debería haber sido el primer lugar en el que tendría que haber buscado —comenta Julio entrando en la biblioteca con una sonrisa al verla por fin. —Supuse que aquí no estorbaba a nadie, al menos hasta encontrar un lugar más apropiado en el que quedarme —responde la mujer forzando una sonrisa, una que está segura que no convence a nadie. —¿Qué lugar sería más apropiado que aquí? Y no estorbar a nadie, si lo dices porque no te llamamos a la reunión fue solo porque creí que no te interesaría estar —señala el Alfa sentándose a su lado, mirán
—Me comentó mi hermano que ya no pareces estar muy a gusto aquí —comenta Alana sentándose junto a Bianca en el jardín, debajo de la sombra de un sauce. —Vine hasta aquí escapando de César, pero ahora que él ya no está, no tengo ninguna razón para no volver a mi hogar —responde la pelirroja encogiéndose de hombros para restarle importancia al asunto. —Allí ya no te queda nada, solo una cabaña que te recordará la desgracia que sucedió allí, pero aqui ya eres como uno de nosotros, como de la familia —asegura la loba mirándola con cariño, ya que después de todo lo que han pasado juntos es una de las personas a quien le confiaría su vida. —Kayla ya ha vuelto, y yo me siento de más. Tal vez nadie lo dice, pero estoy seguro de que ven claramente de que yo estoy de más. Soy la tercera en discordia, y Julio ya ha hecho mucho por mí como para querer causarle más problemas —confiesa Bianca con un poco más de sinceridad que la que tuvo con Julio. —¿Celos? ¿A eso se debe todo esto? —cuestiona
—Aún puedo recordar cuando tenía que venir a sacarte de aquí casi a la fuerza, esta biblioteca era mi más grande rival —murmura Kayla que al fin ha sido capaz de encontrar a su marido a solas. —Es el lugar en el que puedo pensar con claridad, mi pequeño rincón en el mundo —responde el Alfa sin cerrar el libro que sostiene abierto en su mano. —El trabajo de un Alfa nunca ha sido una tarea sencilla, y por lo que veo en este último tiempo se volvió incluso más demandante — murmura la mujer esbozando una media sonrisa al recordar unos memorables momentos en el sillón de la biblioteca. —¿Qué estás intentando hacer? —pregunta el Alfa levantando la mirada del libro para mirarla a los ojos con cierto recelo. —¿A qué te refieres? Solo estoy tratando de tener una conversación, eso es todo —responde Kayla encongiendose de hombros al no entender a qué viene la pregunta. —¿Una conversación como si nada hubiese pasado? ¿Actuando normal como si no hubieras mentido y engañado? —reclama Julio sin
Sintiéndose asqeada por lo que ve a través de la puerta entrabierta de la biblioteca, Kayla retrcede con un nudo en la garganta. Ver a Julio teniendo sexo con otra mujer es algo que sin duda está entre las peores cosas que ha tenido que presenciar, aunque... ¿Acaso puede culparlo después de haberlo abandonado? Su parte razonable le dice que no tiene derecho alguno a reprocharselo, pero su parte sentimental no puede evitar sentirse traicionada, ahora entiende porque él no quiere volver con ella. —Kayla, el milagro andante, ¿qué haces aquí? —pregunta Dante dirigiéndose hacia ella con una sonrisa tan falsa como su interés por ella. —Yo... estaba dando un paseo para volver a acostumbrarme a la casa, ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que estuve aquí —miente la mujer esbozando una sonrisa, sin moverse de delante de la puerta. —Ya veo... ¿Y por qué te quedas frente a esa puerta en vezde entrar? —pregunta el hombre notando la incomodidad de ella, una que está segura que ya tenía an
—Bianca, te ves radiante, querida. Parece que haberte librado de César te ha asentado muy bien —elogia Dante al encontrarla en uno de los pasillos de la mansión, un encuentro que ha estado deseando. —Supongo que no tener que preocuparte de no volverte una esclava puede hacer eso —responde la mujer esbozando una media sonrisa, aunque evitando mirarlo a los ojos, como si temiese que pudiese saber que ha estado con Julio en la biblioteca, —En todo caso es un alivio para todos, César ya no es un peligro, la guerra ha terminado, y tú estás con nosotros. Parece que ha sido un final feliz para todos, o para casi todos —murmura el hombre encogiéndose de hombros, fingiendo que su comentario no tiene intenciones secretas. —¿Qué quieres decir con que casi todos? —pregunta Bianca sin darse cuenta que ha mordido el anzuelo. —Eres una chica lista, apuesto a que ya te has dado cuenta de cómo Julio ha rechazado a Kayla, la pobre está destrozada —responde Dante con una mueca de pesar, como si fuese
—¡Hemos recibido la noticia de que los Cazadores nocturnos han arrasado una pequeña manada a las afueras de Ohio, debemos hacer algo antes de que sea demasiado tarde! —reclama Kayla entrando en el estudio de su marido que al verla levanta la mirada con molestia. —La puerta está para que sea golpeada, ¿estar muerta te ha hecho olvidar los modales? —cuestiona Julio sin importarle sonar demasiado severo. —¿Lo dices en serio? ¡Te estoy hablando de lobos asesinados, gente inocente! ¿Y te preocupa una estúpida puerta? —replica la mujer apoyando las manos en sus caderas con enfado. —¡Me preocupa que hayas olvidado con quién estás tratando, lo dejaré pasar por esta vez, pero para la próxima espero que te controles ante tu Alfa porque no volveré a ser tan comprensivo! —advierte el líder con una chispa de furia en la mirada, no le importa el lazo que haya entre ellos, no piensa permitir que vuelva a pasar por encima de él como cuando fingió su muerte. —Yo... lo siento... creo que me he deja
—¿No crees que te has excedido en amenazar a nuestro Alfa? Sé que siempre has sido una mujer osada, pero esto raya la estupidez —comenta Dante parándose al lado de Kayla en el balcón de la planta superior. —Siempre atento a los rumores para asegurarte de poder sacarle provecho a cada situación, ¿verdad? —murmura la mujer apoyada en el barandal con la vista en los jardines. —Tienes un mal concepto de mí, yo solo trato de mantenerme al tanto de lo que sucede dentro de estas paredes. Creo que sabes mejor que yo que suele haber secretos que no salen fuera de estas puertas —responde el hombre con una media sonrisa, divertido por lo intrepida de la que espera sea su nueva socia. —Esos secretos suelen mantenerse por el bien de la manada, no siempre la verdad es lo mejor para la gente, al menos si tu interés es cuidarla —replica Kayla mirándolo con curiosidad,, comenzando a preguntarse a qué se debe el interés que está demostrando por ella. —Cierto, aunque lo que no me parece un secreto e
Con la cabeza gacha y pensativo, Julio camina por el bosque que rodea a la mansión. Necesita aclarar su mente, y para hacerlo sintió que debía salir de allí, alejarse de todos los que intentan influir en sus decisiones, o incluso a obligarlo a tomar un camino en específico, Pero si hay algo que siempre lo ha caracterizado, es ser incapaz de acatar órdenes, nunca ha soportado que alguien le diga lo que tiene que hacer, y eso no ha cambiado ahora. —¿Por qué demonios tenías que volver ahora? Creí que nunca diría algo como esto, pero cuánto desearía que hubiera seguido bajo tierra —murmura el Alfa pensando en su esposa, la mujer que luego de desaparecer viene a exigirle que retome su matrimonio. Al llegar a la orilla del lago, se sienta entre las hojas secas, tratando de que el paisaje que contempla sea suficiente para darle aunque sea unos segundos de paz. Soltando un suspiro se permite cerrar los ojos, inhala el aroma del agua, el olor de la tierra humedecida, y a sus labios acude el e