—¿Cómo se encuentra? ¿Se pondrá bien? —pregunta Bianca al médico que está tratando de eliminar el acónito del sistema sanguíneo de Julio. —El Alfa se encuentra bien, es muy fuerte, si fuese otro lobo ya estaría muerto —responde el médico sintiéndose honrado de estar tratando a su nuevo líder. —No tienes idea cuan fuerte es, creo que no he conocido a nadie igual —murmura la mujer permitiéndose respirar con tranquilidad ahora que sabe que él se recuperará. El joven esboza una sonrisa satisfecha, y habiendo terminado su trabajo decide dejar la tienda. Aún tiene muchos heridos a los que tratar, los lobos se recuperan rápido, pero hay que asegurarse que los huesos sanen de la manera correcta. —Esto de estar moribundo tan seguido no me está agradando —murmura Julio esbozando una media sonrisa, aunque sin poder evitar reemplazarla con una mueca de dolor al intentar sentarse. —Eso es porque siempre tienes que ser el héroe, pero creo que a partir de ahora podrás tomarte las cosas con más
Ante más de un centenar de tumbas recién cubiertas, Julio observa el precio de la victoria que ha logrado conquistar. Hubiese preferido quemar los cuerpos en una pira mortuoria como es la costumbre de Noche oscura, pero con tal cantidad de cuerpos la estela de humo hubiese parecido un incendio forestal. Y lo último que necesita ahora es alertar a los humanos de su presencia, así que con eso tendrá que bastar. —Deberías decir unas palabras, y despedir a las manadas —murmura Bianca viendo como todas las miradas están sobre él, algunas cargadas de dolor, pero la mayoría con cierta chispa de esperanza. —No sé si podría hacerlo, las palabras eran el fuerte de mi padre, no el mío —replica el Alfa con la cabeza gacha, soltando un suspiro cargado de cansancio, no pudiendo sentirse orgulloso de la cantidad de muerte que ha ocasionado. —Solo di lo que sientes, tienes sentimientos nobles, y todo lo que has hecho ha sido por ser fiel a ellos, sólo sé sincero —lo anima la mujer apoyando su mano
—Así que lograste acabar con César, tú sí que no pierdes el tiempo, hermanito —señala Alana sentada en la tienda de su hermano, tomando un sorbo del té de hierbas que les han preparado. —La verdad es que quién lo mató fue Bianca —replica Julio con un tono de voz frío, evitando mirar a su esposa, no pudiendo evitar sentirse traicionado con solo mirarla. —¿En serio? Sabía que no eras alguien con quien se pudiera jugar, en todo caso me alegra que te hayas podido vengar de todo lo que te hizo, aunque lamento haberme perdido no haber estado en esa batalla —confiesa la loba arrugando la nariz con decepción, le hubiese gustado poder cobrarse lo que mandó a hacerle a su padre. —Más bien fue un trabajo en equipo, yo sola no habría tenido oportunidad contra él, si Julio no hubiese aparecido la historia habría sido muy diferente —murmura Bianca sin poder evitar sonrojarse cuando las miradas de las recién llegadas se posan sobre ella por su hazaña. —Bueno tú y Julio han hecho una buena pareja
—¿Qué demonios estoy haciendo aquí? —murmura Bianca sentada en uno de los sillones de la mansión de la familia Alfa, mordiéndose el labio con nerviosismo, no sabe por qué decidió volver, una vez que vio a Kayla debería haber vuelto a su hogar. Ahora que César ya no está, y que quien llevará a la manda adelante será un beta de Julio no hay razón para no hacerlo. —Te estuve buscando luego de la reunión con los ancianos, hasta que caí en cuenta que este debería haber sido el primer lugar en el que tendría que haber buscado —comenta Julio entrando en la biblioteca con una sonrisa al verla por fin. —Supuse que aquí no estorbaba a nadie, al menos hasta encontrar un lugar más apropiado en el que quedarme —responde la mujer forzando una sonrisa, una que está segura que no convence a nadie. —¿Qué lugar sería más apropiado que aquí? Y no estorbar a nadie, si lo dices porque no te llamamos a la reunión fue solo porque creí que no te interesaría estar —señala el Alfa sentándose a su lado, mirán
—Me comentó mi hermano que ya no pareces estar muy a gusto aquí —comenta Alana sentándose junto a Bianca en el jardín, debajo de la sombra de un sauce. —Vine hasta aquí escapando de César, pero ahora que él ya no está, no tengo ninguna razón para no volver a mi hogar —responde la pelirroja encogiéndose de hombros para restarle importancia al asunto. —Allí ya no te queda nada, solo una cabaña que te recordará la desgracia que sucedió allí, pero aqui ya eres como uno de nosotros, como de la familia —asegura la loba mirándola con cariño, ya que después de todo lo que han pasado juntos es una de las personas a quien le confiaría su vida. —Kayla ya ha vuelto, y yo me siento de más. Tal vez nadie lo dice, pero estoy seguro de que ven claramente de que yo estoy de más. Soy la tercera en discordia, y Julio ya ha hecho mucho por mí como para querer causarle más problemas —confiesa Bianca con un poco más de sinceridad que la que tuvo con Julio. —¿Celos? ¿A eso se debe todo esto? —cuestiona
—Aún puedo recordar cuando tenía que venir a sacarte de aquí casi a la fuerza, esta biblioteca era mi más grande rival —murmura Kayla que al fin ha sido capaz de encontrar a su marido a solas. —Es el lugar en el que puedo pensar con claridad, mi pequeño rincón en el mundo —responde el Alfa sin cerrar el libro que sostiene abierto en su mano. —El trabajo de un Alfa nunca ha sido una tarea sencilla, y por lo que veo en este último tiempo se volvió incluso más demandante — murmura la mujer esbozando una media sonrisa al recordar unos memorables momentos en el sillón de la biblioteca. —¿Qué estás intentando hacer? —pregunta el Alfa levantando la mirada del libro para mirarla a los ojos con cierto recelo. —¿A qué te refieres? Solo estoy tratando de tener una conversación, eso es todo —responde Kayla encongiendose de hombros al no entender a qué viene la pregunta. —¿Una conversación como si nada hubiese pasado? ¿Actuando normal como si no hubieras mentido y engañado? —reclama Julio sin
Sintiéndose asqeada por lo que ve a través de la puerta entrabierta de la biblioteca, Kayla retrcede con un nudo en la garganta. Ver a Julio teniendo sexo con otra mujer es algo que sin duda está entre las peores cosas que ha tenido que presenciar, aunque... ¿Acaso puede culparlo después de haberlo abandonado? Su parte razonable le dice que no tiene derecho alguno a reprocharselo, pero su parte sentimental no puede evitar sentirse traicionada, ahora entiende porque él no quiere volver con ella. —Kayla, el milagro andante, ¿qué haces aquí? —pregunta Dante dirigiéndose hacia ella con una sonrisa tan falsa como su interés por ella. —Yo... estaba dando un paseo para volver a acostumbrarme a la casa, ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que estuve aquí —miente la mujer esbozando una sonrisa, sin moverse de delante de la puerta. —Ya veo... ¿Y por qué te quedas frente a esa puerta en vezde entrar? —pregunta el hombre notando la incomodidad de ella, una que está segura que ya tenía an
—Bianca, te ves radiante, querida. Parece que haberte librado de César te ha asentado muy bien —elogia Dante al encontrarla en uno de los pasillos de la mansión, un encuentro que ha estado deseando. —Supongo que no tener que preocuparte de no volverte una esclava puede hacer eso —responde la mujer esbozando una media sonrisa, aunque evitando mirarlo a los ojos, como si temiese que pudiese saber que ha estado con Julio en la biblioteca, —En todo caso es un alivio para todos, César ya no es un peligro, la guerra ha terminado, y tú estás con nosotros. Parece que ha sido un final feliz para todos, o para casi todos —murmura el hombre encogiéndose de hombros, fingiendo que su comentario no tiene intenciones secretas. —¿Qué quieres decir con que casi todos? —pregunta Bianca sin darse cuenta que ha mordido el anzuelo. —Eres una chica lista, apuesto a que ya te has dado cuenta de cómo Julio ha rechazado a Kayla, la pobre está destrozada —responde Dante con una mueca de pesar, como si fuese