Soltando un quejido de dolor, el médico logra salir de la inconsciencia en que el ataque de Bianca lo sumió. Llevándose una mano a la cabeza mira a su alrededor esperando no haber estado desmayado por demasiado tiempo, su ha perdido la oportunidad de su vida por esa ramera no podría perdonarse. Pero al oír ruidos de lobos peleando, esboza una media sonrisa, aún tiene tiempo o al menos eso espera. Asomándose a la entrada de la tienda mira a su alrededor, y aunque ve a varios lobos luchando no logra divisar ni a Julio ni a César. Lo cual le hace preguntarse si el enfrentamiento entre ellos y habrá comenzado, en tal caso no puede darse el gusto de seguir perdiendo el tiempo, tiene que asegurarse de deshacerse de esos dos. —Seguramente salió corriendo detrás de su novia, me encargaré de esa zorra también, le enseñaré con quien se metió —masculla el anciano escabulléndose hacia el bosque, sintiendo un pitido en la cabeza. Después de sortear la distancia que lo separaba de donde entregó a
Saboreando aún la sangre en su boca, Bianca observa el cadáver que ha dejado, contempla el fin de ese traidor por el que no siente ni la más mínima compasión. El mismo se buscó ese fin, su ambición, su avaricia, ¿y todo para qué? Para terminar muerto por una de las mujeres a las que estaba dispuesto a entregar, con la respiración agitada ladea la cabeza para ver el cadáver de Alma. Deseando de alguna manera hacerle saber que ya ha sido vengada en parte, porque aún resta acabar con el monstruo que la humilló y le arrebató la vida. —¡Parece que la fortuna ya no te sonríe, vas a morir! —grita César embistiendo a su enemigo que aún está demasiado aturdido como para ser capaz de reaccionar y evitar el golpe. Como si un camión lo hubiese chocado, la fuerza del impacto lanza a Julio hacia atrás, cayendo desparramado entre las hojas secas. Con la respiración pesada y una punzada de dolor en sus costillas intenta levantarse, pero sus piernas apenas pueden mantenerlo de pie, no sabe que le est
—Bianca... —susurra Julio viéndola correr hacia César para atacarlo, no puede creer que esa valiente loba sea la misma muchacha que encontró en el río, ella ha cambiado, se ha vuelto más fuerte. Lo suficiente para preferir luchar en vez de escapar, y él no puede dejarla pelear sola, prometió protegerla, y tiene que obligarse a hacerlo. Soltando una risa divertida, César espera el ataque, cree que se puede dar el lujo de divertirse un poco con ella antes de acabar con Julio. Planta sus patas traseras para resistir el impacto, baja un poco la cabeza sin perderla de vista, y en cuanto ella salta, le propina un manotazo en la cabeza que la derriba en el piso haciéndola rodar hasta chocar con el cadáver de Alma. —Tan inseparables —se burla el Alfa soltando una risa divertida, cometiendo el error de darle la espalda a su otro adversario, demasiado confiado en su victoria. —Y tú tan estupido y arrogante —murmura Julio lanzándose sobre él y logrando propinarle un par de mordiscos en el cuel
—¿En verdad lo hicimos? ¿Él está muerto? —pregunta Bianca volviendo a su forma humana, contemplando el cadáver, pero sin poder terminar de creerlo. —Sí, en verdad, lo has hecho, te has librado de él —afirma Julio estirando sus brazos hacia ella, deseando abrazarla ahora que por fin todo ha terminado. —N-no... no puedo creerlo... —solloza la mujer apoyando la cabeza en el pecho del Alfa, sintiendo como si en su interior una represa que ha estado conteniendo sus sentimientos acabara de romperse. —Está bien, déjalo salir —murmura Julio acariciándole los cabellos con los dedos, sintiéndose cansado y débil, pero a la vez lleno de satisfacción, agradecido de poder seguir teniéndola a su lado. Aunque al abrir los ojos y ver más allá, el cuerpo de Alma, una punzada de tristeza le cruza el pecho al ver el precio que ha demandado esa victoria. —No, no podemos perder el tiempo aquí, hay que volver al campamento y mostrar que él está muerto, que ya no tiene sentido seguir luchando —señala Bia
—¿Cómo se encuentra? ¿Se pondrá bien? —pregunta Bianca al médico que está tratando de eliminar el acónito del sistema sanguíneo de Julio. —El Alfa se encuentra bien, es muy fuerte, si fuese otro lobo ya estaría muerto —responde el médico sintiéndose honrado de estar tratando a su nuevo líder. —No tienes idea cuan fuerte es, creo que no he conocido a nadie igual —murmura la mujer permitiéndose respirar con tranquilidad ahora que sabe que él se recuperará. El joven esboza una sonrisa satisfecha, y habiendo terminado su trabajo decide dejar la tienda. Aún tiene muchos heridos a los que tratar, los lobos se recuperan rápido, pero hay que asegurarse que los huesos sanen de la manera correcta. —Esto de estar moribundo tan seguido no me está agradando —murmura Julio esbozando una media sonrisa, aunque sin poder evitar reemplazarla con una mueca de dolor al intentar sentarse. —Eso es porque siempre tienes que ser el héroe, pero creo que a partir de ahora podrás tomarte las cosas con más
Ante más de un centenar de tumbas recién cubiertas, Julio observa el precio de la victoria que ha logrado conquistar. Hubiese preferido quemar los cuerpos en una pira mortuoria como es la costumbre de Noche oscura, pero con tal cantidad de cuerpos la estela de humo hubiese parecido un incendio forestal. Y lo último que necesita ahora es alertar a los humanos de su presencia, así que con eso tendrá que bastar. —Deberías decir unas palabras, y despedir a las manadas —murmura Bianca viendo como todas las miradas están sobre él, algunas cargadas de dolor, pero la mayoría con cierta chispa de esperanza. —No sé si podría hacerlo, las palabras eran el fuerte de mi padre, no el mío —replica el Alfa con la cabeza gacha, soltando un suspiro cargado de cansancio, no pudiendo sentirse orgulloso de la cantidad de muerte que ha ocasionado. —Solo di lo que sientes, tienes sentimientos nobles, y todo lo que has hecho ha sido por ser fiel a ellos, sólo sé sincero —lo anima la mujer apoyando su mano
—Así que lograste acabar con César, tú sí que no pierdes el tiempo, hermanito —señala Alana sentada en la tienda de su hermano, tomando un sorbo del té de hierbas que les han preparado. —La verdad es que quién lo mató fue Bianca —replica Julio con un tono de voz frío, evitando mirar a su esposa, no pudiendo evitar sentirse traicionado con solo mirarla. —¿En serio? Sabía que no eras alguien con quien se pudiera jugar, en todo caso me alegra que te hayas podido vengar de todo lo que te hizo, aunque lamento haberme perdido no haber estado en esa batalla —confiesa la loba arrugando la nariz con decepción, le hubiese gustado poder cobrarse lo que mandó a hacerle a su padre. —Más bien fue un trabajo en equipo, yo sola no habría tenido oportunidad contra él, si Julio no hubiese aparecido la historia habría sido muy diferente —murmura Bianca sin poder evitar sonrojarse cuando las miradas de las recién llegadas se posan sobre ella por su hazaña. —Bueno tú y Julio han hecho una buena pareja
—¿Qué demonios estoy haciendo aquí? —murmura Bianca sentada en uno de los sillones de la mansión de la familia Alfa, mordiéndose el labio con nerviosismo, no sabe por qué decidió volver, una vez que vio a Kayla debería haber vuelto a su hogar. Ahora que César ya no está, y que quien llevará a la manda adelante será un beta de Julio no hay razón para no hacerlo. —Te estuve buscando luego de la reunión con los ancianos, hasta que caí en cuenta que este debería haber sido el primer lugar en el que tendría que haber buscado —comenta Julio entrando en la biblioteca con una sonrisa al verla por fin. —Supuse que aquí no estorbaba a nadie, al menos hasta encontrar un lugar más apropiado en el que quedarme —responde la mujer forzando una sonrisa, una que está segura que no convence a nadie. —¿Qué lugar sería más apropiado que aquí? Y no estorbar a nadie, si lo dices porque no te llamamos a la reunión fue solo porque creí que no te interesaría estar —señala el Alfa sentándose a su lado, mirán