Los días siguientes a la conferencia de prensa se convirtieron en un torbellino. Las redes sociales estaban llenas de comentarios y reacciones, tanto de apoyo como de oposición. Algunos trabajadores compartían sus propias experiencias, mientras que otros defendían a Al-Fayed. Sin embargo, lo que más preocupaba a Agatha era el silencio de la alta dirección de la empresa.A pesar de la creciente presión, Al-Fayed no se había manifestado directamente ante sus empleados. Eso cambió un día soleado cuando se convocó una reunión de emergencia en la oficina. Todos los trabajadores eran obligados a asistir, y Agatha sintió un escalofrío recorrer su espalda al imaginar lo que podía estar planeando.La sala de conferencias estaba llena de empleados inquietos, intercambiando miradas nerviosas. Cuando Al-Fayed finalmente entró, su presencia era como un rayo oscuro en la habitación. Llevaba un traje impecable, y su rostro mostraba una mezcla de enfado y desdén.“Gracias por venir,” comenzó, su voz
Con la segunda conferencia de prensa programada para la semana siguiente, Agatha y su equipo se sumergieron en la preparación. Las jornadas eran largas y agotadoras, pero el ambiente de camaradería y propósito les daba fuerzas. Cada miembro del equipo se sentía comprometido, y el deseo de contar su verdad crecía con cada día que pasaba.Mientras tanto, las reacciones a la primera conferencia de prensa de Agatha no se habían hecho esperar. Los medios de comunicación estaban cubriendo la historia, y aunque algunos seguían apoyando a Al-Fayed, muchos otros mostraban simpatía hacia Agatha y su equipo. Esto les dio un impulso renovado, pero también planteó nuevos desafíos.“Al-Fayed no va a quedarse de brazos cruzados,” advirtió Javier en una de las reuniones. “No podemos subestimar su capacidad para manipular la narrativa.”“Tienes razón,” concordó Samer. “Debemos asegurarnos de que nuestra próxima conferencia no solo sea informativa, sino también poderosa y conmovedora.”Agatha propuso q
Los días posteriores a la segunda conferencia de prensa fueron un torbellino de emociones. Las redes sociales continuaban llenándose de comentarios, y los medios de comunicación seguían cubriendo la historia. Algunos periodistas aclamaban el valor de Agatha y su equipo, mientras que otros se alineaban con Al-Fayed, defendiendo la forma en que había manejado la empresa.Agatha sentía la presión sobre sus hombros mientras revisaba los artículos y las opiniones que inundaban su pantalla. Algunos eran positivos y solidarios, pero otros eran despiadados, criticando su valentía y sugiriendo que sus acciones solo causarían más caos. Sin embargo, lo que más le preocupaba eran los rumores sobre posibles represalias por parte de Al-Fayed.Una tarde, mientras se preparaba para salir del trabajo, Javier la abordó en el vestíbulo. “Agatha, tengo malas noticias.” Su rostro estaba pálido. “He escuchado de varios compañeros que Al-Fayed está pensando en despedir a algunos de los que hablaron en la co
La noticia de los despidos comenzó a difundirse rápidamente, creando un ambiente de ansiedad y temor en la oficina. Agatha y su equipo no podían ignorar las repercusiones de sus acciones. La sala de descanso, que antes era un lugar de risas y camaradería, se había convertido en un espacio de murmullos y miradas nerviosas. Todos sabían que Al-Fayed no iba a quedarse de brazos cruzados.Un día, mientras Agatha revisaba algunos documentos en su escritorio, recibió un mensaje de Javier. Su tono era serio y directo. “Agatha, Al-Fayed ha convocado a una reunión con todos los empleados. Dice que quiere hablar sobre la reciente ‘desinformación’ que se ha difundido.**”Agatha sintió un escalofrío recorrerle la espalda. “Esto no es bueno,” murmuró para sí misma, consciente de que la reunión podría ser una trampa. Se acercó a Samer, que estaba revisando unos informes al otro lado de la oficina.“Samer, tenemos que hablar,” le dijo, mientras él levantaba la vista, notando la preocupación en su ro
Agatha abrió los ojos con dificultad, sintiendo una presión punzante en su cabeza. El aire a su alrededor era denso, impregnado del perfume de flores exóticas, algo que nunca había olfateado antes. Al parpadear, la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda la cegó momentáneamente. Se incorporó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras sus recuerdos comenzaban a fluir de manera desordenada.El último recuerdo claro era de la oscuridad, el sudor frío en su frente mientras la capturaban. La sensación de manos fuertes sujetándola, arrastrándola hacia una furgoneta. El pánico la envolvió como una niebla espesa y aterradora. Intentó recordar más, pero su mente estaba borrosa. Un destello de luz hizo que su mirada se centrara en la habitación que la rodeaba.Todo era de una elegancia abrumadora. La habitación tenía paredes de mármol, y el mobiliario era una mezcla de modernidad y antigüedad, con muebles tallados a mano que podrían haber sido sacados de un museo. Un
Agatha avanzó con cautela por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio como un eco de su creciente ansiedad. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes impresionantes y retratos de personas que no reconocía. A pesar del lujo y la belleza que la rodeaba, su corazón seguía latiendo con una mezcla de miedo y determinación. La idea de estar atrapada en una mansión tan extravagante no podía calmar la inquietud que la invadía.Al final del pasillo, una gran puerta de madera oscura la esperaba, casi como un portal a lo desconocido. Se detuvo un momento, conteniendo la respiración, antes de empujarla lentamente. La puerta chirrió, y Agatha sintió que el sonido resonaba en su pecho.El espacio que se abría ante ella era un salón vasto y opulento. Un gran candelabro de cristal colgaba del techo, iluminando el lugar con una luz cálida y suave. Los muebles eran lujosos, con tapices que parecían haber sido traídos de algún palacio europeo. Pero Agatha no podía permitirse distraers
El silencio en la mansión era ensordecedor, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba por las rendijas de las ventanas. Agatha se quedó en el salón, luchando por controlar el torrente de emociones que la abrumaban. La conversación con Samer había sido intensa, y su presencia, aunque desconcertante, había despertado algo en ella: un deseo de lucha.Mientras la ira se calmaba en su interior, Agatha decidió que no podía permitir que su situación la dominara. No iba a ser una prisionera en el lujo. Necesitaba un plan, una forma de recuperar su libertad. Caminó de un lado a otro, cada paso resonando en el mármol frío, mientras su mente se llenaba de recuerdos de su vida anterior.Imágenes de su hogar en Italia comenzaron a desdibujarse. Recordó la calidez del sol en su piel mientras paseaba por las calles de Roma, la risa de sus amigos en las terrazas de los cafés. Había sido una vida llena de sueños y aspiraciones. Pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos, como
La atmósfera en la mansión se tornó tensa tras la declaración de Samer. Agatha podía sentir que estaba en un juego, uno cuyas reglas aún no entendía del todo. La forma en que él había mirado sus labios mientras hablaba la hizo cuestionarse qué parte de su rechazo lo había intrigado. ¿Era un desafío para él? La confusión se instaló en su pecho, pero sabía que no podía permitir que eso la distrajera de su verdadero objetivo: encontrar una salida.“¿Qué quieres decir con ‘juguemos juntos’?” preguntó Agatha, su tono desafiante. Se acercó un poco más, desafiando la distancia entre ellos. “Porque yo no tengo intención de dejar que esto se convierta en un juego.”Samer sonrió, esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara y su cabeza se llenara de confusión. “Todo en esta vida es un juego, Agatha. Y en este juego, debemos aprender a jugar nuestras cartas correctamente.” Su voz era profunda, como el suave murmullo del mar.“¿Y cuál es tu carta?” preguntó ella, cruzando los brazos en un ge