La noticia de los despidos comenzó a difundirse rápidamente, creando un ambiente de ansiedad y temor en la oficina. Agatha y su equipo no podían ignorar las repercusiones de sus acciones. La sala de descanso, que antes era un lugar de risas y camaradería, se había convertido en un espacio de murmullos y miradas nerviosas. Todos sabían que Al-Fayed no iba a quedarse de brazos cruzados.Un día, mientras Agatha revisaba algunos documentos en su escritorio, recibió un mensaje de Javier. Su tono era serio y directo. “Agatha, Al-Fayed ha convocado a una reunión con todos los empleados. Dice que quiere hablar sobre la reciente ‘desinformación’ que se ha difundido.**”Agatha sintió un escalofrío recorrerle la espalda. “Esto no es bueno,” murmuró para sí misma, consciente de que la reunión podría ser una trampa. Se acercó a Samer, que estaba revisando unos informes al otro lado de la oficina.“Samer, tenemos que hablar,” le dijo, mientras él levantaba la vista, notando la preocupación en su ro
Agatha y el equipo permanecieron en la oficina, discutiendo las implicaciones de la reunión con Al-Fayed. Había sido un enfrentamiento inesperado, pero necesario. Aunque sabían que el CEO no se rendiría fácilmente, el simple hecho de haber desafiado su autoridad había creado un nuevo impulso dentro del grupo.“No podemos retroceder ahora,” afirmó Agatha con determinación, mirando a sus compañeros. Sus ojos brillaban con la energía de quien está lista para la batalla. “Si seguimos adelante, podemos lograr un cambio real.Agatha miraba a los rostros de sus compañeros, todos visiblemente cansados pero determinados. Sabían que habían iniciado algo más grande que ellos mismos, y aunque el miedo aún estaba presente, la chispa de resistencia seguía encendida.“¿Cuál es nuestro siguiente paso?” preguntó Javier, rompiendo el silencio que se había instalado después de las palabras de Agatha. Su pregunta resonaba en la mente de todos.Samer, que había estado observando en silencio desde el fondo
El día siguiente amaneció con una sensación de urgencia en el aire. Agatha se dirigió temprano a la oficina, sus pensamientos acelerados mientras consideraba cada uno de los pasos que debían tomar para mantenerse un paso adelante de Al-Fayed. Sabía que el tiempo no estaba a su favor.Al llegar, encontró a Javier y Ana ya trabajando en sus escritorios. Los rostros serios de ambos mostraban el peso de la situación.“He estado revisando los contratos antiguos,” dijo Ana, levantando la vista de su computadora. “Hay algunas irregularidades, pero necesitamos algo más concreto para que Al-Fayed no pueda ignorarlo.”Agatha se acercó a su escritorio, observando los documentos que Ana había reunido. Había líneas de texto que no concordaban, cláusulas ocultas que podrían ser útiles si las interpretaban bien.“Podemos usar esto,” comentó Agatha, señalando una de las cláusulas. “Si logramos demostrar que estas alteraciones fueron intencionales, tenemos una base sólida para presentar un caso.”Javi
Agatha se sumergió en los documentos financieros que Javier le había entregado. La cantidad de información era abrumadora, pero sabía que en algún lugar de esos números se escondía la prueba que necesitaban. Cada vez que encontraba una discrepancia, anotaba los detalles en un cuaderno, creando un mapa de posibles movimientos sospechosos.Mientras tanto, Samer estaba en una videollamada en la oficina contigua, hablando con los periodistas independientes que había contactado. Sus conversaciones eran intensas y confidenciales, y aunque no compartía todos los detalles con Agatha, ella confiaba en su juicio.Horas pasaron, y el cansancio comenzó a pesar en los hombros de Agatha, pero no podía detenerse. El miedo a fallar era más fuerte que su agotamiento. Sabía que estaban corriendo contra el reloj.Justo cuando estaba a punto de tomar un descanso, Ana entró en la sala con una expresión preocupada. “Acabo de recibir un correo anónimo,” dijo, su voz temblorosa. “Es de alguien dentro de la e
La noche cayó sobre la ciudad y, con ella, el silencio inquietante que a veces acompaña los momentos previos a una tormenta. Agatha no podía dejar de pensar en el correo anónimo que habían recibido. Si Al-Fayed estaba protegiendo algo más grande, entonces su plan podría ser aún más peligroso de lo que habían anticipado. La presión aumentaba, pero el tiempo seguía siendo su enemigo.Samer estaba en su despacho, revisando las últimas estrategias de ataque. Había estado en contacto con sus aliados en el extranjero, y aunque los periodistas estaban dispuestos a colaborar, sabía que la respuesta de Al-Fayed podría ser devastadora si actuaban sin la suficiente información.Agatha se sentó en el sofá de la oficina, el agotamiento evidente en su rostro. No había dormido bien en días, y los eventos recientes solo habían incrementado su ansiedad. Estaba preocupada por lo que vendría después. Aunque intentaba mantenerse firme, sabía que estaban caminando sobre una cuerda floja.En ese momento, s
El día avanzaba lentamente tras el encuentro con Karim, pero la tensión entre Agatha y Samer era palpable. Ambos sabían que lo que tenían entre manos podría no solo destruir a Al-Fayed, sino también poner sus vidas en peligro de manera irreversible. De vuelta en la mansión, el silencio era tan denso que casi se podía cortar con un cuchillo.Samer, sentado frente a su escritorio, estudiaba los documentos que Karim había entregado. Cada archivo contenía pruebas contundentes de las actividades ilícitas de Al-Fayed. Transferencias de dinero, contratos sospechosos y correos electrónicos que lo vinculaban directamente con operaciones de tráfico de armas."Esto es suficiente para hundirlo," murmuró Samer, aunque había un atisbo de preocupación en su voz. Sabía que exponer esta información no sería un camino fácil.Agatha, de pie junto a la ventana, observaba el jardín exterior. El sol brillaba con una falsa sensación de calma. Sabía que en el fondo, este momento de paz no duraría mucho. Al-F
El sol se colaba por las cortinas de la habitación, pero Agatha apenas había dormido. Los pensamientos sobre lo que vendría la mantenían alerta. Samer seguía durmiendo profundamente a su lado, ajeno a la agitación que ella sentía.Se levantó con cuidado para no despertarlo y se dirigió al balcón. El aire fresco de la mañana la ayudó a despejarse un poco, pero el peso de la decisión que estaban por tomar seguía presente. Sabía que no había vuelta atrás. Una vez que filtraran la información sobre Al-Fayed, no solo ellos estarían en peligro, sino también cualquier persona asociada con ellos.De repente, un sonido vibrante interrumpió sus pensamientos. Era su teléfono. Un mensaje había llegado, y al abrirlo, una sensación de frío recorrió su espalda. Era un mensaje de Karim.“Debemos actuar ya. Al-Fayed sospecha algo. Me están siguiendo.”El corazón de Agatha se aceleró. No había tiempo que perder. Corrió de vuelta a la habitación y sacudió a Samer, quien despertó de inmediato al ver la e
Agatha se encontraba sentada frente a su laptop, su corazón latiendo con fuerza mientras revisaba los documentos que Samer le había dado. Los archivos contenían todo lo necesario para destruir a Al-Fayed: contratos ilegales, transacciones ocultas y testimonios comprometidos de aquellos que habían caído bajo su poder. Cada línea de información era una bomba de relojería, y ahora estaba en sus manos el detonador.Samer caminaba de un lado a otro en el amplio salón, con el teléfono pegado al oído, dando órdenes precisas. El plan estaba en marcha. No solo iban a exponer a Al-Fayed ante las autoridades internacionales, sino que también habían organizado una serie de filtraciones a los medios de comunicación para garantizar que la noticia se propagara rápidamente.“Lo haremos esta noche,” dijo Samer, colgando finalmente el teléfono y acercándose a Agatha. Ella levantó la vista, notando la firmeza en sus palabras. Habían trabajado en esto durante semanas, y ahora todo se reducía a ese moment