El amanecer trajo consigo una sensación de alivio momentáneo. Agatha observaba desde la ventana de la habitación segura donde habían pasado la noche, contemplando cómo los primeros rayos del sol se filtraban a través de las persianas. Sus pensamientos estaban enredados en el caos de las últimas horas. El enfrentamiento con Rashid había sido un golpe directo a su tranquilidad, pero también había reforzado su determinación de no retroceder.Samer apareció detrás de ella en silencio, como si comprendiera la batalla interna que estaba librando. Depositó suavemente una taza de café sobre la mesa cercana y se apoyó contra el marco de la ventana.—¿Estás bien? —preguntó, rompiendo el silencio con una voz cálida, casi susurrante.Agatha lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de emociones.—Creo que aún no he procesado todo. Fue demasiado... rápido.Samer asintió, comprendiendo perfectamente lo que quería decir. Él mismo sentía el peso del cansancio físico y emocional, pero sabía que no había
El sol comenzaba a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos naranjas y dorados. Agatha estaba de pie junto a la ventana, observando cómo la luz de la mañana llenaba el espacio. Habían pasado varias semanas desde que Rashid fue detenido, pero la tensión seguía en el aire. La red de tráfico internacional seguía activa, y aunque habían logrado algunas victorias, la batalla estaba lejos de terminar.Samer se acercó a ella, con la mirada fija en el mapa desplegado sobre la mesa. Habían pasado noches estudiando los patrones de las operaciones de Rashid, pero aún no tenían una solución definitiva. La red parecía estar en todas partes, y cada vez que creían haber dado con una pista crucial, esta se desvanecía en humo.—El tiempo se nos agota —dijo Samer, con voz grave, mientras trazaba líneas en el mapa.Agatha se giró y lo miró, notando la fatiga en su rostro, aunque trataba de mantener la compostura.—¿Qué vamos a hacer? —preguntó ella, consciente de que cada decisión que tomara
El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, teñido de rojo y naranja. La ciudad parecía tranquila, pero Agatha sabía que la calma solo era aparente. En el fondo, el peso de la misión, la infiltración, y la huida aún estaba presente, y mientras más lo pensaba, más se daba cuenta de lo arriesgado que había sido todo.Samer se encontraba junto a ella, manejando con una mirada fija, el rostro impasible, pero sus manos, firmes en el volante, delataban la tensión que sentía. Agatha no necesitaba hablar para entender lo que estaba pasando por su mente: la misión no había terminado con la huida exitosa. La verdadera batalla estaba por llegar.—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Agatha, quebrando el silencio que los rodeaba.Samer tardó unos segundos antes de responder, su voz calmada pero cargada de determinación.—Ahora debemos esperar. La información que conseguimos es vital, pero tenemos que ser pacientes. No sabemos quién más está involucrado o cuánto tiempo nos queda antes de que intent
El frío viento de la madrugada rozaba las calles vacías mientras Agatha y Samer se dirigían a su siguiente destino. El coche avanzaba a toda velocidad, y la tensión en el aire era palpable. Agatha miraba el paisaje urbano, pero su mente no estaba en la ciudad. Estaba en lo que estaba por suceder, en las decisiones que tendrían que tomar y en lo que estaba en juego.Samer, al volante, mantenía su mirada fija al frente. No hablaba, pero Agatha sabía que él también estaba procesando todo lo que implicaba la misión. Cada movimiento debía ser preciso, cada paso debía ser calculado. Habían obtenido la información crucial sobre las conexiones de Rashid, pero aún quedaban muchas preguntas sin respuesta. ¿Quién más estaba involucrado en su red? ¿Qué otras sorpresas les deparaba el enemigo?—¿A dónde vamos exactamente? —preguntó Agatha, rompiendo el silencio.Samer la miró de reojo, su expresión severa.—Un lugar en las afueras, lejos de la ciudad. Necesitamos hacer un análisis detallado de los
La determinación de Agatha y Samer los llevó a un nuevo nivel de compromiso. No había vuelta atrás. Aunque el camino por delante estaba plagado de riesgos, lo que descubrían les obligaba a seguir adelante. La red era más grande de lo que habían imaginado, y el poder que se escondía tras las sombras amenazaba con desbordarlos.Al amanecer, los dos se encontraban en una oficina improvisada en el mismo lugar apartado donde habían decidido reunirse. Agatha había contactado con algunos de sus contactos más cercanos, aquellos en quienes confiaba ciegamente, para recibir más información. Samer, por su parte, había comenzado a trazar un plan de acción detallado.—No tenemos mucho tiempo —dijo Samer, mirando la pantalla de su laptop. Su rostro estaba grave, y Agatha podía ver cómo cada palabra de la información que iba desentrañando lo afectaba. Se detuvo un momento y miró a Agatha—. La operación tiene muchas ramificaciones. Este tipo de organizaciones no funcionan solo con un par de agentes.
La madrugada había caído sobre ellos con una sensación densa y ominosa. En la penumbra de la oficina improvisada, Agatha y Samer repasaban los últimos detalles del plan. El archivo que buscaban no era solo un simple archivo digital; contenía secretos que podrían desmantelar por completo a Rashid y su red, pero también era la pieza más valiosa que el enemigo poseía. Sabían que, si lo conseguían, ganarían mucho más que una batalla: ganarían la guerra.Agatha ajustó el micrófono en su oreja, observando el mapa que Samer había proyectado en la pantalla. Cada marca, cada punto de acceso, cada ruta de escape había sido cuidadosamente estudiada. Las horas de trabajo habían dado sus frutos, pero el precio de cada paso estaba claro: uno solo podría ser fatal.—Recuerda, no importa lo que suceda, tenemos que salir con el archivo, y no perder la calma. Si nos descubren, no habrá segunda oportunidad —dijo Samer, con su voz firme, casi como una orden. Sabía que, en este punto, no quedaba espacio p
El ruido de los pasos se intensificaba, acercándose rápidamente. Agatha y Samer intercambiaron una mirada breve pero llena de comprensión. No había tiempo para arrepentimientos ni dudas. La situación había cambiado de manera inesperada, y ahora dependía de ellos salir con vida. En ese instante, el archivo ya estaba casi descargado. Samer, siempre calculador, ya había comenzado a preparar la ruta de escape. No solo necesitaban salir del edificio, sino hacerlo sin ser capturados.—Agatha, ¿qué haces? ¡Lárgate! —ordenó Samer, mientras sacaba su pistola, apuntando hacia la entrada. Agatha dudó solo un segundo antes de obedecer. En el mundo en el que vivían, el tiempo era siempre un enemigo, y el segundo que tardas en tomar una decisión podría ser fatal.El archivo estaba casi completo, pero no podían esperar más. Agatha se levantó rápidamente y se dirigió hacia el sistema de control. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, vio que la pantalla mostraba la confirmación del archivo descargad
El motor del coche rugió mientras Samer maniobraba con destreza a través de las calles oscuras. El eco de las sirenas se desvaneció poco a poco, pero el ambiente seguía cargado de tensión. Agatha no podía dejar de pensar en el infiltrado, el mismo que había ayudado a localizar el archivo. Había algo extraño en su comportamiento, y eso la atormentaba.—Samer… —empezó a decir Agatha, con la mirada fija en el asiento del copiloto—. No me siento bien con esto. Algo no encaja. ¿No te lo parece?Samer, concentrado en la carretera, no respondió de inmediato. Sabía que la situación se estaba complicando, pero no estaba dispuesto a mostrar debilidad. Había que mantener la calma, por más difícil que fuera.—Lo sé —respondió finalmente, con tono grave—. Pero tenemos que llegar al punto seguro primero. Luego, hablaremos de eso.Agatha asintió, aunque no podía quitarse esa sensación de incomodidad. El infiltrado, el traidor, probablemente estaba más cerca de lo que pensaban. El plan parecía demasi