La noche era silenciosa, pero Agatha no podía dormir. A pesar de las palabras tranquilizadoras de Samer, su mente seguía dándole vueltas a la conversación con Aziz. ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar en su confianza hacia Samer? Se levantó de la cama sin hacer ruido, mirando a su alrededor en la oscuridad, con solo la luz de la luna entrando por la ventana.Decidió que necesitaba respuestas. No podía seguir ignorando las señales. Quizá no debía esperar a que Samer le contara todo. Si él no iba a ser completamente honesto, ella tendría que descubrir la verdad por su cuenta.Salió de la habitación, caminando por los largos pasillos de la mansión. Había algo en el ambiente que la hacía sentir observada, pero se dijo a sí misma que era solo su imaginación. El silencio absoluto solo aumentaba su sensación de inquietud.Su destino era el despacho de Samer. Sabía que él guardaba documentos importantes allí, y aunque no estaba orgullosa de lo que estaba a punto de hacer, sentía que no ten
Agatha pasó el resto de la noche sin pegar ojo. Las palabras de Samer resonaban en su mente, llenas de secretos que aún no comprendía del todo. ¿Personas poderosas querían destruirlo? Y lo peor de todo, ¿qué papel jugaba ella en todo esto? El miedo la oprimía, pero también una nueva determinación nacía dentro de ella. Si estaba en peligro, si Samer la veía como su debilidad, necesitaba hacerse más fuerte.A la mañana siguiente, mientras el sol apenas asomaba por el horizonte, decidió no quedarse de brazos cruzados. No podía seguir siendo una simple espectadora en su propia vida. Si algo iba a cambiar, sería por su propia voluntad.Samer estaba sentado en la terraza cuando ella lo encontró, con una taza de café en la mano. Al verla, sonrió levemente, pero su mirada era sombría, como si aún estuviera lidiando con las sombras de la noche anterior.“Tenemos que hablar,” dijo Agatha con firmeza, acercándose a él. Samer dejó la taza sobre la mesa y asintió, haciendo un gesto para que se sen
Agatha se quedó mirando a Samer mientras él planeaba los próximos pasos con una calma imperturbable. Lo que la sorprendía no era la situación peligrosa en la que se encontraban, sino cómo Samer, tan racional y controlador, parecía tener todo bajo control, incluso ante la posibilidad de ser atacado desde dentro de su propia empresa. Ella no estaba acostumbrada a ese tipo de frialdad.“No podemos dejar que Al-Fayed siga ganando terreno,” dijo Samer con la mirada fija en un punto lejano. “Necesitamos asegurarnos de que su infiltrado no tenga acceso a información crítica.”Agatha observaba sus gestos, cada vez más meticulosos. Sabía que Samer estaba acostumbrado a lidiar con problemas grandes, pero esta vez se trataba de algo personal, algo que involucraba no solo su negocio, sino también su vida y la de ella.“¿Qué vas a hacer con el infiltrado?” preguntó Agatha, con cierta inquietud en la voz.Samer no respondió de inmediato. Dio unos pasos hacia la ventana, su silueta recortada contra
La mañana siguiente se presentó cargada de tensión para Agatha. Mientras observaba a Samer hacer las llamadas necesarias para coordinar los próximos movimientos, no podía dejar de pensar en lo que le esperaba. El plan estaba en marcha, y ella era una pieza clave. Tendría que reunirse con Omar, el hijo de Al-Fayed, en cuestión de horas.Samer le había dado detalles básicos de lo que debía hacer. "Haz que confíe en ti, pero no muestres tus cartas demasiado rápido", le había dicho la noche anterior. "Omar tiene su propio orgullo, y si siente que intentas manipularlo, lo perderemos". No sería fácil, pero Agatha estaba decidida a probarse a sí misma.Más tarde esa mañana, Aziz llegó a la mansión con el coche listo para llevarla a su destino. El hombre de confianza de Samer era siempre serio y profesional, pero esta vez, su semblante parecía más preocupado de lo habitual.“¿Estás segura de esto?” le preguntó Aziz mientras conducían por las calles de Dubái. “Omar no es un hombre fácil de pre
Agatha volvió a la mansión con una sensación extraña. El encuentro con Omar había sido intenso, pero también confuso. No estaba segura de haber logrado lo que Samer esperaba de ella. A pesar de la frialdad y arrogancia de Omar, había vislumbrado algo en él, una chispa de insatisfacción con su situación, pero eso no garantizaba que se pusiera de su lado.Cuando cruzó la puerta de la mansión, Samer ya la esperaba en el salón. Estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia el horizonte con los brazos cruzados. Apenas escuchó sus pasos, se giró hacia ella con una mezcla de expectativa y preocupación.“¿Cómo te fue?” preguntó sin rodeos.Agatha dejó escapar un suspiro y se acercó a él. “Creo que lo dejé pensando. No fue fácil, Samer. Omar es… complicado. No confía en nadie, y es difícil saber qué está pasando realmente por su mente.”Samer asintió lentamente, procesando lo que ella decía. “No esperaba que fuera fácil,” respondió, su tono controlado como siempre. “¿Crees que nos ayudará?”
La noche cayó sobre la mansión con una calma inquietante. Después de la conversación con Samer, Agatha decidió retirarse a su habitación, pero el sueño no llegó fácilmente. Los pensamientos la atormentaban, saltando de un rincón oscuro de su mente a otro, sin ofrecerle tregua. Su vida había cambiado tanto en tan poco tiempo, y el control que alguna vez creyó tener sobre su destino se había desvanecido como arena entre los dedos.Se levantó de la cama y caminó descalza hasta el balcón. La vista de la ciudad iluminada a sus pies la hizo sentir pequeña y vulnerable. Había perdido la sensación de pertenecer a algún lugar, y aunque Samer le había ofrecido seguridad y protección, también le había robado su libertad, aunque fuera por una causa que él consideraba justa.De repente, una memoria la golpeó. El recuerdo de su secuestro surgió con una claridad que la dejó sin aliento. Recordó el momento en que la habían arrebatado de las calles de Italia, cómo había luchado en vano contra los homb
Agatha avanzó por los pasillos de la mansión, cada paso resonando en su mente como un tambor que marcaba su creciente ansiedad. La revelación de Aziz había desatado un torrente de emociones que la invadía: ira, tristeza y, sobre todo, confusión. Quería confrontar a Samer, pero las palabras se amontonaban en su garganta, listas para estallar y, al mismo tiempo, temía lo que podía suceder.Al llegar a la puerta de su habitación, respiró hondo y tocó. La voz profunda de Samer la invitó a entrar, y lo hizo con la esperanza de que la calma del hombre que amaba pudiera calmar sus propias tormentas internas. Pero, al cruzar el umbral, la escena que encontró fue todo lo contrario.Samer estaba de pie junto al escritorio, revisando unos documentos. El ambiente en la habitación era tenso, cargado de una electricidad que Agatha podía sentir en su piel. Cuando él la vio, su expresión cambió de concentración a sorpresa. “Agatha, ¿qué pasa?”Ella no pudo sostener su mirada. “Necesitamos hablar,” di
Agatha caminó por los pasillos de la mansión, su mente todavía atrapada en la conversación con Samer. Las palabras resonaban en su mente, cada una pesada con significados y emociones que no sabía cómo manejar. El aire estaba cargado de tensión y la sensación de traición se sentía más fuerte que nunca.Se dirigió al jardín, donde la luz de la luna iluminaba el paisaje con un resplandor plateado. El aire fresco la envolvió, y por un momento, la calma del lugar le permitió respirar más libremente. Sin embargo, la imagen de Samer, su mirada intensa y la profundidad de su amor, la atormentaban.Se sentó en un banco de piedra, su mente divagando entre recuerdos. Pensó en cómo había llegado a la mansión, en la vida que había dejado atrás y en el hombre que había conocido. El amor que sentía por Samer era real, pero la sombra de su pasado la seguía, como un fantasma al acecho.De repente, un sonido interrumpió sus pensamientos. Miró hacia la entrada del jardín y vio a Samer acercarse, su figu