La semana después de su conversación con Samer se sintió extraña para Agatha. Las horas de trabajo pasaban rápido, pero cada momento fuera de la oficina parecía arrastrarla en un torbellino de emociones. A veces, se encontraba pensando en la conversación que había tenido con él, cuestionando lo que realmente sentía y lo que quería hacer a continuación. Había un espacio en su corazón que sentía vacío, una duda persistente que no lograba disipar.El lunes por la tarde, mientras Agatha revisaba unos correos electrónicos en su escritorio, se dio cuenta de que Samer la había estado observando más de lo habitual. No era la primera vez, pero hoy parecía distinto. Él no era del tipo de persona que mostrara sus emociones a simple vista, pero había algo en su mirada que la hizo sentirse vulnerable. Agatha decidió, sin embargo, no hacer un drama de ello. No quería abordar el tema inmediatamente. Sentía que aún necesitaba procesar todo lo que había sucedido.Ese día, cuando la jornada laboral lle
La mañana siguiente, Agatha despertó con la sensación de haber dormido poco, a pesar de las horas transcurridas. La conversación de la noche anterior seguía resonando en su mente, y aunque había intentado descansar, sus pensamientos no la dejaban tranquila. Samer había abierto una puerta, una puerta que, aunque le aterraba, parecía ofrecerle una oportunidad que nunca había imaginado. Sin embargo, algo en su interior le decía que no debía apresurarse. La última vez que se entregó sin pensarlo, las consecuencias fueron complicadas y dolorosas.A lo largo del día, Agatha se mantuvo ocupada, sumida en el trabajo. Sin embargo, no podía evitar que su mente vagara hacia Samer. A lo largo de los años, había aprendido a ser independiente, a no depender de nadie emocionalmente. Pero ahora, de alguna forma, Samer había logrado desafiar esa independencia, despertando en ella sentimientos que no había experimentado en mucho tiempo. La cuestión era: ¿quién era ella realmente sin las paredes que hab
La mañana siguiente, Agatha despertó con una sensación de calma que la sorprendió. A pesar de la tormenta emocional que había experimentado la noche anterior, el sol brillaba con fuerza a través de las cortinas de su habitación, llenándola de una luz cálida que la invitaba a enfrentarse al día. Decidió que, aunque las dudas seguían rondando su mente, no dejaría que eso la frenara. Samer había sido claro, y ella también debía serlo consigo misma.Se levantó rápidamente y, tras una ducha reconfortante, se vistió con algo sencillo pero elegante. Elegir qué ponerse nunca había sido una tarea difícil para ella; sin embargo, hoy sentía una presión interna, como si cada elección estuviera relacionada con una decisión más grande que la que imaginaba. Al salir de su departamento, respiró profundamente, dándose una última mirada al espejo. No sabía si ese día sería el inicio de algo nuevo o solo una prolongación de lo que ya había estado viviendo, pero estaba lista para enfrentarlo.A lo largo
El día siguiente pasó con una calma inusual para Agatha. Después de la cena con Samer, sentía que una capa de incertidumbre se había levantado, dejándola con una sensación de serenidad que no estaba acostumbrada a experimentar. Las palabras de Samer seguían resonando en su mente, pero algo en su interior le decía que debía tomarse su tiempo para asimilar todo lo que había sucedido.Esa mañana, mientras se preparaba para salir a trabajar, se dio cuenta de lo diferente que se sentía al mirar al mundo con una perspectiva renovada. El sol parecía brillar con más fuerza, y el aire fresco de la mañana la llenaba de energía. Sabía que tenía que concentrarse en su trabajo, en sus proyectos, pero su mente seguía volviendo a lo sucedido la noche anterior. El encuentro con Samer había cambiado algo en ella, como una chispa encendida en un rincón oscuro de su corazón. Sin embargo, también sentía la presión de tomar una decisión importante: ¿seguiría adelante con lo que había comenzado o tomaría u
El día siguiente amaneció con un leve sol que parecía reflejar el estado de ánimo de Agatha. Tras su decisión de abrirse a la posibilidad de algo con Samer, un torrente de emociones la acompañaba en cada paso que daba. Había una mezcla de alivio y expectativa, pero también la sombra de la duda se mantenía a su lado, como una sombra que se rehusaba a desaparecer.Esa mañana, mientras se preparaba para el día, miró al espejo y se encontró a sí misma vacilante. ¿Realmente estaba lista para todo lo que implicaba involucrarse más con Samer? Era tan complicado, tan diferente a lo que había conocido, pero, al mismo tiempo, algo dentro de ella se sentía atraído hacia él de una manera que no podía explicar completamente. En su vida, había aprendido a confiar en su intuición, y esta vez su instinto le decía que debía seguir adelante, aunque con cautela.Con su café en mano, salió rumbo a la oficina. A lo largo del camino, se sorprendió al ver lo tranquila que estaba, a pesar de la tormenta inte
El paso del tiempo parecía jugar en contra de Agatha, que sentía cómo la incertidumbre comenzaba a consumirla, a pesar de la calma con la que Samer se había presentado ante ella. Mientras Samer la había tranquilizado, había algo en su interior que seguía inquieto, una sensación de no saber qué era lo correcto. Los días siguientes fueron una especie de vaivén emocional; había momentos en los que pensaba que había tomado la decisión correcta, pero luego los pensamientos de sus dudas volvían a invadir su mente.Agatha se encontraba en su apartamento, rodeada de la quietud de la noche, cuando se dio cuenta de lo que realmente le preocupaba. No era el miedo al compromiso o al futuro, sino el temor de perder su autonomía, su independencia. Había estado tan acostumbrada a manejar su vida de manera autónoma que el simple hecho de pensar en un "nosotros" le generaba una especie de claustrofobia emocional. Pero, a su vez, el deseo de explorar lo que podía haber entre ella y Samer la atraía como
Los días que siguieron a la conversación con Samer estuvieron marcados por una sensación de ligereza en Agatha, una calma que se instaló en su interior, pero también por una constante reflexión sobre lo que acababa de decidir. Había sido sincera consigo misma, y al hacerlo, había dado un paso importante, pero no podía evitar la pregunta persistente: ¿estaba realmente lista para entregarse a esta nueva etapa?Durante semanas había vivido con la duda, el miedo al cambio, el temor de perder su autonomía. Pero, al igual que en muchas otras ocasiones de su vida, Agatha había decidido hacer frente a la incertidumbre. Había elegido arriesgarse, y la idea de hacerlo junto a Samer, un hombre que, aunque impredecible, se había mostrado genuinamente interesado en ella, le daba fuerzas.Esa tarde, cuando terminó su jornada de trabajo, recibió un mensaje de Samer. Un simple “¿Te gustaría cenar esta noche?” hizo que una sonrisa se asomara en su rostro. Había algo en la forma en que se comunicaba co
La luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas, iluminando suavemente el rostro de Agatha mientras se despertaba. El aroma del café recién hecho llegaba desde la cocina, y por un momento, todo parecía en su lugar. Sin embargo, cuando intentó estirarse y levantarse, algo en su pecho se apretó con una sensación que no lograba definir. La tranquilidad que había sentido la noche anterior, esa calma en la que había dejado ir sus temores, se desvaneció lentamente al enfrentarse a la rutina diaria.A pesar de las palabras de Samer, que aún resonaban en su mente, la incertidumbre seguía siendo una compañera fiel. Había dado el paso, había dejado que sus emociones fluyeran y había aceptado que la vida podía sorprenderla de formas que no controlaba. Pero el miedo, ese viejo conocido, no se desvaneció por completo. Y ahí estaba, acechando de nuevo, recordándole que no todo lo que era incierto debía ser necesariamente bueno.Mientras se vestía, Agatha pensaba en la decisión que había to