El amanecer en las montañas llegó silencioso, bañado por una luz suave que se filtraba a través de las ventanas de la cabaña. Agatha abrió los ojos lentamente, permitiendo que la serenidad del lugar la envolviera. Por un momento, todo parecía tan tranquilo, como si el mundo exterior no existiera, como si las amenazas hubieran desaparecido con la niebla que cubría los árboles.Pero los ecos de su pasado no se desvanecían tan fácilmente. Las imágenes de su secuestro, las caras frías y sin piedad de sus captores, y la sensación de estar atrapada seguían pesando en su mente, como una sombra que no podía sacudirse.Se sentó en la cama, abrazándose las rodillas. A pesar de todo, no podía negar que algo en su interior comenzaba a cambiar. Samer, a pesar de ser el hombre que la había comprado, también era el hombre que la protegía. No sabía qué pensar de él. Había momentos en que lo veía como su salvador, y otros en los que no podía olvidar que él era parte de su cautiverio.Un golpe suave en
El día transcurría lentamente en la cabaña, con una calma engañosa que hacía parecer que el mundo exterior no existía. Agatha había pasado la mayor parte de la mañana mirando por la ventana, observando cómo las nubes se movían lentamente por el cielo, cubriendo las cimas de las montañas en una danza suave y persistente.Pero en su interior, no había paz. Las palabras de Samer seguían resonando en su mente. Él había sido claro: quería demostrarle que su vida juntos podía ser diferente, que su relación podía evolucionar. A pesar de sus promesas, algo en ella seguía resistiéndose, una parte que no podía dejar atrás el miedo y la desconfianza.Agatha sabía que tenía que tomar una decisión. No podía quedarse eternamente en ese estado de incertidumbre, huyendo constantemente de su pasado y de sus sentimientos. ¿Pero cómo hacerlo cuando su vida había sido arrojada al caos de la noche a la mañana?Cansada de sus pensamientos, salió al pequeño balcón de la cabaña. El aire frío golpeó su rostro
Agatha no pudo conciliar el sueño esa noche. Las revelaciones de Samer se arremolinaban en su mente, como si cada palabra que él hubiera dicho se grabara en su conciencia. Sabía que había algo más grande en juego, algo que la colocaba en una situación mucho más peligrosa de lo que había imaginado.Al amanecer, se levantó y salió del cuarto sin hacer ruido. Necesitaba aire fresco. La cabaña se sentía sofocante, con las paredes cerrándose a su alrededor. Afuera, el rocío cubría la hierba y el aire era frío y limpio. Inspiró profundamente, intentando aclarar sus pensamientos.Samer estaba cerca, lo sabía. Desde la revelación de la noche anterior, él había mantenido una distancia respetuosa, pero ella podía sentir su presencia en cada rincón de su vida. Esa idea la inquietaba más de lo que quería admitir.Minutos después, Samer apareció detrás de ella.“¿No has dormido?” preguntó con voz suave, casi cuidadosa.“No podía,” respondió Agatha sin mirarlo, abrazándose los brazos para protegers
El sonido de la puerta abriéndose resonó en el silencio pesado del pasillo. Agatha sintió un nudo en el estómago mientras cruzaba el umbral, seguida de cerca por Samer. El interior de la sala era oscuro, apenas iluminado por una tenue luz que emanaba de unas lámparas colocadas estratégicamente en las esquinas. En el centro, había una mesa larga de madera pulida y varias sillas dispuestas alrededor.Agatha no sabía qué esperaba encontrar allí, pero lo que veía no le daba respuestas, solo más preguntas. Samer avanzó unos pasos más, hasta detenerse al lado de la mesa, pero no dijo nada. Ella permanecía en la puerta, indecisa, estudiando cada detalle del lugar con cautela.De repente, se escuchó una voz desde la penumbra."Así que finalmente has decidido traerla aquí."Agatha se giró rápidamente, buscando de dónde provenía la voz. Un hombre de mediana edad salió de las sombras, su porte elegante y calculado. Llevaba un traje oscuro, y su mirada era tan fría como la habitación misma. Tenía
Agatha permanecía inmóvil, atrapada entre la incredulidad y el miedo. Las palabras de Yousef resonaban en su mente, una y otra vez, como si fueran ecos que no pudiera silenciar. La idea de que su vida había sido controlada por fuerzas que nunca había comprendido era aterradora. ¿Cómo podría tomar una decisión correcta cuando todo parecía estar fuera de su control?Samer seguía a su lado, observándola en silencio, respetando su espacio. Era obvio que quería intervenir, pero sabía que esta vez la decisión debía venir de ella. Su mirada se mantenía firme, una mezcla de preocupación y determinación.Finalmente, Agatha habló, rompiendo el tenso silencio que había caído sobre la sala. “Quiero saberlo todo. No más secretos, no más medias verdades. Si realmente estoy en peligro, tengo derecho a conocer cada detalle.”Yousef asintió, satisfecho. “Sabia elección, Agatha. Pero debo advertirte: el conocimiento tiene un precio. Una vez que sepas la verdad, ya no habrá vuelta atrás.”Agatha lo miró
El amanecer había llegado, suave y silencioso, pero la mansión en la que se encontraba Agatha parecía más fría que nunca. Mientras se miraba en el espejo, sus ojos reflejaban la lucha interna que experimentaba. En menos de un día, todo lo que pensaba que sabía sobre su vida se había derrumbado, y ahora tenía que prepararse para una batalla que nunca había imaginado pelear.Samer había salido temprano en la mañana para hacer una llamada importante, dejando a Agatha a solas con sus pensamientos. El vacío de la habitación la envolvía, y aunque intentaba mantenerse firme, el peso de las revelaciones la aplastaba. Sentía una mezcla de miedo, enojo y una creciente determinación. No tenía claro el camino a seguir, pero algo era seguro: no podía quedarse de brazos cruzados.De repente, escuchó un golpe suave en la puerta.“¿Agatha?” Era Samer, su voz baja y calmada. Entró sin esperar respuesta, su expresión seria pero tranquila. “Es hora de que empecemos.”Agatha asintió en silencio. No sabía
Agatha miraba el mapa extendido sobre la mesa, los ojos fijos en los puntos marcados por Yousef. Era un mapa de conexiones, cada línea representando un vínculo entre poderosas figuras que, de alguna manera, estaban relacionadas con su situación. El peso de lo que se avecinaba comenzaba a hacer efecto sobre ella, pero una nueva sensación de determinación se apoderaba de su interior.Yousef señalaba con precisión cada marca. "Estos son algunos de los individuos que nos serán útiles si logramos que se pongan de nuestro lado. Todos tienen intereses propios, pero también un precio. Nada será gratis.”Agatha frunció el ceño. Sabía que entrar en este juego implicaba pagar con más que dinero; era una cuestión de favores, alianzas forzadas y un equilibrio de poder que apenas comprendía.Samer, de pie junto a ella, la observaba con atención. Aunque Agatha no lo admitiera en voz alta, podía sentir su apoyo constante. "Empezaremos con los más cercanos," dijo Samer, apuntando a un nombre en partic
El aire en la sala estaba cargado de tensión cuando Agatha y Samer entraron en la mansión de Zayed. Las enormes puertas de ébano se cerraron tras ellos con un eco profundo, resonando en los oídos de Agatha como una advertencia. A su alrededor, el lujo opulento de la residencia parecía desvanecerse ante la importancia del encuentro. Sabía que este momento podría definir su destino.Samer caminaba a su lado, sereno y seguro, pero Agatha podía notar la rigidez en sus hombros. Este no era cualquier aliado, y el éxito de esta reunión era crucial para el futuro de ambos. Si no lograban convencer a Zayed de ayudarlos, quedarían vulnerables, a merced de sus enemigos.El mayordomo los guió por el amplio vestíbulo hasta una sala decorada con grandes cortinas de seda, tapices antiguos y una impresionante colección de arte. Sentado en un sillón de cuero, con un vaso de whisky en la mano, Zayed los esperaba. Un hombre de mediana edad, con una barba perfectamente recortada y una mirada astuta que t