El amanecer rompía tímidamente la oscuridad, proyectando un tenue resplandor a través de las ventanas de la sala. El silencio era palpable, roto solo por el leve tic-tac del reloj en la pared. Agatha permanecía sentada en el borde del sofá, con las manos entrelazadas sobre sus rodillas. Su mente seguía reviviendo cada detalle de la noche anterior, desde las miradas furtivas en el salón hasta los momentos finales de la frenética escapada.Samer entró a la habitación con una taza de café en mano, su rostro reflejando el cansancio acumulado. A pesar de las horas de tensión, su postura seguía firme, aunque sus ojos traicionaban el peso de las decisiones que tenía que tomar. Sin decir una palabra, se sentó frente a Agatha, colocó la taza en la mesa y esperó a que ella hablara primero.—Esto no puede seguir así, Samer —dijo Agatha finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era firme, pero contenía un rastro de frustración.Samer asintió lentamente, reconociendo la verdad de sus palabras.—Lo
La oscuridad de la noche envolvía la ciudad como un manto impenetrable. Samer y Agatha permanecían en el refugio temporal, compartiendo un silencio que hablaba más que cualquier palabra. Ambos sabían que el reloj corría en su contra. Aunque habían logrado adelantarse a sus enemigos en esta ocasión, cada movimiento sentía más pesado, como si las sombras se alargaran tras ellos con la intención de atraparlos.Agatha observaba a Samer desde el otro lado de la mesa. Sus ojos recorrían cada línea del rostro de él, grabándose sus facciones con una intensidad que no podía evitar. En su mirada había algo diferente, una mezcla de determinación y vulnerabilidad que pocas veces había mostrado.—Tenemos que decidir nuestro próximo paso —dijo finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era firme, pero había un dejo de cansancio.Samer levantó la vista hacia ella, dejando a un lado los documentos que había estado revisando. En su rostro había un leve atisbo de sonrisa, pero se desvaneció tan rápido c
El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y rosados mientras la villa se desperezaba tras una noche de tensiones. Agatha permanecía en la terraza de la habitación, envuelta en un ligero abrigo, contemplando cómo el día nacía con una serenidad que contrastaba con el caos que había marcado las últimas horas. Las palabras de Samer seguían resonando en su mente: "Confía en mí, pero prepárate para lo que venga".Sabía que esas palabras escondían un mensaje más profundo. Había aprendido a leer entre líneas con él, a interpretar lo que no se decía. La tormenta aún no había pasado, y aunque había logrado desenmascarar varias amenazas, el enemigo parecía jugar una partida interminable.Samer apareció tras ella, con el cabello aún húmedo de la ducha, vestido con una camisa blanca arremangada y pantalones oscuros. Se acercó en silencio, apoyando las manos en el borde de la barandilla.—Es curioso cómo, a pesar de todo, el sol sigue saliendo —comentó, si
El eco de los pasos resonaba en el corredor mientras Samer y Agatha avanzaban con cautela. Los últimos acontecimientos habían dejado un rastro de tensión palpable, pero también habían dado paso a una determinación inquebrantable. Ahora, más que nunca, estaban decididos a cerrar este capítulo de sus vidas, aunque el costo fuera alto.—Samer, espera —dijo Agatha, deteniéndose frente a una puerta blindada al final del pasillo. Su respiración era rápida, pero no por miedo, sino por la adrenalina que corría por sus venas—. Aquí es donde todo termina, ¿verdad?Samer asintió, sus ojos oscuros fijos en el objetivo. Sabía que cruzar esa puerta significaba enfrentar a quienes habían estado manipulando desde las sombras. También sabía que no habría marcha atrás.—Sí —respondió con firmeza—. Aquí es donde todo cambia.Sin vacilar, Samer introdujo un código en el panel junto a la puerta. Un clic mecánico indicó que el sistema había sido desactivado. Lentamente, la puerta se abrió, revelando una sa
El amanecer comenzaba a asomar, tiñendo el cielo de un tono rojizo que presagiaba una jornada llena de incertidumbre. Samer y Agatha se encontraban en el pequeño refugio, rodeados de documentos, mapas y pantallas que parpadeaban con información crucial. La operación estaba a punto de llegar a su punto culminante, y el peso de la decisión que tenían que tomar recaía sobre sus hombros.Samer, con la vista fija en una de las pantallas, observaba detenidamente las coordenadas que habían obtenido. La traición que había descubierto se extendía más allá de lo que había imaginado, y el infiltrado dentro de su círculo parecía estar siempre un paso adelante. A pesar de todo, no podía rendirse. Sabía que las consecuencias de fallar no solo afectaban a su vida, sino también a la de Agatha.—Esto no es solo una cuestión de supervivencia, Agatha —dijo Samer, sin apartar la vista de la pantalla. Su voz sonaba más grave de lo habitual. Las circunstancias los habían cambiado, y ahora su determinación
El amanecer comenzaba a asomar tímidamente entre las nubes, pero la oscuridad aún pesaba sobre el alma de Agatha. El frío de la mañana calaba en sus huesos mientras caminaba por el pasillo vacío del edificio. Los ecos de sus pasos resonaban en las paredes desmoronadas, como si los propios pasillos estuvieran guardando secretos que nadie debía conocer.Samer había desaparecido durante horas, y el vacío que dejó a su paso parecía intensificarse cada vez más. A pesar de los esfuerzos de Agatha por mantener la calma, su mente no podía evitar pensar en todo lo que había sucedido. Había llegado a un punto en el que las piezas del rompecabezas no encajaban. El infiltrado, la traición, las mentiras que se habían tejido a su alrededor, todo comenzaba a tomar una forma retorcida y peligrosa.Respiró hondo, tratando de calmar sus pensamientos. No podía permitirse ceder al miedo. Samer siempre había sido su roca, la persona en la que confiaba con los ojos cerrados, pero ahora todo parecía tambale
El sol comenzaba a descender lentamente, tiñendo el cielo con tonos cálidos de naranja y rojo. El aire, algo pesado por la humedad de la tarde, parecía anunciar una tormenta que no llegaba. En la pequeña oficina de Samer, el ambiente era tan tenso como la atmósfera exterior, como si el aire se hubiera cargado de incertidumbre.Samer miraba fijamente la pantalla de su computadora, analizando los documentos que había recibido hacía apenas unas horas. Los nombres, las fechas, los detalles... todo parecía encajar, pero algo dentro de él le decía que aún quedaba algo por descubrir. Esa sensación persistente de que no todo estaba resuelto.—No sé si esto sea suficiente... —murmuró Agatha, que se encontraba a su lado, con la mirada fija en los mismos documentos. Su voz reflejaba la duda que ambos compartían.—No podemos apresurarnos. Cada movimiento debe ser calculado —respondió Samer, sin apartar la vista de la pantalla. Su tono estaba cargado de una determinación fría, pero al mismo tiempo
El aire estaba pesado, cargado de una tensión que parecía palpable. Agatha se quedó en silencio, observando cómo Samer entraba y salía de la habitación con rapidez, revisando cada rincón, cada detalle. Sabía que algo grande se estaba cocinando, pero aún no lograba comprender lo que estaba en juego.La casa se había vuelto un refugio improvisado, un lugar donde las sombras parecían acechar a cada paso. Samer, siempre tan calculador, parecía nervioso, un sentimiento que rara vez se mostraba en él.—¿Qué está pasando, Samer? —preguntó Agatha, alzando la voz, intentando romper el aire denso que los envolvía.Samer se detuvo, sus ojos fijándose en ella con una intensidad que no pasó desapercibida. Parecía como si hubiera estado soportando una carga invisible, una que lo estaba desgastando lentamente.—No es solo lo que parece —respondió, su voz grave y tensa—. Todo ha cambiado, Agatha. Esta vez no es solo una cuestión de supervivencia. Es mucho más grande.Ella frunció el ceño, sin compren