El eco de los pasos resonaba en el corredor mientras Samer y Agatha avanzaban con cautela. Los últimos acontecimientos habían dejado un rastro de tensión palpable, pero también habían dado paso a una determinación inquebrantable. Ahora, más que nunca, estaban decididos a cerrar este capítulo de sus vidas, aunque el costo fuera alto.—Samer, espera —dijo Agatha, deteniéndose frente a una puerta blindada al final del pasillo. Su respiración era rápida, pero no por miedo, sino por la adrenalina que corría por sus venas—. Aquí es donde todo termina, ¿verdad?Samer asintió, sus ojos oscuros fijos en el objetivo. Sabía que cruzar esa puerta significaba enfrentar a quienes habían estado manipulando desde las sombras. También sabía que no habría marcha atrás.—Sí —respondió con firmeza—. Aquí es donde todo cambia.Sin vacilar, Samer introdujo un código en el panel junto a la puerta. Un clic mecánico indicó que el sistema había sido desactivado. Lentamente, la puerta se abrió, revelando una sa
El amanecer comenzaba a asomar, tiñendo el cielo de un tono rojizo que presagiaba una jornada llena de incertidumbre. Samer y Agatha se encontraban en el pequeño refugio, rodeados de documentos, mapas y pantallas que parpadeaban con información crucial. La operación estaba a punto de llegar a su punto culminante, y el peso de la decisión que tenían que tomar recaía sobre sus hombros.Samer, con la vista fija en una de las pantallas, observaba detenidamente las coordenadas que habían obtenido. La traición que había descubierto se extendía más allá de lo que había imaginado, y el infiltrado dentro de su círculo parecía estar siempre un paso adelante. A pesar de todo, no podía rendirse. Sabía que las consecuencias de fallar no solo afectaban a su vida, sino también a la de Agatha.—Esto no es solo una cuestión de supervivencia, Agatha —dijo Samer, sin apartar la vista de la pantalla. Su voz sonaba más grave de lo habitual. Las circunstancias los habían cambiado, y ahora su determinación
El amanecer comenzaba a asomar tímidamente entre las nubes, pero la oscuridad aún pesaba sobre el alma de Agatha. El frío de la mañana calaba en sus huesos mientras caminaba por el pasillo vacío del edificio. Los ecos de sus pasos resonaban en las paredes desmoronadas, como si los propios pasillos estuvieran guardando secretos que nadie debía conocer.Samer había desaparecido durante horas, y el vacío que dejó a su paso parecía intensificarse cada vez más. A pesar de los esfuerzos de Agatha por mantener la calma, su mente no podía evitar pensar en todo lo que había sucedido. Había llegado a un punto en el que las piezas del rompecabezas no encajaban. El infiltrado, la traición, las mentiras que se habían tejido a su alrededor, todo comenzaba a tomar una forma retorcida y peligrosa.Respiró hondo, tratando de calmar sus pensamientos. No podía permitirse ceder al miedo. Samer siempre había sido su roca, la persona en la que confiaba con los ojos cerrados, pero ahora todo parecía tambale
El sol comenzaba a descender lentamente, tiñendo el cielo con tonos cálidos de naranja y rojo. El aire, algo pesado por la humedad de la tarde, parecía anunciar una tormenta que no llegaba. En la pequeña oficina de Samer, el ambiente era tan tenso como la atmósfera exterior, como si el aire se hubiera cargado de incertidumbre.Samer miraba fijamente la pantalla de su computadora, analizando los documentos que había recibido hacía apenas unas horas. Los nombres, las fechas, los detalles... todo parecía encajar, pero algo dentro de él le decía que aún quedaba algo por descubrir. Esa sensación persistente de que no todo estaba resuelto.—No sé si esto sea suficiente... —murmuró Agatha, que se encontraba a su lado, con la mirada fija en los mismos documentos. Su voz reflejaba la duda que ambos compartían.—No podemos apresurarnos. Cada movimiento debe ser calculado —respondió Samer, sin apartar la vista de la pantalla. Su tono estaba cargado de una determinación fría, pero al mismo tiempo
El aire estaba pesado, cargado de una tensión que parecía palpable. Agatha se quedó en silencio, observando cómo Samer entraba y salía de la habitación con rapidez, revisando cada rincón, cada detalle. Sabía que algo grande se estaba cocinando, pero aún no lograba comprender lo que estaba en juego.La casa se había vuelto un refugio improvisado, un lugar donde las sombras parecían acechar a cada paso. Samer, siempre tan calculador, parecía nervioso, un sentimiento que rara vez se mostraba en él.—¿Qué está pasando, Samer? —preguntó Agatha, alzando la voz, intentando romper el aire denso que los envolvía.Samer se detuvo, sus ojos fijándose en ella con una intensidad que no pasó desapercibida. Parecía como si hubiera estado soportando una carga invisible, una que lo estaba desgastando lentamente.—No es solo lo que parece —respondió, su voz grave y tensa—. Todo ha cambiado, Agatha. Esta vez no es solo una cuestión de supervivencia. Es mucho más grande.Ella frunció el ceño, sin compren
La noche había caído con un peso palpable, envolviendo a todos en una atmósfera cargada de tensión. Samer, de pie junto a la ventana, observaba las luces lejanas de la ciudad. Cada parpadeo le recordaba la fragilidad del equilibrio en el que se encontraban. La mansión que servía de refugio temporal estaba en completo silencio, salvo por el eco de sus propios pensamientos.Agatha entró al estudio con paso firme. Aunque llevaba días luchando contra el agotamiento, su determinación permanecía intacta.—No podemos seguir así, Samer —dijo, rompiendo el silencio. Sus ojos buscaban los de él, esperando encontrar una respuesta.Él se giró lentamente, dejando caer el peso de su mirada sobre ella. Había algo en la forma en que la observaba, una mezcla de preocupación y algo más profundo, algo que no se atrevía a nombrar.—Lo sé, Agatha. Pero cada movimiento que hacemos tiene consecuencias. No podemos apresurarnos.Ella apretó los labios, frustrada.—¿Y qué sugieres? ¿Quedarnos aquí, esperando a
La penumbra del cuarto era rota apenas por el resplandor de las luces de la ciudad que se filtraban por las cortinas entreabiertas. Agatha, sentada al borde de la cama, miraba el reloj en la pared. Los segundos parecían latir con un ritmo constante, un eco sordo en su cabeza mientras el peso de las últimas horas la oprimía.Samer, de pie junto a la ventana, se mantenía en silencio, con la vista fija en el horizonte. La tensión era palpable, una presencia invisible que llenaba cada rincón de la habitación.—¿Estás seguro de que fue él? —preguntó Agatha finalmente, rompiendo el silencio.Samer no se giró de inmediato, pero sus puños apretados junto a sus costados fueron suficiente respuesta.—No hay margen para dudas —respondió con voz grave, cargada de ira contenida—. Lo vi con mis propios ojos. Estaba ahí, entregando la información como si nada.Agatha sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Las palabras de Samer confirmaban lo que ella había temido desde hacía días. Alguien de su
El silencio en la sala era casi opresivo. Samer y Agatha intercambiaron una mirada que hablaba de mil emociones no dichas: preocupación, miedo, pero también una determinación inquebrantable. La revelación de los últimos acontecimientos había puesto en jaque todo su plan, pero rendirse nunca había sido una opción para ninguno de los dos.Agatha respiró hondo y se levantó de la silla donde había estado revisando los documentos que lograron recuperar. Las palabras en los informes eran como un rompecabezas oscuro, lleno de piezas que apenas comenzaban a encajar. Samer la observaba desde el otro lado de la mesa, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa.—Esto no es una simple traición —dijo Agatha finalmente, su voz firme—. Esto es una conspiración que va más allá de lo que imaginábamos.Samer asintió, aunque en su mente ya había llegado a esa conclusión. Sin embargo, escucharla decirlo hacía que la gravedad del asunto se sintiera aún más palpable.—Lo sé —respondió—. Pero no podemos d