La lluvia caía con fuerza sobre la ciudad, un manto gris que parecía cubrirlo todo, disimulando las huellas de lo que había sucedido en las últimas horas. La noche había caído rápidamente, y la ansiedad se había instalado en el aire. Agatha caminaba por el pasillo de la mansión, sus pasos resonando en el silencio. Cada uno de ellos se sentía como una condena, como un recordatorio del peso de las decisiones que había tomado, de lo que estaba por venir.Samer había salido en busca de respuestas, pero Agatha sabía que el tiempo se estaba agotando. No podían seguir viviendo en la oscuridad, esperando que las piezas encajaran solas. Había demasiados cabos sueltos, demasiados secretos aún por desvelar. El infiltrado seguía siendo una amenaza, y más allá de eso, Agatha no podía evitar la sensación de que alguien más, alguien cercano, había estado moviendo las piezas desde el principio.Con las manos temblorosas, Agatha se acercó a la ventana del salón. Desde allí podía ver la ciudad que se e
El viento soplaba con fuerza, golpeando las ventanas del refugio con una violencia inesperada. Dentro de la sala, la tensión era palpable. Agatha y Samer, cada uno sumido en sus pensamientos, no podían escapar de la gravedad de la situación que se había desenvuelto ante ellos. Sabían que la tormenta que se desataba afuera era nada en comparación con el caos que se estaba gestando a su alrededor.Samer se acercó a la mesa, donde varios mapas y documentos estaban desparramados. Cada uno de esos papeles representaba una pieza del rompecabezas que, si se armaba correctamente, revelaría la identidad del traidor y la magnitud de la amenaza que enfrentaban. Sin embargo, por más que miraba, nada parecía encajar. Algo no estaba bien. Algo crucial se les escapaba.—No podemos seguir así —dijo Agatha, su voz fría y firme, interrumpiendo el pesado silencio que se había instaurado entre ellos—. No podemos permitir que esto nos consuma. No somos débiles, Samer. Debemos actuar.Samer levantó la vist
La tormenta había dejado un aire denso, cargado de humedad, que hacía que cada respiración de Agatha se volviera más pesada. Se encontraba de pie frente a la puerta cerrada del viejo almacén, el eco de los truenos retumbando en sus oídos. La noche parecía más oscura que nunca, como si el mundo entero se hubiera sumido en una quietud inquietante, esperando el próximo movimiento.A su lado, Samer no hacía ningún intento por disimular la tensión que lo envolvía. Sus manos, usualmente firmes y controladas, estaban ligeramente temblorosas, un reflejo de la incertidumbre que ambos sentían. Habían llegado hasta allí, pero aún había un abismo por cruzar. La última pieza del rompecabezas, esa que cambiaría todo, se encontraba al otro lado de esa puerta.—¿Estás lista? —preguntó Samer, su voz grave, pero con un toque de preocupación apenas perceptible. No solía mostrarse vulnerable, pero esta vez las circunstancias eran distintas.Agatha asintió sin decir palabra, su mirada fija en la entrada d
Agatha observó a través de las ventanas del salón principal, donde la luz del amanecer empezaba a filtrarse lentamente. Los colores cálidos del cielo parecían contrastar con el frío nudo que sentía en su pecho. Samer, sentado en el borde del sofá, repasaba una vez más los documentos que habían conseguido en la última operación. Cada línea de texto y cada cifra parecían encerrar un rompecabezas que, hasta ahora, no lograban descifrar del todo.—Esto no tiene sentido —gruñó Samer, dejando caer los papeles sobre la mesa con frustración—. Si estas cuentas realmente pertenecen a la organización, alguien dentro de nuestro círculo cercano las facilitó.Agatha se volvió hacia él, cruzando los brazos. La tensión entre ellos era palpable, aunque ambos sabían que no era el momento para ceder ante las emociones.—¿Y si estás viendo todo desde el ángulo equivocado? —sugirió ella con voz calmada, pero firme—. Tal vez no es alguien cercano a ti, sino alguien que conoce tus movimientos porque ha esta
El silencio de la habitación era tan denso que parecía envolverlo todo. Agatha miró a Samer, quien estaba sentado en el borde de la cama, con el rostro cubierto por sus manos. Las palabras que acababan de intercambiar aún resonaban en el aire, cargadas de una mezcla de miedo, incredulidad y determinación.—No podemos dejarlo así, Samer —dijo Agatha, su voz firme a pesar del temblor en sus manos.Samer levantó la mirada, sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que hacía evidente la tormenta interna que lo consumía. El hombre al que siempre había visto como una fortaleza inquebrantable ahora parecía vulnerable, como si cargar con el peso de sus decisiones hubiera desgastado su alma.—Lo sé, Agatha —respondió al fin, su tono apenas un susurro—. Pero esto es más grande de lo que imaginé. No solo está en juego nuestra seguridad, sino también la de todos los que confiaron en nosotros.Agatha se acercó a él, arrodillándose frente a donde estaba sentado. Colocó sus manos sobre las de Sa
El eco de las palabras de Samer resonaba en el silencio. La habitación, iluminada por la tenue luz de una lámpara, parecía ser un refugio temporal, pero Agatha sabía que estaban al borde de algo decisivo. La tensión en sus hombros era evidente, y aunque intentaba mantener la calma, su mirada reflejaba la tormenta interna que enfrentaba.—Tenemos que actuar rápido —dijo Samer, rompiendo el silencio. Su voz, usualmente segura, tenía un matiz de urgencia. Se sentó frente a Agatha y deslizó un mapa sobre la mesa—. Esta es nuestra única salida.Agatha inclinó la cabeza, estudiando el mapa con detenimiento. Las rutas marcadas llevaban hacia un puerto aislado, un lugar que, según Samer, estaría menos vigilado. Sin embargo, algo no encajaba.—¿Estás seguro de que este lugar es seguro? —preguntó, sin apartar la vista del papel.Samer asintió con firmeza. —He hecho los arreglos necesarios. Tendremos un barco esperando. Pero necesitamos movernos ya.Agatha quería confiar en él, pero la incertidu
La habitación estaba en silencio absoluto, salvo por el leve sonido de la lluvia golpeando contra las ventanas. Agatha estaba sentada frente a la mesa, observando el documento que tenía frente a ella. No podía creer lo que acababa de leer. Todo este tiempo, había sido un juego mucho más grande de lo que había imaginado.Samer estaba de pie cerca de la ventana, su figura recortada por las luces tenues de la ciudad. Había algo en su postura que no pasaba desapercibido: la tensión en su cuello, la forma en que sus manos se apretaban contra el marco. Agatha lo observó, su mente llena de preguntas que necesitaban respuestas.—¿Lo sabías? —preguntó ella, su voz cargada de una mezcla de incredulidad y rabia contenida. Samer no respondió de inmediato, como si estuviera ponderando sus palabras antes de hablar.—No quería que te enteraras así —dijo por fin, con una calma inquietante en su tono—. Pero sí, sabía lo que estaba pasando.Agatha se levantó de golpe, la silla raspando contra el suelo.
Agatha abrió los ojos con dificultad, sintiendo una presión punzante en su cabeza. El aire a su alrededor era denso, impregnado del perfume de flores exóticas, algo que nunca había olfateado antes. Al parpadear, la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda la cegó momentáneamente. Se incorporó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras sus recuerdos comenzaban a fluir de manera desordenada.El último recuerdo claro era de la oscuridad, el sudor frío en su frente mientras la capturaban. La sensación de manos fuertes sujetándola, arrastrándola hacia una furgoneta. El pánico la envolvió como una niebla espesa y aterradora. Intentó recordar más, pero su mente estaba borrosa. Un destello de luz hizo que su mirada se centrara en la habitación que la rodeaba.Todo era de una elegancia abrumadora. La habitación tenía paredes de mármol, y el mobiliario era una mezcla de modernidad y antigüedad, con muebles tallados a mano que podrían haber sido sacados de un museo. Un