El viento helado recorría las calles vacías mientras Agatha y Samer avanzaban con cautela. Sabían que no podían confiar en nadie, ni siquiera en el mismo entorno que los rodeaba. La traición interna los había dejado vulnerables, y aunque ya no había vuelta atrás, el miedo seguía siendo una sombra persistente que los acechaba a cada paso. Las luces de los edificios cercanos parpadeaban débilmente, creando sombras alargadas que parecían seguirlos a cada rincón que giraban.Samer caminaba al frente, su mirada fija al horizonte, mientras Agatha lo seguía con paso firme, aunque con la mente llena de dudas. Habían pasado tanto tiempo ocultándose, tomando precauciones, que a veces le resultaba casi imposible recordar cómo se sentía la libertad. El infiltrado seguía siendo una amenaza, y aunque aún no tenían todas las respuestas, sabían que el tiempo se les escapaba. La sensación de estar siendo observados era insoportable. No era solo el riesgo de ser encontrados, sino el miedo a la traición
El tiempo parecía dilatarse mientras Agatha y Samer observaban la pantalla del ordenador, donde las coordenadas brillaban como una amenaza palpable. Sabían que detrás de cada cifra, cada palabra escrita, se ocultaba más que una simple ubicación. No era solo un punto en el mapa; era el centro de una red de traición que podría cambiarlo todo.Samer tomó un respiro profundo y se giró hacia Agatha, que estaba sentada frente a la mesa, con la expresión más grave que él le había visto en mucho tiempo.—¿Lo haremos? —preguntó Agatha, su voz cargada de incertidumbre. Había algo en sus ojos, algo más allá de la decisión que tenía que tomar. Era una mezcla de miedo y determinación, de querer terminar con todo, pero también de estar consciente de lo que se podría perder.—No tenemos otra opción —respondió Samer, su tono firme. Sabía que si fallaban ahora, no solo perderían lo que habían construido hasta el momento, sino que también quedaría al descubierto la profundidad de la traición que habían
El reloj marcaba la medianoche cuando Agatha se encontró de nuevo frente a la ventana, observando las luces titilantes de la ciudad a lo lejos. El eco de sus pensamientos resonaba en su mente, como si cada decisión que tomara llevara consigo un peso más difícil de soportar. Samer había tenido razón al insistir en la necesidad de cautela, pero había algo en la oscuridad de la noche que hacía que todo pareciera aún más complicado.—¿Qué estamos haciendo, Samer? —dijo en voz baja, aunque él ya estaba demasiado cerca como para no oírla.Samer permaneció en silencio durante unos segundos antes de acercarse a ella. Su expresión, que generalmente mostraba control, estaba marcada por una tensión que no pudo esconder. Miró a Agatha, sus ojos fijos en los de ella, como si estuviera buscando una respuesta en su mirada.—Lo que debemos hacer. Lo que tenemos que hacer para salir de esto —respondió con una calma tensa, sabiendo que las palabras que había dicho no eran suficientes para calmar la inc
El silencio en la habitación pesaba tanto como las palabras no dichas. Agatha seguía inmóvil junto a la ventana, tratando de encontrar consuelo en la vastedad de la ciudad que se extendía ante ella. La noche era un testigo mudo de sus pensamientos, reflejando en su oscuridad la maraña de emociones que amenazaban con consumirla.Samer, aún a su lado, la observaba con una mezcla de preocupación y admiración. La fortaleza de Agatha era innegable, pero también sabía que había límites para lo que alguien podía soportar. La situación que enfrentaban era un torbellino de incertidumbre, y ambos estaban atrapados en su ojo.—Agatha —dijo finalmente, rompiendo el silencio con su tono grave pero gentil—. Quiero que entiendas algo. No importa lo que venga, no importa cuán oscuro sea el camino... no te dejaré sola en esto.Ella giró lentamente, encontrándose con su mirada. Por un instante, el miedo en su interior se desvaneció, reemplazado por una chispa de esperanza. Pero esa chispa era efímera,
La atmósfera en la habitación era pesada, como si el aire mismo estuviera cargado de tensión. Samer permanecía de pie junto a la ventana, su mirada fija en las luces de la ciudad que titilaban en la distancia. Aunque su postura parecía tranquila, Agatha sabía que la tormenta en su interior era feroz.—No podemos seguir así —dijo finalmente Agatha, rompiendo el silencio. Su voz era baja, pero firme, cargada de una mezcla de frustración y determinación—. Hay demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.Samer giró lentamente la cabeza para mirarla, sus ojos oscuros reflejando el peso de las decisiones que debía tomar.—Lo sé —respondió, su voz más grave de lo habitual—. Pero no podemos apresurarnos. Un movimiento en falso y todo esto... todo lo que hemos logrado, se desmoronará.Agatha respiró hondo, tratando de contener la oleada de emociones que amenazaba con desbordarla. Había confiado en Samer desde el principio, pero ahora las dudas comenzaban a infiltrarse en su mente como un venen
El aire estaba cargado de una tensión palpable mientras Samer caminaba de un lado al otro del salón. Las luces tenues de la habitación proyectaban sombras inquietantes en las paredes, reflejando la agitación interna que él trataba de ocultar. Agatha, sentada en el borde del sofá, lo observaba en silencio, con los brazos cruzados y la mirada fija en sus movimientos.Cada paso que él daba parecía resonar como un eco en el vacío emocional que se había instalado entre ellos. La distancia no era física; era la acumulación de secretos y verdades a medias que ambos habían cargado durante demasiado tiempo.—¿Cuánto tiempo más piensas callar? —preguntó finalmente Agatha, rompiendo el incómodo silencio que parecía asfixiarlos.Samer se detuvo en seco, girándose hacia ella con una expresión mezcla de incredulidad y frustración.—¿Callar? —repitió, su voz cargada de amargura—. Todo lo que he hecho es hablar, advertir, proteger. Pero parece que nada es suficiente para ti, Agatha.Ella alzó una cej
El ambiente en el salón estaba cargado de tensión, aunque el murmullo de las conversaciones trataba de disfrazarlo. Agatha permanecía sentada en un rincón estratégico, observando cada movimiento y cada gesto. El despliegue de poder y apariencias no podía ser más evidente. Todos querían demostrar algo, y ella sabía que, en ese juego, los más silenciosos eran los más peligrosos.Samer se encontraba en el centro de la sala, conversando con un hombre de mediana edad que, a juzgar por su porte y sus palabras, era un pez gordo. La mirada de Samer permanecía serena, aunque ella sabía que, por dentro, cada palabra y gesto estaban fríamente calculados.Agatha apretó la copa en su mano, con los ojos fijos en una figura que acababa de entrar. Era una mujer alta, de cabello oscuro y ondulado, vestida con un conjunto rojo que llamaba la atención por su elegancia y confianza. A primera vista, no parecía particularmente peligrosa, pero había algo en su mirada que hizo que Agatha se tensara.Cuando l
El aire estaba tenso, como si la misma atmósfera estuviera consciente de lo que se avecinaba. Agatha caminaba por el pasillo oscuro, sus pasos resonando en las paredes de piedra, mientras Samer la seguía a poca distancia. Sabía que el momento había llegado; las piezas del rompecabezas se estaban encajando una a una, y pronto descubrirían la verdad detrás de todo lo que habían vivido.—Estamos cerca —dijo Samer, su voz grave resonando a través del silencio. No era necesario que dijera más; ambos sabían que todo había llegado a este punto.Agatha asintió sin mirarlo, su mente analizando las posibles rutas que tomarían una vez que llegaran al final. Habían pasado por tantas pruebas, traiciones y amenazas, pero algo dentro de ella le decía que el verdadero reto apenas comenzaba.—No lo puedo creer… —murmuró Agatha, aunque ella misma no sabía si se lo decía a él o a sí misma.La puerta al final del pasillo se abrió lentamente, revelando una habitación pequeña y desordenada. En el centro, u