Si te dieran la opción de cambiar una sola cosa de tu pasado, ¿qué elegirías? ¿Cambiarías algo en beneficio propio, o por el contrario ayudarías a alguien más? ¿Tomarías un camino que en su día te pareció demasiado arriesgado, o dejarías las cosas tal y como están?
En cuanto a mí se refiere, no lo tengo tan claro. Es decir, echando la vista atrás, es evidente en qué momento las cosas se torcieron para mí. Pero aun así hay algunas cosas que no se pueden evitar, y otras que no se quieren evitar, por muy caótico que sea el final al que conducen.
Creo que ese es mi caso.
Sí, mi vida ha sido caótica, y sí, no ha acabado muy bien, pero soy un idiota sin remedio, así que aun sabiendo como terminaría, volvería a hacerlo todo de nuevo. Volvería a vivir de nuevo.
Así que aquí estoy, tendido en el suelo con un puñal clavado peligrosamente cerca de mi corazón y como no puede ser de otra manera desangrándome. Preguntándome qué habría podido cambiar para evitar este final, que he de admitir, es bastante agrio. Porque ser apuñalado ya es lo suficientemente malo, pero si encima lo hace alguien en quien confiabas, alguien a quien querías... Bueno, ciertamente no te lo pone más fácil. Pero la verdad es que, al menos hasta la fecha, no se puede viajar en el tiempo, por lo tanto es imposible deshacer algo que ya está hecho. Lo más sensato que se puede hacer es aprender a aceptar el pasado para poder seguir avanzando.
Claro que yo nunca he sido muy sensato.
Te estarás preguntando qué me ha conducido a esta situación, y te diré que como todo en la vida, no ha sido cosa de un hecho aislado, sino de una serie de desdichados eventos que han contribuido entre todos, a hundirme en la más absoluta de las miserias. Perdona si me estoy empezando a poner deprimente, pero dada la situación, estoy en mi derecho de ponerme como quiera. Es más, será mejor que te acostumbres a escucharme quejarme, porque lo que estoy a punto de contarte, te lo aseguro, no tiene nada de agradable.
Corrimos por el bosque lo más rápido que pudimos. Apenas éramos capaces de ver donde pisábamos. La luz de la luna era nuestra única guía y las densas copas de los árboles impedían que pudiésemos distinguir mucho más de lo que teníamos delante de nuestras narices. De cualquier forma, no era lo que había delante lo que me preocupaba, sino lo que venía pisándonos los talones. Mi corazón parecía a punto de estallar y las lágrimas quemaban en mis ojos, nublándome aún más la visión. Traté de distinguir cómo de cerca estaban, pero no pude escuchar nada a parte de mis propios jadeos. Me reprendí mentalmente, mientras hacía un esfuerzo por recordar los consejos de mi madre para evitar que me faltase el oxígeno en carreras largas. No obstante, lo único que persistía en mi mente y en todo mi cuerpo en aquel momento era la sensación de pánico, la certeza de que si parábamos, que si aflojábamos el ritmo, ellos nos alcanzarían. Era todo en lo que podía pensar. Hic
Pasamos volando junto al árbol en el que siempre solíamos reunirnos. Lo vi con el rabillo del ojo, borroso por la velocidad a la que íbamos. No pude reprimir un sollozo al comprobar que al menos no nos habíamos perdido. Me dije a mí mismo que estábamos en terreno conocido, que era posible que incluso los hubiésemos perdido. Aquel era mi bosque, siempre y cuando nos mantuviésemos dentro de él, tenía esperanzas de que pudiésemos salir de aquella con vida. El pecho se me hinchó ante la idea y un pensamiento febril me hizo replantearme hacerles frente. Por suerte, el miedo me despejó la mente más bien rápido. A lo mejor habría tenido alguna oportunidad si hubiese sido uno solo, pero por lo que había visto eran al menos cuatro. Si mi madre, una soldado experimentada, no había conseguido acabar con ellos, desde luego que yo tampoco lo haría. Además, no estaba seguro de que fuese a ser capaz de moverme si es que los volvía a tener delante; con tan solo recordar sus ojos com
Lo primero que hice fue asegurarme de que estaba solo. Ya sabía que sus compañeros no podían estar muy lejos, pero necesitaba algo de tiempo, lo mínimo para conseguir matar al que tenía delante. No estaba seguro de si tenían alguna forma de comunicarse a distancia, por lo que debía ser rápido. El plan era sencillo; yo saldría de mi escondite, y utilizando el factor sorpresa, me abalanzaría sobre él, rápida y letalmente. Entonces le clavaría el puñal profundo, en el corazón o en el cráneo, eso daba igual, pero debía asegurarme de que fuese en un punto vital, me había dicho mamá, porque no son tan frágiles como nosotros, y si no es probable que se volviese a levantar. Lo que ocurriese después de eso, ya no sería asunto mío. Podría reunirme con mis padres, si es que de verdad había una vida más allá de la muerte, y aunque fuese una mentira, les diría que había hecho todo lo posible. Al menos podría mirarles a los ojos y decir que traté de vengar sus muertes, cos
Me tomó poco más de medio día llegar hasta su casa. Había decidido ir primero allí para contar con la ayuda de sus padres. O eso es lo que me dije a mí mismo, pero la verdad es que no se trataba únicamente de eso. Para mí eran como una segunda familia, por lo que necesitaba asegurarme de que estaban bien, y si resultaba que así era, la carga de encontrar a Katherine no recaería únicamente sobre mis hombros. Ellos sabrían qué hacer. El sol había ido subiendo durante toda la mañana y luego había comenzado a bajar, aunque sabía que no podía ser muy tarde por la claridad que aún se filtraba entre las copas de los árboles. No era estúpido, sabía que si habían llegado hasta mi casa también podían haber llegado a la suya, después de todo no estaban tan lejos, pero el padre de Katherine era casi tan paranoico como los míos y se había asegurado de construir su hogar en lo más profundo del bosque, rodeado por una arboleda y sin ningún camino que alertase de su pr
—¡Por Azriel! —exclamó el chico al que acababa de derribar, mientras su voz se elevaba hasta no ser más que un desagradable chillido que me perforó los tímpanos. Su cabello, negro como las plumas de un cuervo, se le pegaba a la frente empapada en sudor, y el cuerpo, apresado bajo el peso del mío, le temblaba como una hoja atrapada en medio de una ventisca—. Vale, está bien chaval, cálmate. No voy a hacerte daño. —Aseguró en un intento por calmar más sus nervios que los míos. Necesité de dos respiraciones profundas para convencerme de no arrearle un puñetazo en toda la cara. Si había algo que no iba a consentir, ni siquiera cuando había perdido todo lo demás, era que me tratasen como a un niño indefenso. —Por supuesto que no vas a hacerme daño. Soy yo el que tiene un puñal sobre tu yugular —le recordé con frialdad, y diciéndome a mí mismo que por muy aliviado que estuviese de que no fuese un Oscuro, no por eso debía fiarme más de él. Tragó saliva fuertemente,
Me desperté ahogando un bostezo, mientras la oscuridad se arremolinaba frente a mí. Esperé encontrarme a Noah de nuevo, demasiado asustadizo para ir solo a hacer sus necesidades, pero no tardé más que un instante en darme cuenta de que algo andaba terriblemente mal. Los sonoros ronquidos de Seth, que antes habían inundado el granero haciéndome casi imposible conciliar el sueño, fueron sustituidos por una tensa calma. Ni siquiera se escuchaban los grillos en el exterior, y parecía como si todo el mundo hubiese decidido contener la respiración al mismo tiempo. Aún medio dormido, capté un único ruido, que identifiqué como el sonido de alguien sorbiéndose la nariz y que consiguió hacerme espabilar del todo, confundido. Sentí algo frío rozarme el cuello; al enfocar mi vista, descubrí un brillo en medio de la oscuridad que me puso el vello de punta. Ojos completamente negros me observaban desde arriba, mientras algo, que más tarde identifiqué como una garra, me pre
Aún estaba oscuro mientras Ronan dirigía el carro en silencio, aunque pronto empezarían a salir los primeros rayos de sol. Lo sabía por su viejo reloj de bolsillo, que contra todo pronóstico había sobrevivido junto con él a los últimos días y que hacía tictac en uno de los pliegues de su desgastada chaqueta. Era lo único que el borracho de su padre había conservado de su difunta madre y por algún motivo siempre lo relajaba escuchar el incesante sonido. Algunas veces, lo sentía más real que el propio latido de su corazón. En las escasas ocasiones en las que no lo había llevado encima en el pasado, se había sentido como si le faltase un pedacito. Miró hacia atrás y observó la enorme columna de humo que ascendía hacia el cielo haciendo una mueca de disgusto. Aquella noche habían llamado demasiado la atención y eso no le gustaba en lo más mínimo. Si querían salir con vida, debían ser mucho más cuidadosos y pensar con antelación. Hacer planes, en otras palabras, ceñirse a
El viento sopló fuertemente, arrastrando con él las hojas del suelo y haciendo que cayesen las pocas que aún se aferraban a las ramas de los árboles. Aidan batallaba para quitarse su mojada camisa temblando de los pies a la cabeza, mientras Seth le tendía una seca que había sacado de una de las bolsas que reposaban sobre el carro. La provisiones que había conseguido reunir Yoel antes de la huida de Luarte habían diezmado considerablemente. No era de extrañar teniendo en cuenta que éramos un grupo de siete y que dos de nosotros comían como si no lo hubiesen hecho en años, pero por lo menos teníamos ropa de repuesto, aunque a mí me quedase bastante grande toda. —Ya no debe quedar mucho para llegar a la puerta —comentó Ronan, peinándose el flequillo hacia atrás con una mano, solo para que le volviese a caer desordenadamente sobre la frente. Según mis cálculos, estaba en lo cierto, pues no tardaríamos más de un día, puede que medio en alcanzarla. Era evidente que