Un grito dio inicio a la pelea.
Thomas no había estado muy atento de la persona frente a él hasta ese momento, pero los voceríos de Alyssa siempre eran imposibles de ignorar. El choque de madera contra madera comenzó a sonar alrededor de él, distrayéndolo de nuevo, incapaz de ignorar lo que ocurría a unos metros frente a él, tras su propio rival. Dan y Noah estaban teniendo un enfrentamiento más bien poco productivo, ya que ninguno de los dos se atrevía a avanzar mucho.
Un paso hacia delante de Dan y Noah daba dos hacia atrás, una ligera inclinación del cuerpo de Noah hacia adelante, y como dos imanes repeliéndose, Dan se inclinaba hacia atrás. Era bastante entretenido de ver, incluso divertido, pensó Thomas, pero por desgracia no pudo observar mucho más.
Derek se abalanzó sobre él, probablemente impaciente al ver que él no daba signos de querer empezar con aquello. Esto hizo que Thomas tuviese que reaccionar, le apeteciese o no, puesto que no quería llevarse
Seth estaba teniendo un agradable sueño cuando lo despertaron de mala manera. No podía recordar de qué trataba, pero la sensación de calidez siguió envolviendo su cuerpo incluso despierto. Si ya se hubiese sentido molesto al despertarlo en un día normal, aquella noche precisamente le sentó doblemente mal. Refunfuñó alisándose el cabello con las manos, dispuesto a echarle una buena bronca al idiota que había pensado que era buena idea molestarlo en mitad de la noche, pero al ver los ojos llenos de preocupación de Thomas, supo que algo había pasado. Se incorporó de un bote, con el corazón en un puño y mil ideas agolpándose en su mente en cuestión de segundos. Primero pensó en Noah, en que le había pasado algo. Ese chico siempre andaba metiéndose en problemas desde bien pequeño. Aunque la gente solía pasar por alto sus meteduras de pata gracias a la inocencia que desprendía, los soldados no solían dejarse llevar por esas cosas, mucho menos Alyssa. Luego pensó qu
Un trueno retumbó en la distancia, haciendo que Noah se sobresaltase. Miró hacia el cielo y observó la oscuridad siendo atravesada por ocasionales rayos; no sin esfuerzo consiguió reprimir un escalofrío. De todas las noches en las que podían haber raptado a Caleb, tenía que ocurrir justo en la que parecía que los cielos estaban descargando su furia contra la tierra. Casi parecía una premonición, porque el escenario sin duda se asemejaba a sus propios sentimientos; lúgubre y caótico. Suspiró y se adentró con paso lento hacia el armero, donde sus compañeros ya habían comenzado a elegir sus armas rápida y eficazmente. Dan ya tenía su arco echado al hombro, pero se aseguró de coger varias flechas de repuesto y una pequeña navaja. Thomas cogió una larga espada y la colocó en su cinto. Seth hizo lo mismo, eligiendo en su caso una más delgada. Ronan, por su parte, optó por un recio machete con la hoja ligeramente curva. Yoel había pasado de largo la selección de armas blanc
Cabalgamos con dificultad durante lo que parecieron horas, aunque la posición de la luna no varió mucho. Había insistido en cabalgar en mi propio caballo, pero cuando perdimos de vista al de Dan, me arrepentí enormemente de no haber ido con él. Tenía cierta experiencia galopando, pero aun así estuve a punto de caerme multitud de veces. Si conseguí mantenerme encima del animal, fue más por una cuestión de voluntad que de habilidad. Llovía tan fuerte que ni siquiera podía comunicarme con el resto de los chicos. Abrir aunque fuera un poco la boca equivalía a atragantarse con las gotas de lluvia, así que avanzamos en silencio, seguro de que me estaban siguiendo tan solo por el sonido de las pisadas de los caballos a mis espaldas. Durante varios momentos pensé que no lo lograríamos, que no alcanzaríamos a Dan y Noah, pero gracias a las ramas que habían dejado en el camino, de alguna forma conseguimos no perdernos. Encontramos el caballo de nuestros amigos a resguardo de u
Una densa nube de cenizas lo cubría todo, haciéndome imposible ver nada más allá de mis propias narices. Me cubrí la boca con la manga de mi camisa, ahogando la tos que me sacudía, y con la otra me rasqué los ojos, llorosos por el humo. No sabía de dónde venía, lo único que tenía claro era que estaba en todas partes, envolviéndolo todo. Avancé a tientas sin saber muy bien a dónde, consciente de que tenía que salir de allí; me estaba asfixiando. A lo lejos, distinguí unas voces, e inconscientemente, corrí tras ellas, esperando escapar del humo y las cenizas. No obstante, cuanto más me acercaba a ellas, más pesado se hacía. Las voces dejaron de ser simples voces, para pasar a ser gritos que pedían socorro. No podía entender lo que decían, pero la desesperación en ellas lo hacía obvio. Apreté el paso, hasta convertirse en una carrera y corrí durante lo que me parecieron horas, mientras jadeaba en busca de aire limpio. Atravesé la
Un viento cortante revolvió mi cabello y chocaba incansable contra el grueso chaquetón de mi uniforme. Eché hacia arriba el pliegue del cuello y enterré la barbilla, en un intento por resguardarme del frío. Hacía el mismo tiempo horrible que el día en el que habíamos abandonado nuestra ciudad natal; ahora que volvíamos, el mismo clima pre-invernal nos acompañaba, casi como si nada hubiese cambiado. La realidad, en cambio, era otra muy diferente. Me incliné sobre el caballo y rebusqué a tientas en la alforja. Disimuladamente saqué la botella de aguardiente que había robado de uno de nuestros superiores y eché un trago largo, esperando que calmase el frío. Mi garganta ardió con una sensación a la que aún no estaba del todo acostumbrado y que no podía considerar exactamente como placentera. Pero el líquido cumplió con su cometido. Volví la vista atrás, hacia el pequeño convoy que me seguía de cerca y decidí acelerar el paso. Me había ofrecido como voluntario par
Si te dieran la opción de cambiar una sola cosa de tu pasado, ¿qué elegirías? ¿Cambiarías algo en beneficio propio, o por el contrario ayudarías a alguien más? ¿Tomarías un camino que en su día te pareció demasiado arriesgado, o dejarías las cosas tal y como están? En cuanto a mí se refiere, no lo tengo tan claro. Es decir, echando la vista atrás, es evidente en qué momento las cosas se torcieron para mí. Pero aun así hay algunas cosas que no se pueden evitar, y otras que no se quieren evitar, por muy caótico que sea el final al que conducen. Creo que ese es mi caso. Sí, mi vida ha sido caótica, y sí, no ha acabado muy bien, pero soy un idiota sin remedio, así que aun sabiendo como terminaría, volvería a hacerlo todo de nuevo. Volvería a vivir de nuevo. Así que aquí estoy, tendido en el suelo con un puñal clavado peligrosamente cerca de mi corazón y como no puede ser de otra manera desangrándome. Preguntándome qué habría podido cambiar para evitar est
Corrimos por el bosque lo más rápido que pudimos. Apenas éramos capaces de ver donde pisábamos. La luz de la luna era nuestra única guía y las densas copas de los árboles impedían que pudiésemos distinguir mucho más de lo que teníamos delante de nuestras narices. De cualquier forma, no era lo que había delante lo que me preocupaba, sino lo que venía pisándonos los talones. Mi corazón parecía a punto de estallar y las lágrimas quemaban en mis ojos, nublándome aún más la visión. Traté de distinguir cómo de cerca estaban, pero no pude escuchar nada a parte de mis propios jadeos. Me reprendí mentalmente, mientras hacía un esfuerzo por recordar los consejos de mi madre para evitar que me faltase el oxígeno en carreras largas. No obstante, lo único que persistía en mi mente y en todo mi cuerpo en aquel momento era la sensación de pánico, la certeza de que si parábamos, que si aflojábamos el ritmo, ellos nos alcanzarían. Era todo en lo que podía pensar. Hic
Pasamos volando junto al árbol en el que siempre solíamos reunirnos. Lo vi con el rabillo del ojo, borroso por la velocidad a la que íbamos. No pude reprimir un sollozo al comprobar que al menos no nos habíamos perdido. Me dije a mí mismo que estábamos en terreno conocido, que era posible que incluso los hubiésemos perdido. Aquel era mi bosque, siempre y cuando nos mantuviésemos dentro de él, tenía esperanzas de que pudiésemos salir de aquella con vida. El pecho se me hinchó ante la idea y un pensamiento febril me hizo replantearme hacerles frente. Por suerte, el miedo me despejó la mente más bien rápido. A lo mejor habría tenido alguna oportunidad si hubiese sido uno solo, pero por lo que había visto eran al menos cuatro. Si mi madre, una soldado experimentada, no había conseguido acabar con ellos, desde luego que yo tampoco lo haría. Además, no estaba seguro de que fuese a ser capaz de moverme si es que los volvía a tener delante; con tan solo recordar sus ojos com