En espera

¿Condenada al paraíso? Si, ese podría ser el titulo de la fantasiosa vida que llevaba después de esa noche. Y si bien trataba por todos los medios de no parecer tan condenadamente lujuriosa, Carlisle le hacía despertar sus bajos instintos, cada noche después de la “reconciliación”. Sentada frente a su tocador, y mientras le daba los últimos toques a su maquillaje, no podía dejar de recordar todas y cada una de las noches que viviera en el edén, las veces que Carlisle irrumpía en su cuarto. Se convenció que debía dejar de divagar, porque en cualquier momento iba a meterse el delineador en el ojo… sonrió. Carlisle siempre la dejaba en ese estado de completa ensoñación y éxtasis.

Suspiró. Esa era su noche, la prueba de dorado. Era la noche de Navidad, y tendría alrededor de doscientas personas en su casa… Sonrió al recordar lo tonta que fue al pensar que todos iban a estar apiñados. A pesar de que el salón de baile era grande, era casi absolutamente imposible que tantas personas entraran
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